CORDÓN SANITARIO A PODEMOS (Y NACIONALISTAS)
LA BOCA DEL LOGO
La no-negociación
entre PSOE y Unidas Podemos para formar gobierno, apenas 20 horas de diálogo a
cara de perro, ha finalizado con la victoria del PSOE y la aparente derrota de
Unidas Podemos. El PSOE, pese al intenso teatro desplegado, ha ganado la batalla
porque nunca ha tenido intención de compartir el poder con su “socio
preferente”. Podemos sí, pero le ha sobrado ingenuidad y seguramente le ha
faltado astucia y tiempo. Deberá analizar la lógica de negociación utilizada,
las tácticas, la capacidad de sus negociadores, y ver si apuró o no el margen
de lo posible. Son asuntos determinantes. Pero aún más importante es analizar
el campo victorioso. El PSOE ha logrado su objetivo –no depender de su
izquierda y sobre todo de los nacionalistas–, sobrepasando varias líneas rojas.
Se ha adentrado en los mecanismos comunicativos de las nuevas derechas, el
fake, la posverdad. Y ha quemado varias casillas éticas, que, visto lo visto,
no afectan al éxito presente, pero dibujan las posibilidades del futuro. Y las
dibujan en términos muy inquietantes.
Resulta
inquietante, en primer lugar, que los documentos filtrados por el PSOE fueran
lanzados a los medios (y manipulados) no ya desde el partido sino desde la
misma vicepresidencia del Gobierno. Esto, en otro biotopo político, supondría
la dimisión o/y el oprobio de la vicepresidenta Carmen Calvo. El uso de datos
falsos y la dramatización de una negociación inexistente han culminado con el
despliegue de mentiras realizado en la última sesión de la investidura por
Pedro Sánchez y Adriana Lastra. Un político puede sembrar dudas y plantear
dilemas retóricos, pero no puede sustituir la realidad alegremente sin
penalización política o social alguna. Un líder de izquierdas no debería
recurrir a los hallazgos comunicativos de las nuevas derechas sin perder
prestigio, o sin perder algo muy íntimo, como la honestidad o la confianza de
sus votantes. Si las izquierdas, sea cual sea su función u opción, apuestan por
los mecanismos con los que la ultraderecha modula la propaganda en Europa y
Norteamérica, en vez de defender a la sociedad de la crispación y la mentira,
serán cada vez menos necesarias.
Por lo demás, el
PSOE de Sánchez parece no haber comprendido el fin del bipartidismo, algo que
han entendido, al minuto, las nuevas derechas y los nacionalistas periféricos.
Los socialistas parecen felices en el inmovilismo, buscando volver a ese pasado
bipartidista idílico –esto es, integrista– que regresó formalmente a España con
el discurso del rey del 3-O. Presionado desde arriba y desde dentro para no
escuchar a los independentistas, el PSOE ha presentado la coalición como una
idea peregrina de los jóvenes de Podemos, a quienes ha acusado de tener una
ambición desmedida y de no ser competentes. Curiosamente, así es como la UCD y
Alianza Popular presentaban al PSOE en el 82: unos muchachos –opina Sánchez,
como en su día opinaron Calvo Sotelo y Fraga– escasamente preparados y sin
experiencia de Gobierno. Es un indicio de que el PSOE es hoy, tácitamente, la
derecha del 82, y de hecho colabora con ella echando el candado a los cambios y
reformas que el país necesita. Si se diferencia de ella, y esta parece ser ya
la única baza de Sánchez, es porque, por más conservador que sea el PSOE,
siempre mantendrá millas de diferencia con los ultramontanos PP, C’s y Vox.
CTXT sigue siendo
partidaria de una coalición de gobierno PSOE-Unidas Podemos y del diálogo entre
estos y los nacionalistas catalanes y vascos, quienes por cierto se han
comportado de forma ejemplar durante los tres días del debate. Este abanico se
parece más a las sociedades del Estado que el muro de hormigón identitario que
venden las tres derechas. Pero, al tiempo, vemos cada vez más difícil esa
posibilidad, ya que el PSOE ha elegido despreciarla desde que ganó las
elecciones de abril.
En España, el
sistema económico, político y mediático ha tardado tres meses en integrar y
normalizar a la extrema derecha, y lleva cinco años poniendo un cordón
sanitario a la nueva izquierda socialdemócrata y a los nacionalistas. Esta es
la deprimente realidad expresada por Sánchez al decir que prefiere proteger a
España que gobernar con Podemos. Pero el gran problema es el insulto partidista
a la inteligencia y la voluntad popular, la incapacidad de las izquierdas para
construir futuro y la incultura (no solo democrática) de buena parte de nuestra
clase política y de nuestros medios de comunicación. Hoy, el PSOE ha apostado
firmemente por un modelo de sociedad, de partido y de Gobierno basado en la
mentira, la soledad y la manipulación. Es un gran cambio. Y tendrá
consecuencias imprevisibles.
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