miércoles, 10 de agosto de 2016

NO DEJARSE DOMESTICAR

NO DEJARSE DOMESTICAR

JESÚS CINTORA
Fernández Villa recibió en doce años 243.462 euros en talones nominativos
El jeta sindical existe y el caso de José Ángel Fernández Villa simboliza lo peor. Como dicen algunos mineros asturianos, el protagonista de esta historia “nun bajó al pozu en su vida”. No bajó, porque lo suyo era subir. En los años 60, Villa empieza a trabajar como maquinista en el exterior de la mina. En los 70 se hace liberado sindical y llega a liderar SOMA-UGT. En los 80 inicia una carrera política que le llevó a diputado autonómico socialista y, ya en los 90, a senador. En esa década, a los 53 años, se jubila, con la pensión máxima de invalidez, cobrando más de 2.500 euros al mes.

Muchos sabían que “El Villanu”, como ahora le llaman algunos, había fingido un accidente para tener una jubilación dorada, pero esto se mantuvo en la oscuridad del carbón. Hasta tal punto, que el gobierno de Zapatero le concedió a Villa la Medalla al Mérito en el Trabajo. Sin duda, seguía en racha. A cielo abierto. Tuvieron que pasar casi 20 años desde su jubilación hasta que cayó en barrena. Entonces, supimos que nuestro héroe también había recurrido a la amnistía fiscal de Montoro. Nada menos que para lavar casi un millón y medio de euros. De origen desconocido.

Dicho de otra forma, cuando los trabajadores se partían el lomo, “El Villanu” cortaba el bacalao. La suciedad de los despachos puede ser más negra que el pozo. Fernández Villa aprovechó el poder de intimidación de la lucha minera, para medrar con los jefes. Conseguía los mejores puestos, sueldos o vacaciones, pero también intervenía para poner cargos en el sindicato, en el partido, en el Ayuntamiento, en el Gobierno autonómico, en medios de comunicación o en la Caja de Ahorros asturiana (una de esas entidades que luego hubo que rescatar con dinero público).

Es todo tan chungo como la historia de su “invalidez”. Falsificó documentos hasta escribir que se había caído en la mina, pero la versión inicial nos remonta a que le cayeron encima unas cajas de sidra. Borracho de éxito, se jubiló y quedan por aclarar las presuntas mordidas en los fondos mineros o en el montepío de los trabajadores. Lo último que sabemos es que Villa padece “grave trastorno memorístico”.

Ojalá se recupere, pero alguien debería contar la verdad. Hay quien aprovecha estos casos para decir que todo el sindicalismo sobra, pero la unión sindical de los trabajadores ha servido y sirve para defender derechos y el avance social. Lo mejor es separar el polvo de la paja y no meterlo debajo de la alfombra. Como dijo Marcelino Camacho: “Ni nos domaron, ni nos doblaron, ni nos van a domesticar”. Venderse es un síntoma de que te han domesticado ya.

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