LAS BORBONAS Y ABASCAL
ANÍBAL MALVAR
Santiago Abascal
disfruta de una tarde de toros en el Palacio de Vistalegre, a 14 de mayo de
2021, en Madrid, España. (Foto de ARCHIVO)
Anda la prensa europea muy escandalizada con las fotos de Pablo Casado en una misa en memoria de Francisco Franco este 20-N. Qué despiste. Como todo el mundo sabe, sobre todo los que me leéis desde una cuneta, las misas las carga el diablo. Más desapercibida ha pasado la coincidencia, en una celebración taurina, de Santiago Abascal con la infanta Elena y la reina Sofía. Hay que empezar diciéndole al ignaro lector que estas casualidades nunca ocurren por casualidad, y menos en Zarzuela. Los protocolarios de nuestra Casa Real estudian al detalle cada acto al que acuden nuestras majestades y altezas, así que todo el entramado borbónico conocía perfectamente adónde y con quién iba a ponerse ciega de marisco nuestra infanta. Sentadita a la vera de Abascal (la foto la robó el periodista Jesús Manuel Ruiz), manda un mensaje a la ciudadanía española sobre las sombras más confortables bajo las que se cobija nuestra monarquía, que no son otras que la pela y la ultraderecha, por decirlo fino.
Lo que más o menos
está claro, es que Pablo Casado nunca se habría equivocado de misa para asistir
a una en memoria de Buenaventura Durruti, y que sería impensable que la infanta
Elena acudiera a una cena en la que la sentaran al lado de Yolanda Díaz, de
Gabriel Rufián, de Aitor Esteban o de Pedro Sánchez. Más llamativa incluso
resulta la presencia de doña Sofía en una celebración taurina, pues dada su
vida conyugal resulta difícil entender que aun le sigan gustando los toros.
Pero en esas estamos. Y al menos ya intuimos con quién no se sienten incómodos
nuestros más coronados garantes de la democracia y la unidad de España.
Ya iba siendo hora
de que nuestra borbonía nos diera una pista sobre sus preferencias ideológicas.
Y nada mejor que ese ágape en la peña taurina Las Meninas para saber a quién
tenemos que votar si queremos que vuelva Juancar (no sé si organizar un
crowdfunding desde un banco suizo opaco para que le sufraguéis el billete
turista de vuelta). El blanqueo de nuestra ultraderecha neofascista ya no solo
está en manos de los periódicos y las televisiones. Nuestra monarquía se ha
puesto por la labor y esto ya no hay quien lo pare.
Hace unos meses,
corrió el rumor bastante bien fundamentado de que habían visto a Froilán y
Victoria Federica de Todos los Santos de Marichalar y Borbón en algunos actos
de las juventudes de Vox. A mí Froilán me despierta simpatías: es el único
borbón de la historia que se ha pegado un tiro a sí mismo en vez de pegárnoslo
a nosotros. Y Victoria Federica tampoco me cae mal: no solo ha tenido la
arrogancia de ennoviarse con un chico que se apellida Bárcenas, sino que se está
labrando un futuro como instagramer e influencer, y los que me conocéis ya
sabéis de mi adoración por la labor social y política que desarrollan en la
sombra nuestros influencers e instagramers. A Victoria Federica de Todos los
Santos de Marichalar y Borbón (me pagan por palabra) le quedan de vicio el
estilo trending, el look beauty, los baby hairs, el liquid hair, los smokey
eyes y las baby waves de inspiración retro (lo he copiado todo de un artículo
en El Confidencial de Margarita Velasco sobre la elegancia de la nieta del rey
viejo: por favor, Margarita, si lees esto ponte en contacto conmigo y explícame
qué significa lo que acabo de escribir).
Lo cual que tenemos
al jefe de la oposición orando en una misa a Franco y escuchando cantar el Cara
al sol, a nuestras reinas eméritas e infantas deméritas sentaditas a la vera de
Santiago Abascal en una cena taurina (o sea, haciéndole campaña), y a las
juventudes borbónicas bailoteando sin mascarilla al ritmo del himno español
versión Marta Sánchez. Menos mal que, al contrario de lo que sucede en el resto
de Europa, sobre España nunca se ha cernido la amenaza de un repunte de la
ultraderecha. La teníamos ya más repuntadita que ninguno. O sea. Es lo que nos
salva.
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