MENOS INDIGNACIÓN,
MÁS CRITERIO
ELISA BENI
Arden las redes. Duelen las lenguas. Atrona el
ruido de las vestiduras que se rasgan. Cada vez tengo más la sensación de vivir
en un mundo falso construido de polémicas que no lo son pero que desatan a la
siempre bienquerida inquisión y de indignaciones que se apagan en un click de
ordenador. Será el verano, o no. Lo cierto es que ayer me vi obligada a leerme
una carta de dos obispos casposos, el de Getafe y el de Alcalá de Henares, para
poder opinar sobre su doctrina que incita a la rebelión de las huestes
católicas contra la Ley de Transexualidad de Cifuentes. No voy a comentar el
contenido. Me quedo con la copla de que yo, que jamás me hubiera tenido que
enterar de lo que predican estos señores en unos templos a los que no acudo, no
sólo he recibido su mensaje sino que, aunque sea para criticarlo, lo he
comentado ante millones de espectadores. Amplificando lo que cada vez más es
una minoritaria opinión seguida por unos fieles que, por otra parte, ya
pensaban como estos señores antes de oírles. ¿A qué darles pábulo?
Tuve también el otro día que pronunciarme sobre
la, al parecer, intolerable e inasumible situación de unos padres que quieren
llamar a su hijo Lobo. Otras miles de personas llevadas de la indignación del
click, les habían regalado su apoyo y su activismo sin molestias. No entro
tampoco a valorar cómo debe llamarse esa criatura pero quiero hacer constar que
también tuve que opinar sobre una cuestión que está perfectamente regulada en
el Código Civil y en los reglamentos aprobados y que tiene un procedimiento
legal claro. Leí ayer que los padres, aún sabiendo ya que su recurso será
aceptado, andan clamando por la situación de su criatura a la que pueden ir
llamando Lobito en casa porque no creo que tenga que realizar muchos más
trámites que precisen de filiación de aquí a que les den la razón.
Las redes se han desangrado también últimamente
con las opiniones de un cantante argentino -no se si estúpido o provocador- al
que no conoce ni dios aquí en España y que fueron realizadas en un foro que
tenía como norma la privacidad. ¿Qué movió a un estudiante a romper esa
cláusula para extender por todo el planeta una opinión que consideraba
inaceptable? ¿por qué no se levantó en el aula y la lió parda y luego se fue a
su casa con el alma tranquila sin llenar de ideas de mierda las redes? No sé.
Casi siempre procuro no opinar sobre estas polémicas estultas si no me veo
obligada a ello. Sí, señores y señoras, hay anormales que piensan estupideces.
En Argentina y en el bar de la esquina. No vamos a conseguir jamás acabar con
ellos. Dejemos de hacerles el caldo gordo.
Tenemos también el caso de los que para
denunciar la existencia de una etiqueta en Twitter racista, machista, pedófila
o yo que se qué otra aberración, comienzan a enviar miles de mensajes
conteniéndola, por lo que logran convertirla a veces en trending toping
planetario. ¿Es buena idea amplificar cualquier barbaridad proferida por
cualquier bárbaro ignoto? Pensemos sobre ello.
Mostrarse sensible es, sin duda, propio de
seres humanos buenos. Con los animales, también. De lo que dudo es de que
demuestre mucho criterio lanzarse a golpearse el pecho y a mesarse los cabellos
ante la brutalidad de unos perros rebozados en alquitrán que se lleva a cabo en
un país, Rumanía, en el que hay pueblos enteros en los que casi todas sus
jóvenes han sido vendidas para la prostitución en los países más prósperos.
Comprenderán que tratando así a sus mujeres, lo de los perros casi puede darse
por supuesto. ¿Qué nos lleva a sentirnos mejor si reaccionamos como soldados de
la compasión ante la foto de los animales sin reflexionar sobre de qué sistema
y de qué país estamos hablando?
Luego aparecen los que quieren prohibir todo.
Retirar libros de las librerías. Quemarlos, qué se yo. Las críticas son libres
y deben realizarse. El siguiente paso, el de la censura, el que pretende evitar
que las ideas que consideramos inconvenientes puedan publicarse, ese es el que
se está dando peligrosamente con demasiada soltura. A toda estas benditas
personas quiero recordarles que las obras del Marques de Sade se encuentran
afortunadamente en todas las librerías -menos en las del Opus, cierto es-. Nada
que diga ningún imbécil en las redes sociales va a ser más fuerte que lo que ya
escribió el libertino francés. Relajémonos. Yo no me voy a poner a tuitear
frases de Justine y, a cambio, tampoco vamos a amplificar los deshechos
mentales de algunos.
Podrían seguir pero, me vais a perdonar,
estamos de asueto y una también tiene derecho a un tiempo de reflexión al menos
del tamaño del de Don Mariano. Como vosotros seguro que tenéis más suerte,
podéis darle vueltas un poco a esto que os dejo dicho. La indignación está muy
bien y puede movilizarnos para acabar con la injusticia pero siempre deberíamos
dejarla manar tras un paso por el buen criterio. Aunque sea rápido. La vida
consiste en un activismo virtual que debe resultarnos liberador, no hagamos que
sea entontecedor. ¡Buen puente!
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