LOS PERVERSOS Y LOS INGENUOS
POR PATROCINIO NAVARRO VALERO
Sobradamente
conscientes del estado de cosas negativas que sacuden el mundo a diario, y de
las que en gran parte son responsables a distintos niveles, diversos gurús de
la política, la economía, la cultura, la
ciencia ortodoxa o las religiones pretenden dar sus recetas de salvación para
que las gentes puedan ser libres,
felices, sanas y hasta sabias. Pero parece harto difícil ser un ejemplo de lo
que se predica. Cuando no se trata de
dictadores (reprimidos, jubilados, o activos), se trata de oportunistas, de
intelectuales de pesebre, o de
amargados inquisidores espirituales que
a veces hasta se funden en una sola persona y son jefes de Estado, presidentes
de Universidades, premios Nobel o
cabezas de una religión. Todos ellos hablan como hombres o mujeres de bien y
pretenden aparentar que lo son. Además suelen coincidir en la forma de ver el
mundo. Son conservadores, amantes del statu quo, y se alteran ante palabras como disidencia, resistencia,
oposición,alternativo, ecológico,animalista, ácrata, cristiano originario,
pacifista, antisistema o defensor del
clima. Cuando se encuentran ante personas relacionadas con esos términos, lo
primero que se preguntan es si defender eso es legal, no si es justo o
deseable. Han sido hipnotizados por el Sistema vigente.
Quien tiene
responsabilidades de poder o es una persona socialmente relevante conectada con
el poder de alguna manera, tiene a su servicio competentes ejércitos de
periodistas, psicólogos, asesores de imagen, especialistas en marketing,
personal judicial y otros, cuya función
principal es mantener su imagen impoluta y libre de toda sospecha en cuanto a
valores éticos. Puede que carezcan de
ellos en absoluto, como viene siendo habitual;
lo que importa es que se crea que los tienen, y que la sociedad debe
estarles agradecida por su ejemplo. Y como viven del engaño, no pueden soportar
la verdad y se convierten en sus detractores
en sus perseguidores o en sus manipuladores si se encuentran ante ella. Si se sienten seriamente amenazados, matan al mensajero sin
importar las posibles consecuencias de ese acto.
Matar al
mensajero, es un clásico. Se viene
practicando desde siempre, y aún está al orden del día en todas partes y de
diversos modos: desde el descrédito, la burla, o el vacío social al encarcelamiento,
la tortura, el “asesinato sin culpable” o el de apariencia legal. Y esto nos
muestra lo poco que los valores éticos y morales, y los sentimientos de bondad
y justicia acompañan a los responsables de dirigir el mundo, pero también pone
al descubierto lo poco extendidos que se encuentran en el propio género humano,
tan poco dado a vivir en la verdad como
a defenderla de sus enemigos.
Así entramos en el
tema de aquello que tenemos como sagrado, al menos oficialmente: verdad,
justicia, bondad…De todo esto se habla, sí, a veces, pero en el fondo no se
halla incorporado a la propia vida, si es que
no se desprecia. Sin embargo, es lo legitimo espiritual y lo que deberia
ser considerado como forma natural de vivir, pese a todo y a todos.
En cambio puede
aprovecharse lo espiritual- convertido en sucedáneo religión- como excusa
para una cruzada fundamentalista, como
hace la Iglesia desde tiempo inmemorial o al servicio del fundamentalismo
neoliberal del que los jefes de gobiernos del mundo y sus clones en todas
partes han sido los mayores exponentes
hasta ahora.
El egocentrismo, lo
humano inferior, en manos de gentes con poder mundano como las mencionadas,
pretende usurpar el poder divino, el poder
de lo sagrado y anularlo. Todos quieren ser dioses. Y para ello no dudan
en perseguir lo espiritual y legítimo y
sustituirlo por leyes
acomodadas a sus intereses a las que
titulan como Derecho. No hay más que ver
la pompa con que los jefes de Estado se reúnen en sus famosas “ cumbres” para
tomar conciencia de sus pretensiones, igualadas tan solo por los científicos
que aspiran también a ser Dios jugando con genes. Él no juega a los dados, pero los colegas de
Einstein se atreven a mucho más: a jugar
contra Dios.
Aceptar leyes
espirituales como la de tratar a los demás como uno mismo desea ser tratado, y
no dañar a nadie en ningún aspecto, que son expresiones legítimas de la ley del
amor,- ley de leyes- es la lucha
verdadera a que es preciso hacer frente
diariamente. Y hay que ser muy cautelosos, porque el enemigo que necesitamos
combatir puede haber anidado en nuestra
mente y en nuestro corazón, y hacernos creer que el desenfreno del consumo,
aunque dañemos el medio ambiente y a los animales, tener como válido cualquier trabajo, aunque sea fabricar armas;
o ser soldado y matar personas; ser
cazador, o dirigente político
contra la voluntad popular; o tener
altos cargos en una Institución donde no se respeten los valores espirituales,
aunque se llame Iglesia, todas esas actividades ¿ acaso son
compatibles con la conciencia, con la ética y el progreso espiritual? ¿ Son legítimas? Da igual la religión o el partido político en
el que se crea, porque la conciencia- que es la encargada finalmente de
valorarlo a uno- no admite programas humanos y antes o después nos lo hace
saber.
Sin embargo, desde las altas esferas de esos poderes
humanos – y con éxito, por desgracia- se intenta dejar al margen de la “cosa
pública” la conciencia y las leyes divinas, igual da se trate de un Gobierno,
se llame como se llame, que de una
institución Iglesia . Todos los
esfuerzos de estos dos pilares de dominación van encaminados precisamente a
hacer invisible el papel de la conciencia. Sus dirigentes y servidores sacrifican la ética y la moral personal para mantener privilegios y poder, y para
triunfar en este empeño no acostumbran a detenerse ante nada. Ni siquiera ante
la propia supervivencia de la vida en el Planeta. Primero ellos, luego el
Diluvio, es su forma de pensar y actuar. Por supuesto, todo eso se disfraza de
legalidad, cuando no de designio de la Providencia divina. Y en este juego
sucio pretenden hacer pasar por Justicia
lo que solo es Derecho; y por legítimo, lo que es tan solo legal y sujeto a la mudanza resultante del forcejo entre poderes.
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