A contracorriente
LOS ÚNICOS QUE CREEN EN ESPAÑA
Enrique
Arias Vega
Para ser exactos, en realidad España
no existe. Hay una agregación de territorios —hoy, Comunidades Autónomas— que
comparten mal que bien unas cuantas instituciones comunes, desde la
representación exterior hasta algunas leyes, cada vez menos.
Y no comparten el idioma porque en
algunos territorios los energúmenos se comportan como tales si alguien no les
contesta en la lengua vernácula, como la política izquierdista valenciana que
increpó a la camarera argentina de un bar porque la contestó en castellano.
El desconocimiento de los españoles de sí
mismos se ve acrecentado por libros de texto que ignoran la realidad histórica
y geográfica de otros territorios vecinos, llegando a falsear la realidad
cuando no se acomoda a sus premisas políticas particulares y partidistas.
Existe una auténtica competición en
esta búsqueda de la singularidad diferencial que ha llevado a unas forzadas
inmersiones lingüísticas a zonas en que antes jamás se hablaron los idiomas
minoritarios en España, como sucede en lugares de Navarra con el euskera
(neologismo euskaldún), en la Vega Baja alicantina con el llamado idioma autóctono
y otros. Para eso se crearon en su día las respectivas televisiones autonómicas,
aunque el fenómeno se extendió luego a donde sólo se hablaba castellano. Y no
les cuento el dinero público destinado a este renacimiento lingüístico, como
ahora sucede con las subvenciones al bable asturiano.
Los únicos que creen en España, qué
quieren que les diga, son aquellos separatistas racistas catalanes que le
muestran su odio —“España nos roba”, “puta España”,…— hasta el punto de
acuchillar a quien lleve algún símbolo de ese Estado, patria común de todos los
ciudadanos.
Gracias a ellos, miren por dónde, aún
se habla de España.
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