CORRES...
DUNIA SÁNCHEZ
Corres y corres. Te eriges sobre un arco cenizo.
Deseas ser aliento del ambiente que te rodea. Pero, incapaz, te hundes en
ciénagas donde se estremecen tus huesos, tus ojos. Corres y corres con el fin
de espaciar cada rito del grito a la oquedad del callar de tus paredes. Un
quejido en la lejanía, un desorden que te presta el destino y tú no quieres
entregarte. Miras la rueda que se erigen al norte. Sí, allí, donde las montañas
se cubren de un verde brioso a tu mirada. Corres y corres. Te adentras en la espesura
de su hermosura, de su lindeza. Te ves reflejada en un arroyuelo. Arrugas de
una vejez precoz, canas del daño que se anticipado antes de tus vuelos
sublimes, efímeros bajo la orden de la libertad. Luchas, otra vez el tintineo
de tu corazón, de tu alma que se vuelve azul. Sí, azul en el equilibrio madre
naturaleza y tu. Corres y corres hacia el pico más alto. Allí, alzas tus
brazos, tus ojos y observas el devenir del mañana. Coges una piedra y escribes
en el aire que te rodea tus propósitos. Un pinzón azul se te acerca, se te
arrima con el cariz de la belleza. Os miráis y con la lentitud de la caída del
día eleváis vuestro cuerpo más allá del mar de nubes. Ahí está el don de la
vida, el don de las preciosas posturas del anochecer. Las constelaciones te guían,
te hablan…dicen de un paraje más allá de tu ser vetado, de un lugar donde la
esencia de nuestro yo se mece con el ronronear de la verdad.
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