VIENE...
DUNIA SÁNCHEZ
Viene la caída
de la tarde con su torpeza húmeda. Cada movimiento son gotas de sudor que se
arriman a mis muslos, a mis senos. Siento agotamiento. Y ahí, frente a mí, la
mar en su grandiosidad. Pero hoy no tengo ganas…¡maldita la negatividad de
sumergirme en su cuerpo azul, verde, gris¡ Mientras observo la ausencia del
oleaje, la ausencia de unas palabras que anuncien la complicidad de las
miradas, de las manos que al unísono erosionan toda pisada rebozada de
contrarias andaduras.
Un calderón se arrima a la costa, cae en la
arena en su último halito de libertad. Yo ante él.
XX:
He venido aquí con la enmarañada secuela del
hombre. He venido para fallecer en las
manos de esta arena: tersa, agradable. He perdido a mis compañeros, a mis
compañeras en las travesías por este globo turbio, de un ambiente que mata, que
daña de manera irreversible las mareas. Estás ahí, fija, mirándome. No sabes
que hacer. Déjame que muera en paz, así, solo con el acogimiento de una luna
que dará brío en otra dimensión distante a la vuestra.
çYY:
No puede ser.
Una ballena moribunda. No se deja atender ¡Qué hacer¡ Vamos amigo,
surmejárnonos en la extensión de este
océano. Yo iré contigo.
XX:
Mis fuerzas son
nimias, caídas, aletargados bajo el influjo de la vida. La nada me ronda, me
hiere. No puedo.
YY:
Si que puedes.
Pediré ayuda, una ayuda que nos lleve a las profundidades de las mareas.
Y pidió ayuda.
Agitada en su avance con celeridad llamo a las gentes que por allí pasaban y
olisqueaban ante la oscuridad cercana. Le llevaron hasta las aguas espumosas de
la libertad. De repente se sumergió en medio de las miradas y ella también. Se
alejaron en el gigantesco y bello océano.
YY:
Estamos juntos
en lo hondo de esta sábana arrugada azul. Es noche de luna. Respiro y vuelvo
otra vez a ti.
XX:
Sí, juntos.
Gracias amiga. Agárrate fuerte a mí y nunca te separes. La muerte es espejo
hueco que no me interesa ahora penetrar. Estoy bien así, contigo.
Zz: iac…iac.
Surco los mares y que encuentro una mujer y una ballena. Van juntos ¿a dónde?
iac …iac. Parecen felices. Me acercaré a ellos. Buenas noches, permitir ir en
vuestro viaje ¿A dónde vais?
YY:
Ha ningún
lugar. Solo el sentir la frescura de este océano, solo el sentir el amor por la
madre naturaleza . Ella nos dirige. No sabemos cuál será nuestro final. Alguno
habrá porque no somos eternos. Eternos son los instantes que saboreamos con
nuestros seres queridos sea de la especie que sea.
Zz:
iac…iac. Voy
con vosotros. Más allá del horizonte existe un paraje exquisito donde las
palmeras dan sombra a nombres anónimos.
Xx:
Eso. Me gusta
la denominación de ese sitio. Sí, somos anónimos a los ojos escarchados de
crueldad, a la huída masiva de almas hacia un destino incierto, a la masacre
del medio natural.
Y llegaron a la
isla de las sombras de los nombres anónimos.
El calderón se quedó en el océano, vigilante, catando los movimientos de
ella y la gaviota. En la orilla huesos y más huesos de formas distintas, de
seres llevados a la ventura hasta llegar
al descanso, a la paz.
YY: Me reactiva
está ínsula en medio de la nada. Solos. Sí, fuera de toda proyección influjo de
la demolición de las buenas artes de la nobleza de los corazones. Dime Zz que
haremos aquí. Noto un cierto olor agradable, atrayente.
ZZ:
Iac…iac. Es la
fragancia de los espíritus que vagan en silencio. Es la voz muda de la apacible
venida de la libertad. Aquí encallan. Aquí se refugian de las tempestades
tenebrosas del egoísmo que aflora en este mundo. Niños, mujeres, hombres se
condicionan en el vaivén de sus derechos asumiendo el bienestar que nos ofrece este pedacito del
planeta. Ahora me voy con Xx, te dejo.
YY:
Sola. Calladas
maneras de estar bien consigo misma. Ahí, a lo lejos el calderón y la gaviota.
Me protegen….así, en la distancia. Aquí echaré mis raíces, me liare en lo
profundo de esta arena y seré sosiego, calma sin que nadie difumine mis huellas
de lo que soy y seré.
Y se quedó en
la isla. Sí, se quedo con los afluentes que crean beldad, con las almas que
flotaron alguna vez aquel retazo de paz, con ZZ y XX como vigías de sus
singladuras por allí. A lo meses alumbró otro ser, medio ave, medio mamífero
marino, medio humano. Y sus ojos alargaron la felicidad en sus juegos.
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