IMPOSICIÓN DEL OLVIDO
EDUARDO SANGUINETTI,
FILÓSOFO Y POETA.
“Estamos aquí,
todos nosotros, con un pasado que nunca cesa, un futuro que nunca empieza, un
presente que nunca acaba”. (De mi ensayo “Morbi Dei”, Capítulo I, Editorial
Corregidor, 1985)
Frente a la imposición
del olvido y a la reconciliación amnésica del relato del poder, muchas de las
mejores novelas de las últimas décadas en el siglo XX, en Argentina ejercieron
una obstinada interrogación sobre la historia nacional y polemizaron, en muchos
casos, en el momento en que no era posible decir.
La narración
histórica en este presente bastardeado, escrita por rentados escribas vacuos e
ignorantes, en la arena sinuosa de la gran tradición del drama isabelino, la
historia, entra en escena como una genealogía del poder. Historia en la que
tiene lugar, cual doble tradición, el interrogante de si los hombres son, se
hacen o deshacen, al andar en un mundo materialista, economicista, con efecto
placebo inmediato.
A partir de allí,
cobra sentido la necesidad epistemológica y hermenéutica de definir y
establecer una nueva lectura de la historia: estamos ante una realidad compleja
y dentro de registros y códigos de saberes que fueron dejados de lado. Por otro
lado, los textos de la historia articulan, desarrollan y amplifican los núcleos
básicos de la ficción política nacional: la historia es, por lo tanto, un
laboratorio epistemológico que permite pensar las lagunas ficticias, las causas
ausentes y las escenas no dichas por la historiografía oficial.
La historia es algo
menos que la interpretación que hasta hoy declara la unicidad del conocimiento
humano, al devenir de las más disímiles comunidades, tan proclives en este
presente a lo epidérmico, frívolo y al aparente goce de lo inmediato, en
beneficio de disolver la poética de la historia, elaborando formas narrativas,
cercanas a la alegoría y el fragmento.
La clausura de
sentido está legitimada por decreto hoy en el relato de la historia devenida, a
lo que en un tiempo se denominó “inmortalizar lo trascendente”. Hombres-símbolo,
legitimados en actos de vida y que han brindado a sus comunidades una alegría y
un horizonte a alcanzar, merecerían sus nombres e imágenes replicadas en
monumentos y calles, símbolos de agradecimiento y fraternidad de las
comunidades que los han visto nacer y hacer, sin pedir nada a cambio…una
inversión de ¿causalidad y de casualidad?, una trampa, un trueque de
trascendencia por una obra, una vida.
La trampa se
flexibiliza, se disfraza, se desnuda, y nada por debajo del éxtasis, de un
mundo donde el ocultamiento de la verdad es el destino al que pareciera nos han
condenado las fuerzas de la destrucción y de quienes desdramatizan,
dramatizando acerca de apocalipsis cotidianos que solo son llamados en sus
deseos de permanecer, a cualquier costo, incluso cobrando la vida de nuestras
comunidades, al borde del camino de la vida.
El mundo hoy es una
cultura de lo epidérmico, de lo degradado que se perpetúa y hago mención
puntualmente a la relación político-cultural que divide y desorienta a los
pueblos mediante la especulación y la perversión del simulacro de ciudadanos,
en aparente ejercicio de sus derechos y garantías.
Las nociones de
tiempo, de espacio, de intereses, en fin, de existencia se hicieron diferentes.
El paradigma de la cultura ha obviado que la historia de este planeta ha sido
sufragada en base a esclavitud a las tendencias imperiales, al tráfico de
tradiciones ajenas e impuestas bajo presión, responsables absolutas de la
pérdida de todo referente de una historia donde instalar a las nuevas
generaciones, una historia que tuvo espacio de trascendencia en la “Imagen del
Mundo”. Pertenecen al pasado abolido, la tolerancia, la diferencia, el diálogo
entre iguales.
La Aldea Global no
es otra cosa que egoísmo, avidez, intemperancia, dilación, psicopatías, grandes
expectativas de fama y éxito devenidas en prostitución y delito perpetrado por
“los peores”. La riqueza cultural se defenestró por varias vías: una, la del saber
universitario y trascendente, presentido, seducido y deglutido por las
corporaciones macro económicas; y por otro lado la conducta del dominado,
inconforme con sus haberes. Por eso desde ese punto de nostalgias se le
impondrá lo foráneo sin resistencias de pueblos sometidos y esclavizados,
expulsados del “régimen” de la historia.
El homo sapiens en
franco retroceso a homo primates ha devenido en empresa, en rédito y materia
concreta de intercambio financiero, segregando su propio ser, que sería actuar
como motor de la historia en favor de la vida. Pero hay otro lazo disociativo
en la narración literaria de la historia: la mecánica económica que impone el
desequilibrio, las desigualdades, las diferencias. En ese conjunto los hombres,
como los animales, dan libre curso a su naturaleza sin advertir sus metas.
“Llegan a fines que
no son capaces de prever”. La resistencia no tiene espacio alguno, salvo la que
reivindica todo el planeta, para la economía de mercado, hoy triunfante, y que
por cierto posee una lógica propia a la cual no se enfrenta ninguna otra. Todos
parecen participar de estas ceremonias fúnebres, considerar que el estado
actual de las cosas es el único viable y posible, que el punto al que ha
llegado la historia es el que aparentemente la humanidad adormecida esperaba,
deseaba y anhelaba.
La alternativa, la
alteridad, sería el ensayo admirable del homo plus (el hombre por venir,
asimilado a los más diversos entornos, en las más disímiles circunstancias), de
crear confusión en las filas de la confusión, con un orden sutil, poniendo en
ridículo al ridículo, cual ensayo de entendimiento. Llevo a cabo, así, desde el
exilio de mi discurso de la verdad, la creación de un espacio textual, cual
"Blues Circunstancial" que, a partir de la lectura de los textos
invertidos de la cultura Prêt-à-porter hegemónica y homogénea, asumo los
silencios de la historia oficial argentina intentando generar una resistencia
al olvido obligatorio de la historia y su devenir, al que está sometido el
individuo de este tercer milenio.
Si la historia,
entonces, es un teatrum mundi, un escenario donde se produce la mutación de las
identidades y los roles cual protagonistas, sólo podremos reconocernos cuando
habremos salido de ella, observándonos en las escenas de nuestra historia, como
extranjeros o turistas, los que hemos sido expulsados de la misma, por decir y
actuar acorde a nuestras verdades, en compromiso con lo “real” y su alegoría,
en conocimiento, que deviene en responsabilidad.
¡Bienvenidos a este
Blues Circunstancial! Y no olvidemos que como he escrito como final ordenado en
mi libro “Alter Ego”: "La ilusión mientras dura es una realidad por
derecho propio".
(*) Filósofo y
poeta
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