SÁNCHEZ, LOS LEONES Y EL GATITO
ANÍBAL MALVAR
«Estábamos viviendo
un momento en el que Pablo Iglesias se veía como una posible alternativa al
poder. Y la élite veía eso con terror. Y ahí yo creo que se toma la decisión en
el establishment, para decir: ‘¿Qué hacemos para evitar que esta gente llegue
al poder?’. Yo creo que este es uno de los grandes escándalos de la democracia
en este país y lo que me llama la atención es que no sea mediáticamente mucho
más escándalo».
No son palabras de
un perroflauta exaltado, de un podemita virulento ni de un Torrente stalinista.
Las pronunció, no ha mucho en entrevista al diario.es, el que fuera director de
el diario El Mundo entre 2015 y 2016. David Jiménez había sido recibido en el
diario de la bola con una mezcla paradójica de escepticismo y esperanza.
–¿Qué te parece
David? –le pregunté en abril de 2015 a
una reportera del diario.
–Me parece bien.
Por lo menos es de los nuestros.
No se refería con
lo de los nuestros a ningún matiz ideológico o partidista. Los nuestros de la
ex compañera eran los periodistas, los reporteros, los que llevan zapatos
inadecuados cuando tienen que pisar moqueta.
Aquellas
declaraciones de Jiménez, o aclaraciones, no eran muy divergentes a las que
después expuso Pedro Sánchez ante Jordi Évole en celebrada entrevista en La
Sexta. «Determinados medios progresistas como El País me han dicho que si
hubiera habido un acuerdo entre PSOE y Podemos, lo criticarían e irían en
contra. La línea editorial de El País ha sido abusiva e incluso insultante en
lo personal, no solamente en lo político. He cometido errores: en el primer
Comité Federal taché a Podemos de populista. No sabía exactamente qué era
Podemos. No supe entender la cantidad de gente que quiere renovar la política
detrás de Pablo Iglesias. El PSOE debe mirar de tú a tú y trabajar codo con
codo con Podemos”.
Ha pasado tanto
tiempo desde entonces que ahora Sánchez ha evolucionado hasta trabajar codazo
con codazo con Podemos. Con una diferencia: que ahora hasta Paco Marhuenda,
director de La Razón y zangolotino tertuliano de la derecha, aboga por un
gobierno de coalición como salida menos triste a nuestros democráticos pesares.
No llevo la cuenta,
pero la cacería mediática a Podemos ya ha tenido casi una decena de sentencias
judiciales que desmontaron varias falacias, entre ellas las diseñadas por la
brigada mediático-policial de nuestro añorado Jorge Fernández Díaz y sus
vírgenes condecoradas. Ahora ya los viejos medios no están tan furibundos con
Podemos. Para eso tienen a Sánchez, a Ábalos, a Calvo, a Celáa. Y a Íñigo
Errejón como quintacolumnista en caso de urgencia demoscópica.
Tanto asaltar los
cielos y al final se ha hecho real el único miedo de Asterix y sus
irreductibles galos: el cielo ha caído sobre sus cabezas y así es imposible de
asaltar.
Dice Teodoro León
Gross en el diario de Prisa que la estrategia de Sánchez al repetir elecciones
se fundamenta en su deseo de sacar a los indepes –cuya abstención es hoy
necesaria– de la ecuación de investidura. Y resume la situación actual con
símiles de póker: «Gran parte de lo que obtengas no dependerá de tu fortaleza,
sino de un instante de debilidad del oponente».
El caso es que la
fortaleza de Sánchez está cada vez más en entredicho. No se puede presumir de
fortaleza cuando se ruega en sede parlamentaria la cooperación de los padrinos
y madrinas de Vox para no tener que cambiar otra vez los colchones de la
Moncloa. Eso sí, ciertas costumbres periodísticas no han cambiado. No siempre
conviene tratar al viejo león podemita como el gatito en que se ha convertido
ahora. La sentencia contra el juez que conspiró contra Victoria Rosell en
conchabeo con el ex ministro Soria no se ha tratado como asunto de estado, sino
como una anecdota más de nuestra entretenida democracia. «Este es uno de los
grandes escándalos de la democracia en este país, y lo que me llama la atención
es que no sea mediáticamente mucho más escándalo», que decía David Jiménez, que
ya no es director de nada.
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