NO DEJARSE DOMESTICAR
JESÚS CINTORA
Fernández Villa recibió en doce años
243.462 euros en talones nominativos
El jeta sindical existe y el caso de José Ángel Fernández Villa
simboliza lo peor. Como dicen algunos mineros asturianos, el protagonista de
esta historia “nun bajó al pozu en su vida”. No bajó, porque lo suyo era subir.
En los años 60, Villa empieza a trabajar como maquinista en el exterior de la
mina. En los 70 se hace liberado sindical y llega a liderar SOMA-UGT. En los 80
inicia una carrera política que le llevó a diputado autonómico socialista y, ya
en los 90, a senador. En esa década, a los 53 años, se jubila, con la pensión
máxima de invalidez, cobrando más de 2.500 euros al mes.
Muchos sabían que “El Villanu”, como ahora le llaman algunos,
había fingido un accidente para tener una jubilación dorada, pero esto se
mantuvo en la oscuridad del carbón. Hasta tal punto, que el gobierno de
Zapatero le concedió a Villa la Medalla al Mérito en el Trabajo. Sin duda,
seguía en racha. A cielo abierto. Tuvieron que pasar casi 20 años desde su
jubilación hasta que cayó en barrena. Entonces, supimos que nuestro héroe
también había recurrido a la amnistía fiscal de Montoro. Nada menos que para
lavar casi un millón y medio de euros. De origen desconocido.
Dicho de otra forma, cuando los trabajadores se partían el lomo,
“El Villanu” cortaba el bacalao. La suciedad de los despachos puede ser más
negra que el pozo. Fernández Villa aprovechó el poder de intimidación de la
lucha minera, para medrar con los jefes. Conseguía los mejores puestos, sueldos
o vacaciones, pero también intervenía para poner cargos en el sindicato, en el
partido, en el Ayuntamiento, en el Gobierno autonómico, en medios de
comunicación o en la Caja de Ahorros asturiana (una de esas entidades que luego
hubo que rescatar con dinero público).
Es todo tan chungo como la historia de su “invalidez”. Falsificó
documentos hasta escribir que se había caído en la mina, pero la versión
inicial nos remonta a que le cayeron encima unas cajas de sidra. Borracho de
éxito, se jubiló y quedan por aclarar las presuntas mordidas en los fondos
mineros o en el montepío de los trabajadores. Lo último que sabemos es que
Villa padece “grave trastorno memorístico”.
Ojalá se recupere, pero alguien debería contar la verdad. Hay
quien aprovecha estos casos para decir que todo el sindicalismo sobra, pero la
unión sindical de los trabajadores ha servido y sirve para defender derechos y
el avance social. Lo mejor es separar el polvo de la paja y no meterlo debajo
de la alfombra. Como dijo Marcelino Camacho: “Ni nos domaron, ni nos doblaron,
ni nos van a domesticar”. Venderse es un síntoma de que te han domesticado ya.
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