LA GRAN MENTIRA: ESPAÑA NO NECESITA GOBIERNO
ANTONIO MAESTRE
Han pasado 233 días desde que los españoles
acudieron a las urnas el pasado 20 de diciembre. 33 semanas en las que los líderes
de los partidos políticos han dicho una cosa y la contraria sin ruborizarse.
5.591 horas de hastío ciudadano que, incrementado con la canícula de agosto,
favorecen que se instaure un pensamiento de parte. España necesita gobierno. Pero no un gobierno, sino uno determinado con unos intereses muy
particulares.
En el nuevo ciclo político abierto tras
el 26 de junio se ha instalado en la agenda pública la necesidad de formar
Ejecutivo por encima de cualquier circunstancia antes de acudir a unas
terceras elecciones. Para evitar la nueva coyuntura electoral se está presionando
al PSOE para que se abstenga y permita gobernar al PP de Mariano Rajoy a pesar
de que el partido de Pedro Sánchez tenía como línea principal de su campaña
electoral el no frontal al Partido Popular. La apelación a la
responsabilidad institucional y los intereses de España se esgrimen para
favorecer una determinada posición que esconde unos intereses
concretos muy diferentes a los que tiene la ciudadanía, que a tenor de lo
mostrado en las urnas el pasado mes de junio es muy diversa y heterodoxa.
La principal circunstancia que ha
impedido que en España haya un gobierno, del color que sea, ha sido la decisión
de los ciudadanos en las urnas. Los votantes han elegido un parlamento
multicolor con abundancia de diferencias y vetos cruzados. Apelar a que la ciudadanía quiere un gobierno determinado por
encima de cualquier otra consideración es hablar de espaldas a las urnas y
atribuyendo una portavocía genérica que no es posible. Si los ciudadanos
hubieran querido que Mariano Rajoy gobernara hubieran votado esa opción de
forma mayoritaria, sin embargo los datos arrojan una realidad diferente. De los
35 millones de ciudadanos llamados a las urnas 28 millones eligieron una opción
distinta a la que ofrecía el PP.
El régimen parlamentario que rige en
España dicta la posibilidad de que Rajoy gobierne con su 33% de los votos y sus
casi 8 millones de apoyos, pero ésa no es ni mucho menos la opción elegida de
forma mayoritaria por los españoles, ni la única posible, ni sobre todo la
prioritaria por encima de unas terceras elecciones. Ese alegato es una posición
política, muy particular, pero no es la única aceptable ni la única que
evitaría unas terceras elecciones, que parecen ser el mal a evitar según los editoriales cebrianinos.
Lo cierto es que los vetos y bloqueos, y las necesidades de
conseguir apoyos para gobernar, no tienen nada que ver con la responsabilidad
de Estado e institucional, sino que se deben a simples
intereses partidistas y un cuidado exquisito de los egos y bienes
personales.
El Partido Popular empuja al PSOE con el
mantra de la responsabilidad y la sensatez. Pide a Pedro Sánchez que se
abstenga para facilitar el gobierno por el bien de España, que necesita un Ejecutivo
para afrontar sus compromisos con Europa y no perjudicar más la economía.
Ignoramos dónde estaba la responsabilidad de Estado del PP cuando votó en
contra de un acuerdo del PSOE y Ciudadanos para formar gobierno. Un acuerdo que
ahora esgrime en 125 puntos
coincidentes para acercar a Ferraz a sus postulados. Parece ser que en marzo la economía no sufría y no había
compromisos que cumplir con Europa. Y Rajoy no se toca, todos los
partidos coinciden en que su presencia es el mayor obstáculo, pero por encima
de España está la carrera profesional del señor Brey.
Ciudadanos ha cambiado su negativa
radical a Rajoy por una abstención “responsable”, pero no por los españoles, ni
por esa supuesta visión de Estado, sino por el miedo a desaparecer cual CDS
sepultados por el voto útil en favor del PP en unas hipotéticas terceras
elecciones. Los medios de comunicación de forma
mayoritaria, una vez más, alaban a Albert Rivera lo que llevan años criticando
del resto de formaciones. Que digan una cosa en campaña y cuando
consiguen los apoyos cambien de posición. Al menos Ciudadanos miente a los
electores de forma orgullosa. Fernando de Páramo, secretario de comunicación de
Ciudadanos, lanzaba un aviso a navegantes, no les importa la hemeroteca y
cambiarán su palabra las veces que haga falta por el bien de los españoles.
Aunque no sabemos qué españoles son esos de los que habla a los que se miente
por su bien.
El PSOE bastante tiene con soportarse. Lo único coherente
que han hecho en la última década es mantener, por ahora, el no a Rajoy.
Cualquier lector interesado en política tiene que asistir asombrado a cómo los
periodistas más ilustres y los editoriales de los diarios antaño
respetados exigen a Pedro Sánchez que rompa el compromiso electoral que firmó
con los votantes. Vivimos tiempos extraños. Años pidiendo desde páginas de
periódicos, cadenas de televisión, tribunas académicas y consejos de
administración a los políticos que no mientan en campaña y cuando por fin un
partido se mantiene en su posición prometida se le presiona para que la cambie.
Víctima de la agenda mediática de esta
nueva etapa, el PSOE es a pesar de todo el único responsable de su situación.
Sus propios vetos a aceptar abstenciones de independentistas para intentar un
gobierno de izquierdas le mantiene anquilosado. Otrora partido de izquierdas,
hoy vive acomplejado por la repercusión que tendría acercarse a los
independentistas para negociar una salida cordial con los nacionalistas en
Cataluña. Los antiguos compromisos del PSC para convocar un
referéndum han sido borrados del ideario socialista, como una nebulosa, para no
aceptar que su actual política con Cataluña es un complejo socialista con la
posición de la derecha en lo que respecta a la organización territorial.
Pedro Sánchez tiene miedo de desatar la
ira furibunda de los medios de masas por “romper España” y ha dejado que Susana
Díaz imponga el veto a los nacionalistas para arrinconar al secretario general
en una posición imposible y ocupar su lugar cuando fracase. Díaz sabe que
imponiendo el veto a los nacionalistas impide un posible acuerdo con Podemos,
sabe que sin esos votos no dan los números. Y, mientras, espera silente desde el sur verse despeñar a su compañero con su
vara de mando y pajes a los flancos.
Aunque todo esto no sería posible sin
Podemos. El verdadero stopper de la constitución de
gobierno. Si no existe un Ejecutivo es por el partido de Pablo
Iglesias, que tras el golpe sufrido en las pasadas elecciones asiste en cuarto
plano a la constitución de una legislatura que impide con su
simple existencia. Iglesias atusa sus barbas esperando un paso en falso
del PSOE sabiendo que su mera abstención pone a Podemos en una situación
privilegiada. La oposición ante el gobierno de la casta. Término que sería
convenientemente recuperado. La ocasión sería propicia: PP y Ciudadanos
gobernando con la connivencia del PSOE. Casi el sueño húmedo de
Pablo Iglesias, que preferiría una gran coalición que los dejara como única
alternativa. Sin Podemos, sin Pablo Iglesias, el PSOE ya habría negociado una
abstención técnica, si no la Große Koalition.
Pero la amenaza por la izquierda los mantiene atemorizados y atenazados.
El miedo ganó en las
pasadas elecciones. Unos comicios polarizados favorecieron la pervivencia del
statu quo y que los intereses del establishment permanecieran a salvo. Al miedo
se le está sumando el hartazgo, y los creadores de la agenda son conscientes de
los réditos que otorga manejar estos sentimientos en su propio interés. No es cierto que España necesite gobierno, este
gobierno. Existen muchas alternativas que los que no están interesados en ellas
se encargan de que parezcan imposibles o perjudiciales. Nos están engañando.
España no necesita un gobierno. Su España necesita este gobierno.
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