DELITOS Y PERIÓDICOS
ANÍBAL MALVAR
Desde que La Razón
fichó al ex ministro de Interior Jorge Fernández Díaz no me pierdo uno solo de
sus artículos. No es que el piadoso político catalán nos cuente historias
fabulosas sobre cómo afinaba a la Fiscalía para que se investigaran noticias
falsas, cómo se ordenaba el asesinato con gases de unos migrantes en el mar,
cómo se conspira para crear una policía política paralela, para qué recibió a
Rodrigo Rato en secreto y en sede gubernamental cuando el milagrero mayor de la
Economía española ya estaba más que imputado, y en este plan. No. Más bien nos
relata tediosos acontecimientos.
Uno pensaba que un
hombre que ha hecho tantas cosas, aunque sean todas malas, algo de chispa, de
ingenio literario habría de tener, sobre todo teniendo en cuenta que al opusino
fráter Jorge los querubines de dios le ayudan en sus quehaceres domésticos:
«Tengo un ángel de la guarda que se llama Marcelo y que me ayuda a aparcar»,
dijo muy serio en una entrevista.
Parece mentira que
un señor que ha dado tanto juego y tanto meme otorgando medallas policiales a
las vírgenes, odie tanto la risa como el monje Jorge de Burgos de Umberto Eco:
«La función de la política no es divertir; el que quiera distracción, que vaya
al circo», escribe este cómico ex ministro en el último de sus textos de la
vieja.
Aunque solo fuera
por el bien de la literatura, yo instaría a la fiscalía a investigar un poquito
el turbio pasado de Fernández Díaz para distraerlo y apartarlo de las bellas
letras. Desde hace ya mucho tiempo, operan en manos de la justicia esas
grabaciones, con el director de la Oficina Antifraude de Cataluña, en las que
el entonces ministro está reconociendo varios delitos con esa naturalidad de la
que solo son capaces las almas más beatas.
Esta semana hemos
asistido a otro episodio de presunta inmersión de corruptos y corruptores en
nuestros medios de comunicación. El presidente del Consejo de Administración
del Grupo Prisa, Javier Monzón, era imputado en la Púnica por financiación
ilegal del PP madrileño. Este incómodo suceso asienta, además, su oneroso
trasero sobre dos de los pilares de nuestra democracia: el derecho de
información y la pulcritud democrática misma. Pues el mandamás de El País ha
sido imputado por su desvío de fondos al PP cuando estaba al frente de Indra,
la empresa semipública encargada de comisariar las eleccciones en nuestro país.
Parece una de esas películas de miedo en las que pasan tantas cosas horribles
que, al final, te acaban provocando risa.
Otro de los más
sonoros casos de señores de los medios involucrados en traviesas tropelías es
el de José Luis Ulibarri, un empresario poliédrico que hoy está en la cárcel
sin fianza por el caso Enredadera. Además de constructor, sus tentáculos en los
medios alcanzaron a posarse sobre El Mundo, Diario de León, Diario de Castilla
y León, Heraldo-Diario de Soria, El Correo de Burgos y Diario de Valladolid.
Sin olvidar sus denodadas aportaciones económicas para financiar la carrera
radiofónica en solitario de Federico Jiménez Losantos.
La proliferación de
personajes sospechosos en los grandes medios de prensa de nuestro país podría
derivar en un interminable y tedioso dramatis personae. Supongo que sucede en todas partes, pero no
deja de inquietarnos a los que no tenemos ángel de la guarda.
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