"... A CAUSA DE LO MÍO",
POR YERAY RODRÍGUEZ QUINTANA
Por la edición de "LA TAZA VACÍA" Y
"ADEMÁS LO
PRIMERO", DE VÍCTOR RAMÍREZ
Te vi, Víctor, en fotos viejas de playa y sonrisa,
de pantalones de pata ancha. Te imaginé como uno de esos personajes tuyos
alongados sobre el Atlántico, espectadores de una ciudad cabizbaja.
Te
pensé una más de aquellas voces que sabían el corrido de Valente Quintero, que
le dijeron adiós al abuelo Ignacio Perpetuo antes de ponerse a dejar morir y
que presenciaban peleas de bobos. Y no te perdoné que no desvelaras qué era lo
tuyo. Y te encontré por primera vez, ya caniento detrás de esta mesa, y
vi que los años te habían puesta cara de GABO GARCÍA MÁRQUEZ.
Y
ahora me toca a mí estar tras la mesa, para no saber quién debe presentar a
quién; para echar a volar, como a unas palomas que se sueltan, estas páginas
que son más viejas que yo, páginas que deben ser para ti como esa foto que uno
se encuentra en un cajón cuando la imaginaba perdida y, con nostalgia y hasta envidia,
dice: ¡qué bien quedé retratado!
*
Porque saliste bien, Víctor. Y sé que no quieres
romper esta foto, como otros harían; sino que la pones en el mejor sitio de la
casa para que todo el que pase vea lo poco que hemos cambiado, para que nos
demos cuenta de que la taza sigue vacía.
Pero,
pese a conocerte, tú seguías sin decirme qué era lo tuyo; y yo me amulé y confié en que tarde o
temprano lo sabría. Lo tuyo debe ser el no poder vivir sin esa Lolina a la que
todos los hombres consagramos nuestra vida; o no.
Quizás
lo tuyo es que nadie sabe explicarte el mundo mejor que el viejo José Alfredo
Jiménez, que se murió amando...; quizás es seguir sorbiendo la taza vacía hasta
ablandarle los bordes, o el afán por aplaudir al equipo que salta al campo... o...
no sé.
Lo que sí sé es que hoy, con estas reediciones,
regresas a esos años setenta que no están tan lejos. Y con una pierna aquí y
otra pierna allá ves cariñosamente a aquellos personajes: a Juanito hecho un
hombre, a Rufo el Chino que se vuelve a mirar en un charco de agua de lluvia, a
los Ravelo, a Santiago..., que vienen a sentarse a tus rodillas para darte las
gracias por su vida, para traernos otros olor a aguacate, a pescado frito y
trago de ron, a barrio bullanguero de gente que se conoce, que sufre callada
arrastrando su sombra y junta, que llora a la misma vez.
Y tú
también te ves obligado a pedirles perdón por haber ido con ellos a donde te
llevaban, por ponerlos unas veces a hablar y otras a escuchar lo que tú decías;
por arrancarles la voz y llevarla al papel casi secuestrada para que nosotros
pudiéramos oírla nítida, crudamente; por preguntarles por su pasado y hacérselo
vivir dos veces.
Sí,
quizás eso sea lo tuyo. O puede ser
que sea pedirles a Enrique Nácher y a Omar Franquelo que les pinten los labios
a estos dos libros que hoy se asoman otra vez a la vida.
Y entonces te me pareces a las gentes del pueblo
mío, que albean la misma cueva en la que nacieron sus padres y sus abuelos,
quienes desde donde están les dan las gracias como a ti tus personajes.
Por
eso me fijo en la portadas de "La taza vacía"; y, viendo a
este paisano pintado por el autor de "Guanche", pienso que es uno de
ellos, que sale a saludar; que tú, generoso, lo has puesto en primera fila para
recordarnos de dónde venimos, cómo nos han hecho y cómo hemos dejado que nos
hagan.
*
Me dijiste una vez que en tus novelas y cuentos te
dejas llevar por una desconocida voz interior; que no sabes si eres tú el que
inventa. Y eso va a ser lo tuyo. Y yo lo noto.
Noto
que vas tejiendo una trapera, con retales rojos de historia lineal; algunos
oscuros donde vas desgranando al hombre, conociéndolo. Con trozos verdes
colocas otra historia encima y en azul aparece una canción que nos agrada.
Y todo
es uno, un único tejido que nos sorprende, que nos arropa y que,
definitivamente, nos deja en la intemperie, mudos, solos ante una pregunta para
la que no estamos preparados, que tú formulas, quizás con una sonrisa cómplice,
para acabar siendo dueño de personajes y de lectores, seguro que sin quererlo
ni saberlo.
Y esto sí se acerca ya a lo tuyo..., lo tuyo, que es
llevarnos a esta feria de vivencias que es el mundo, para pagarle todo lo que
le debemos: la Italia que nos mostró Dante, el Brasil de Vinicius, la Cuba de
Guillén... Allí nos encontramos, llevados hoy de tu mano, como un día, lejano y
cercano a la vez, nos llevaran Viera, Graciliano o Tomás.
En tus
textos nos conocemos y nos encontramos, con nosotros y con el mundo, para saber
de él y que él sepa de nosotros, de nuestra tristeza, pese a la cual hay que
ser felices, de nuestra gacha que tendrá que levantarse algún día, de nuestro
mar y nuestra tierra seca.
Y no
sé si esto es lo tuyo, pero tampoco me importa. Ya no lo irás diciendo libro
a libro. Yo, mientras tanto, les pregunto si saben algo a otros amigos que te
leen, que se intrigan como yo, que quieren también saber qué es eso tuyo;
jóvenes que se asoman a la literatura con ojos nuevos, que le quitan el polvo a
Cairasco, que leen a Alonso Quesada, y que quieren esquivar las piedras del
camino para que Sietesitios no nos quede tan lejos a nosotros mismos. Quizá esa
labor sea lo más hermoso de nuestra vida.
Eso, al menos, sí sabemos que es lo nuestro. Lo tuyo
ya lo descubriremos. Además, lo primero es darnos cuenta de que tenemos que
seguir acercando los labios a la taza... aunque está vacía.
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(*) Cuando
escribió este texto, JoséYeray Rodríguez
Quintana era alumno de Letras en la Universidad de Las Palmas de Gran
Canaria; también era uno de los responsables de CALIBANIA, programa radiofónico
cultural y revista literaria realizados por alumnos universitarios.
Actualmente, con la carrera terminada, prepara su tesis sobre el entrañable
poeta teldense Saulo Torón. También es un tenaz difusor y un brillante verseador
de la entrañable décima canario-cubana.
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