MINTIENDO CARA A CARA
DAVID
TORRES
Los candidatos a la
presidencia del Gobierno, el socialista Pedro Sánchez (i) y el popular Alberto
Núñez Feijoo, antes de iniciar el debate electoral hoy lunes en Madrid. -JUANJO
MARTÍN / Agencia EFE
Me pregunto si un debate televisivo como el celebrado ayer entre Sánchez y Feijóo puede servir realmente para que algún votante cambie de opinión o se anime a acudir a un colegio electoral dentro de dos semanas. Otra cosa es lo divertido que resulta para los analistas políticos, los periodistas y los cuñados en el bar. A falta de fútbol y de las discusiones sobre las faltas en el área, bien pueden venir las patadas bajo la mesa (y también sobre la mesa) que se propinaron los dos candidatos en un vistoso diálogo de sordos que en algunos momentos parecía una bronca entre pandilleros y en otros momentos un duelo al sol.
Desde que empezaron
a hablar de economía, Feijóo y Sánchez repitieron un célebre número cómico de
los Monty Python, aquel en que un tipo paga una libra por una discusión de
cinco minutos y su interlocutor le dice que no están manteniendo una discusión.
Sí es una discusión, no es una discusión, sí lo es, no lo es, sí lo es, no lo
es, y así hasta que llega un momento en que el interlocutor toca el timbre y
dice que han pasado los cinco minutos y se acabó la discusión. Les recomiendo
que lo vean, porque tiene mucha gracia, mucha más que el intercambio de
mentiras, medias verdades, desmentidos y trolebuses que se lanzaron a la cabeza
a base de cifras, estadísticas, gráficos y datos que se estiraban desde un lado
y desde el otro. Nueve mil millones por aquí, seis mil millones por allá, sí lo
es, no lo es.
Más que un
encuentro de fútbol leñero, la sensación era la de contemplar una partida de
futbolín, no sólo por los dos protagonistas, sino por los árbitros, tan rígidos
e inocuos como sendos porteros de futbolín. Hubiera estado muy bien ir
comprobando cada una de las afirmaciones que ambos candidatos iban poniendo
sobre la mesa, una serie de contradicciones flagrantes que planteaban dos
realidades distintas, dos pasados alternativos, dos países más bien: la
izquierda y la derecha.
El momento en que
los dos países aparecieron en tierra firme, más allá de los bandazos en alta
mar, fue cuando Ana Pastor le preguntó a Feijóo por la violencia de género, con
varias mujeres recién asesinadas, y el gallego salió por peteneras, criticando
la 'ley del solo sí es sí', lo que dio pie a una feroz réplica de Sánchez
solidarizándose con las víctimas y echándole a su adversario al cuello el ancla
de Vox. Feijóo todavía andaba muy lejos de la costa, tragándose sus pactos con
los chicos duros de Abascal, la homofobia rampante de su propio partido y sus
lamentables declaraciones sobre el "divorcio duro" de un político
condenado por violencia machista. "Un error judicial se corrige: el
machismo no" concluyó el Presidente con un último garrotazo.
Más de veinte veces
repitió Sánchez en el debate el concepto de que el PP es Vox, algo tan evidente
que Feijóo decidió cantar por bulerías, proponiendo varias veces una especie de
pacto entre colegas para que gobierne la lista más votada, tontería monumental
que ha quedado rebatida en numerosas ocasiones a lo largo de la democracia
española, la última de ellas en Extremadura gracias precisamente al PP. En el
juego sucio de las zancadillas con el Falcon, Marruecos y Bildu, Feijóo se
encontró con la patada en la boca de si aprobaba lo de "que te vote
Txapote", el mantra de la derecha en las últimas elecciones que tanta
vergüenza ajena da, que debería darla propia y que han criticado diversos
familiares de víctimas del terrorismo. Sacar a pasear el cadáver sagrado de
Miguel Ángel Blanco, cuando el PP utilizó una fundación con su nombre para
blanquear dinero, es una perfecta muestra de la hipocresía y el cinismo en que
se mueve Feijóo.
En definitiva, en
este combate lleno de golpes bajos, de menciones al terrorismo etarra y al
independentismo catalán, a la corrupción endémica de los populares y a la
barbarie de Vox, al menos Sánchez tuvo el detalle de aludir únicamente al
secretismo de los misteriosos sobresueldos de Feijóo y de señalar que él mismo
se considera un presidente honrado y limpio, mientras pasaba por alto la
amistad íntima entre un narcotraficante y un político, una foto que resume para
cualquiera con ojos en la cara el Verano Azul del PP. Por lo demás, tirarse al
fango y emprenderla a mamporros verbales frente a un especialista en fango fue
un error que probablemente no habrá tiempo de corregir.
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