LA REALIDAD SIEMPRE NOS ALCANZA
DAVID
BOLLERO
Alberto Núnez Feijóo el
pasado lunes antes de
iniciar el debate. –
Juanjo Martín – EFE
Esta semana apareció el cadáver desmembrado de un niño en la playa de Roda de Berà (Tarragona). El cuerpo del pequeño, al que se calculan unos dos años de edad, permaneció en la playa un día antes de que un operario de limpieza diera la voz de alarma. El hecho de que durante más de 24 horas la gente que paseaba por la orilla viera al niño y pensara que se trataba de un muñeco da qué pensar. Hay algo de deshumanización, pero también de cómo nuestros cerebros se han acostumbrado a moldear la realidad para eludir lo incómodo, lo que agrede, lo que violenta.
Las primeras
hipótesis del hallazgo llevan a pensar a que quizás el niño sea víctima de un
naufragio, probablemente de una embarcación precaria con personas migrantes a
bordo. La formulación de esta teoría viene de los restos de su vestimenta, pero
nadie reparó en ello. Fue más sencillo pasar a escasos centímetros y pensar que
tan sólo era un muñeco, sin que ni siquiera se pasara por la cabeza que el
Mediterráneo ha quedado convertido en una gigantesca fosa común.
Borrar de nuestras
mentes la imagen de esas miles de personas jugándose la vida en alta mar,
sintiéndose más seguras en el agua en mitad de la nada que en la tierra de la
que provienen, es más cómodo. Leía ayer la columna del ínclito Santiago Alba
Rico y él mismo explicaba cómo se naturalizan hechos que no tienen nada de
naturales. Por eso se da por sentado que dos embarcaciones que partieron de
Senegal con 300 personas migrantes a bordo anden perdidas durante dos semanas y
cuando unos ricachones pagan por hundirse en una lata de sardinas para ver el
Titanic se para el mundo.
Las mentes moldean
esa realidad, engañándonos al pensar que eso nos hace la vida más fácil; sin
embargo, eso es tan falaz como la realidad que nos presenta. Hace unos días,
escuchaba a un monárquico de pro seguir defendiendo la honorabilidad del rey
emérito, pese a ser una adúltero probado y haberse demostrado que es un
comisionista que ha defraudado a Hacienda, o sea, que nos ha robado
indirectamente a todos y todas las españolas. Su cerebro deformó tanto la
realidad para no derribar al Borbón de su pedestal que defendía su postura
asegurando que "cualquier comercial se lleva su comisión cuando cierra un
trato"... algo que ni siquiera corrigió pese a explicarle que el Jefe del
Estado no es un vendedor de coches y que el Estado jamás ha negociado con él un
sueldo fijo más variable. Da igual. Es su verdad, es su realidad.
Quizás eso es lo
que está sucediendo a todas esas personas que dos días después del cara a cara
entre Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo siguen alzando victorioso al que se
ha probado con datos objetivos que basó sus intervenciones en una sarta de
mentiras. Feijóo moldeó la realidad por nosotros, confiando en que ¿quién puede
resistirse a eso, si nos daba el trabajo hecho? Y tenía razón, pues salió
reforzado del debate. De nada ha servido que un día después buena parte de los
medios de comunicación desmontaran una a una las mentiras de Feijóo; para
muchas personas, éstas ya ha dibujado una realidad de la que su cerebro no
quiere escapar, como apuntaba Alba Rico, se ha naturalizado el cambio de ciclo
y la sesera no permite que nada amenace eso, ni siquiera esa larga lista de
embustes.
El problema es que
la realidad siempre termina por imponerse. Del mismo modo que el cuerpo del
niño no era un muñeco, era un cadáver, o que el emérito no tenía derecho a
comisiones y ha cometido delitos contra España, llevar a La Moncloa a quien
para hacerlo alicata su camino con mentiras no puede traer nada bueno. Si desde
la oposición y días después del cara a cara continúa sacando pecho de sus
embustes, imaginen qué no haría en el Gobierno, cuando sea él mismo quien
'fabrique' los datos oficiales. Si tras el 23 de julio sale elegido presidente,
habrá muchos que se crean muñecos, pero en realidad, van a ser cadáveres, y no
todos ellos en sentido figurado, porque la desigualdad mata del mismo modo que
desmontar el Estado de Bienestar, como pretenden PP y Vox, aniquila.
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