JM AIZPURUA
Entendida como
uniformidad: la unidad no. La izquierda nunca puede estar unida, pues es varia,
diferente, rompedora y utópica, de clase y de esperanza, caótica siempre. Avanzar
pone en cuestión el por dónde; con cuatro puntos cardinales en oferta. El
conocimiento e inmediatez de Internet abre un nuevo paradigma ante el que no
caben las “unidades” y menos las uniformidades. A nadie hay que darle normas
pues para vivir en armonía en las sociedades del s. XXI se puede partir de muy
diversas maneras de entender la vida.
Son los débiles
mentales, de reseca entendedera, los que se agobian cuando ven que la gente no
hace lo mismo que ellos en la cama. Ni reza igual en sus momentos, y viste de
muy diversa manera, tiene idiomas diferentes, y sus sagrados mitos son
despreciados por los que leen la historia de otra manera. Y cuando intentan
arreglarlo con su patriótica unidad; fracasan estrepitosamente y el Estado
español del s. XXI no acaba de cuajar.
La Constitución78 era
un punto de origen que el inmovilismo de la casta frustró en su necesidad de
actualización y adaptación a una UE para el s. XXI que ni imaginaron los
patriarcas de la unión europeísta por los años 50 del pasado siglo.
Hoy reventó por los
cuatro costados y nadie asume su reforma, esperando que un milagro marchenista
resuelva sus carencias y republicanos, plurinacionales, y precarios, olviden
sus afrentas y marchen todos unidos por la senda de la Constitución: ¡Vano empeño!
Fracaso asegurado y el último desastre histórico del españolismo.
Cataluña ha dicho
¡basta! al supremacismo de la casta castellana y eso ya es irreversible y
envenenado con el 155 puede tener graves consecuencias. Los catalanes son
pacifistas, pero cuidado con la cólera del manso.
Meter a 17 trozos
en un Estado, requiere algo más que guardias de la porra y dóciles togados. La
tradición franquista no es válida ni tampoco el relato histórico de la
monarquía, y de arriba abajo no se construye si no al revés, partiendo de las
tierras plurinacionales y los respetos vecinales es como se construye Estado.
Mientras los recalcitrantes mesetarios no reconozcan la nacionalidad
vasco-navarra, catalana, gallega y la colonia canaria, y las respeten y valoren:
nunca se construirá un Estado. Es demasiado simple la solución, pero, el
orgullo godo de la casta dominante es impermeable a la razón y por su acción y
reacción España cayó en una medianía internacional habiendo sido antes un
imperio hoy absolutamente desacreditado y sus valores obsoletos.
Y seguirá cayendo
hasta desmembrarse.
La Península nunca
fue el delirio castellano de unos reyes de ambición loca y hoy, con Gibraltar,
Andorra, Portugal, y las naciones vasco-navarra, catalana, gallega, y una
Andalucía aún en proceso; lo es menos.
Canarias Ceuta y Melilla son su guinda y Sahara su vergüenza. Y eso en
materia territorial e histórica, pues en composición humana, su diversidad es
total y su estructura social con parados, precarios, ancianos mal pensionados e
incluso sin pensión, y castas poseedoras, la hacen de imposible uniformidad y
menos un Estado de objetivos comunes donde el capitalismo brutal no deja de
abrir brechas.
La política y los
políticos, en su inmediatez, no son capaces de aportar algo a la creación de un
Estado XXI, inclusivo y respetuoso como marco donde cada uno tenga la
posibilidad de alcanzar sus anhelos con unas normas claras y justas. Por el
contrario, la clásica regla del divide y vencerás, del palo y la zanahoria, de
la corrupción como táctica y la compra de voluntades como método, es el
proceder de los que dócilmente acatan lo que les digan y bailan con Manolo
Escobar.
La cultura libre,
el pensamiento crítico, los librepensadores, el humanismo holístico, los
utópicos, son los únicos resortes en los que la población puede aún tener
esperanza
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