EDUARDO SANGUINETTI,
FILÓSOFO
"Era un hombre sin importancia colectiva, apenas un
individuo"
Louis Ferdinand Céline
Al modo rilkeano,
intentaré en este editorial, meditar sobre mis huellas e intentar construir una
arqueología de la significación de mi paso en el acontecer de la cultura y la
política de este tiempo. Unas huellas que, por su insistencia transmutan el recuerdo
individual en social.
Saber es acordarse,
hacer no lo es menos. Siempre tuve el deseo de lograr llevar a cabo un giro de
180º en "el estado de las cosas" en que se debate el mundo y sus
pueblos, un obstáculo gravoso, que devino en lograr renunciar, liberándome de
los "lazos parentales", que tanto daño hicieron en este sistema
necrótico y escatológico, dando espacio a poder ser, en el más estricto sentido
ontológico, a mi persona, en pertenencia a un espacio y tiempo, efectuando la
donación en actos nutridos de libertad y estremecimiento, que sobrevuelan las
voces.
Asimilado a una
actitud y aptitud neoestoica, en mi vivir, no me canso de repetir, frente a la
posibilidad de otra "sociedad posible", con un entusiasmo que no
disimulo, desmintiendo y denunciando desde mi "locus solus", a los
embaucadores pseudotéoricos de la política y de la sociología neoliberal, que
preveen una nivelación cada vez más deprimente del estandar cualitativo hacia
planos cada vez más bajos, al alcance de los hombres del presente, gradualmente
más condicionados e imbéciles.
Muchas son las
dificultades a las que debo enfrentarme, cuando intento comunicar
denuncias,inquietudes, excitaciones, desde un medio abierto a otro enteramente
parado. No ignoramos, basta mostrar un mínimo entusiasmo y participación frente
a una Argentina, que simuladamente lo está poniendo todo en discusión, para que
nos caigan a los destructores de absolutos y pragmas, el accionar asesino de
sicarios del poder de turno, de deprimentes militantes de la farsa y la
estafa... sumadas a las constantes amenazas, censura total y absoluta impuesta
por el régimen imperante, devenido en una democracia procedimental, que
gobierna un Estado inexistente.
Hay demasiados
muertos sin vigencia en una comunidad como la argentina, sentenciada por un
sistema judicial y policial represivo, necrótico y disfuncional, que promueve
sus héroes desde las pantallas y redes de la web, al servicio del simulacro.
Imposible una
democracia sin ideas. No es lo mismo la idea de democracia, que la democracia
de las ideas. En tiempos de Carta Abierta, uno de los tantos espacios de los
que he sido excluído, creo fue un encuentro de ideas, de todos los que al
unísono, replicaban en re sostenido. ¿Fue trascendente? Podremos ni siquiera
darles importancia. Pero ahí están... hoy perduran, en otros ámbitos, de la
derecha neoliberal conservadora... creo hay que tenerlo muy en cuenta.
Lo que llamamos
vida guiña su ojo económico y las renuncias necesarias de funcionarios
incapaces nunca llegan.
Me refiero de
manera puntual a los violentos acontecimientos que vienen sucediendo desde hace
un tiempo, en mi querida tierra, donde la justicia está de la mano de la
desmesura y el anacronismo en acto.
Así pasan los días
y las horas se convierten en asuntos negociables, todo tiene valor en moneda.
El mercantilismo impuso su substancia, ante el amparo de la ley, cual
contragolpe constitutivo de discontinuidad al denominado orden vigente.
Vivimos en un
estadio donde la democracia ha tomado perfiles muy difusos. Si por democracia
entendemos el ejercicio efectivo del poder por parte de un pueblo, que no está
dividido ni ordenado jerárquicamente en clases, es claro que estamos lejos de
una democracia.
Me parece muy
evidente que estamos viviendo bajo un régimen de dictadura de clase, de un
poder de clase que se impone desde la violencia, incluso cuando los
instrumentos de esta violencia son institucionales y constitucionales.
En mi ensayo “El
Pedestal Vacío” (1993, Ed. Catari) en lo que amplío mis certezas acerca del simulacro
y la mentira, convoco a la vez los fantasmas, a los que se refirieron tantos
notables intelectuales destructores de las evidencias simuladas que instaló el
poder a lo largo de la historia, que hoy reaparecen por todas partes a modo de
mentiras de ninguna verdad. El desarrollo de las tecnologías y las
telecomunicaciones provoca la apertura a un espacio de una realidad fantasmal.
No tengo dudas de que la tecnología de punta, en lugar de alejar fantasmas,
abre el campo a una experiencia en la que la imagen no es ni visible ni
invisible, ni perceptible ni imperceptible, simple y trágicamente un recuerdo
escindido.
No dejo de insistir
en el affaire de los medios y de la transformación del espacio público a través
del universo de las corporaciones económicas de los medios de comunicación y de
la web, conformadas por máquinas de producción de fantasmas. No hay sociedad
que se pueda comprender hoy sin entender esa condición fantasmagórica de los
medios y su relación con los muertos, las víctimas, los desaparecidos que
forman parte del imaginario social. El demonismo convierte a esta suerte de
nihilismo y escepticismo en fe, y puede definirse como la mentira de ninguna
verdad convertida en la verdad de ninguna mentira.
No puedo dejar de
mencionar los asilos, las cárceles y las neurolagias sociopolíticas... o algo
sobre los empresarios, las "top" models, o quizás sobre genios
desconocidos... sobre la irreflexión y la bajeza, algo sobre la moral o el rock
and roll. No sé... sobre la vejez como horror ejemplar, sobre el suicidio de
los pueblos... no hago más que rozar y arrojar algunas palabras: aisalmiento,
degeneración, vulgaridad, ignorancia, prostitución, mentira... hago hincapié en
el envejecimiento, la inutilidad creciente y puesto que rápidamente nos cansamos
de la comedia del espectáculo de la existencia, de todo el arte dramático... un
día, en un solo instante, en el instante decisivo, nos arrojamos al espejo que
ya no refleja nuestra imágen.
Instrumentos de la
decadencia, criaturas de la agonía, todo es claro, nada se comprende. La
resurrección de dioses y demonios crece cuanto crece la incertidumbre. En ella
afloran al mismo ritmo todo tipo de creencias y descreencias, que crecen en su
propio ocultamiento, del mismo modo que los desastres ecológicos, la extensión
de un apocalipsis, se sustenta en siglos y siglos de valores que contemplan y
predestinan holocaustos cotidianos frente a los que la indolencia de esta
civilización, que descree lo que supone superado, convirtiéndose en cómplice de
los delitos que se perpetran minuto a minuto, en nombre del entendimiento y el
ensimismamiento de la diferencia en relación.
La realidad se
transformó en sujeto del destino, mientras el sujeto es apenas su objeto:
absoluta crisis de lo absoluto. Paralizados en la anarquía de la página, el
origen cierra sus puertas, y la tierra de nadie recoge el desperdicio de restos
humanos, que respiraron la atmósfera podrida de este tercer milenio.
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