¡CÓMO NOS HACEN PERDER
EL TIEMPO!
JUAN TORTOSA
1Llevan los
tertulianos de guardia repitiéndolo todo este mes de agosto y lo cuentan como
si estuvieran descubriendo la pólvora: Perdimos el tiempo en primavera -dicen-
cuando elucubrábamos sobre pactos y variantes posibles para una imposible
investidura. Perdimos el tiempo pensando que una solución era factible. Pues
sí, queridos, perdisteis el tiempo con tanta ecuación, tanto caldo de cerebro y
tanta paja mental, y lo que es peor: continuáis perdiéndolo ahora. Igual o más.
Estamos todos perdiendo miserablemente el tiempo desde el mes de enero mientras
los políticos juegan ahora al escondite, ora al mus ora al póker, nos vacilan
sin pudor o se ríen a carcajadas en nuestra propia cara. Y, como en la canción,
nosotros nos empeñamos en continuar preguntándonos cuándo, cómo y dónde para
que ellos siempre respondan quizás, quizás, quizás. Y así pasan los días,
nosotros desesperando y ellos contestando quizás, quizás, quizás.
Cuesta trabajo
asistir impasible a esta mascarada, a esta ceremonia de la confusión, a este
cuento chino. Nunca fue la política en España más mentira que en este 2016.
Nueve largos meses ya mareando la perdiz, un año perdido para todo lo que
soñábamos y un año ganado por los poderosos, que saben que hay momentos
históricos en que perder el tiempo es la mejor manera de acabar ganándolo. Se
trata de hacer perder la paciencia a quienes queremos que las cosas cambien
hasta que, desanimados, exhaustos… cautivos y desarmados, los pocos que se
animen a votar en la próxima convocatoria lo hagan para refrendar que las cosas
sigan como están y el desastre continúe.
Desorientados,
los ciudadanos nos hemos ido cociendo en el fuego lento de nuestra propia
desesperación mientras ellos, tan panchos, de puente en puente y de playa en
playa, hacían como que se reunían este agosto intentando que nos creyéramos que
buscan un acuerdo que ni quieren ni desean. Como en el refrán, “ni se muere ni
cenamos”. Un año más de desigualdades intolerables, un año más de aumento de la
pobreza, de overbooking en Cáritas, de empleos miserables, de contratos
laborales de juzgado de guardia… Un año más de corrupción, de recortes, de
pérdida de derechos, de deterioro en la sanidad y en la educación públicas…
Nos hemos
instalado en un limbo tan desconcertante como sospechoso y de propina, como
diría Enric Juliana, los de Podemos haciendo el muerto en la orilla, instalados
en aquella indolencia que otrora tanto combatieron. No entiendo nada. A los
únicos que entiendo es a los de Ciudadanos, los más cínicos y desvergonzados de
todos, pero también los más consecuentes. Nacieron para hacer justo lo que están
haciendo, y a fe que están cumpliendo con su papel.
Pero no
entiendo a Pedro, ni a Pablo, ni a ningún otro apóstol de los que, ya en el
otoño pasado, andaban predicando una buena nueva que ni está ni se le espera.
Tampoco entiendo a Mariano, tan ladino y cauto él, presentándose finalmente a
una investidura que solo se explica si cuenta con un conejo en la chistera para
sacar en el último minuto. ¡Ay, cuánto me acuerdo estos días de Tamayo y Sáez,
aquellos dos socialistas que, con su cinematográfica ausencia en 2003 del pleno
de investidura de Rafael Simancas permitieron la irrupción, cual elefante en
cacharrería, de Esperanza Aguirre en la Comunidad de Madrid.
Hay quien
sostiene que el as en la manga de Mariano es el anunciado fracaso del PSOE en
las elecciones vascas y gallegas y la posible necesidad del PNV del apoyo del
PP para gobernar en Euskadi. A mí la verdad es que tanto ajedrez ya me aburre y
me da mucha pereza. ¿Alguien me puede explicar todo este quilombo? Y mientras
tanto, como en la canción, “así pasan los días y yo, desesperando y tú, tú
contestando quizás, quizás, quizás”.
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