LA NOCHE QUE AYUSO PRESENTÓ EL HORMIGUERO
Con
la presidenta madrileña es difícil saber si sus actos y declaraciones son fruto
de sutiles genialidades o puros desmelenes incontrolados
GERARDO TECÉ
El presentador Pablo Motos se ríe con Isabel Díaz Ayuso en El Hormiguero,
Isabel Díaz Ayuso fue a divertirse a El Hormiguero. O, más bien, a desahogarse y a gustarse, que es a lo que uno suele ir a casa de los amigos. La entrada de Ayuso al plató de las hormigas fue recibida por el público allí presente con ovación de campo de fútbol y gritos de presidenta, presidenta. No tengo ni idea de si para tan especial cita los asientos del programa habían sido reservados para directivos de Atresmedia o si se trataba del habitual público de bocadillo, cosa que, a juzgar por el aplastante resultado de las últimas elecciones, también podría ser. En todo caso, si Madrid es España, El Hormiguero es Madrid.
En horario de
máxima audiencia, Pablo Motos le dio la bienvenida a la presidenta de la
Comunidad, le preguntó qué tal estaba y, a partir de ahí, el mitin duró lo que
duró el resto del programa. Estaba anunciada como entrevistada, pero, tras unos
minutos enlazando temas de forma aleatoria sin que Motos hiciera nada por
reconducir aquello al formato entrevista, cualquier espectador pudo detectar
que Ayuso había ido allí a presentar el programa. Quizá para poder sumar así
una nueva experiencia que apuntar en su lista “Cosas buenas de ser presidenta”.
Un listado que, según explicó, tiene en su móvil: en él va apuntando las cosas
buenas que le han ocurrido gracias al cargo. Listado que tradicionalmente suele
hacer años después un juez cuando se trata de líderes del PP madrileño.
Presentó el programa con bastante soltura, por cierto.
Lo de Motos no era
incapacidad de reconducir la cosa, era simplemente estar a gusto
Pudiendo sentarse
en la grada con los directivos de la cadena, Pablo Motos decidió quedarse en la
mesa escuchando a Ayuso, cosa que habla bien de la profesionalidad de este
titán de los medios. Si Ayuso denunciaba el ataque del social-comunismo contra
Madrid y los madrileños, Motos asentía como el que escucha una charla TED. Si
Ayuso enlazaba lo anterior con sus quejas porque no le dejan que los congresos
del Partido Popular se hagan a su gusto, Motos le daba la razón. Si, en pleno
éxtasis ideológico, Ayuso les explicaba a los espectadores que Sánchez es amigo
de la ETA, que Pablo Iglesias anda por ahí –por aquí en este caso– “haciendo el
mal” o que les debemos la vida y el agua potable saliendo del grifo a los
empresarios de este país y que por eso es bueno que no paguen impuestos, Motos
seguía asintiendo, cada vez con más entusiasmo. Lo de Motos no era incapacidad
de reconducir la cosa, era simplemente estar a gusto.
Uno de los grandes
desahogos de la presidenta en su visita a Casa Motos tuvo que ver con la crisis
sanitaria. A mí se me ha criticado mi gestión de la pandemia, Pablo, ¿te puedes
creer? Motos, en el papel de amigo que escucha con un café por delante, volvió
a tirar de profesionalidad y, aunque por momentos parecía posible que
sucediera, evitó darle un abrazo de consuelo con caricia en la espalda. Por
supuesto, no le sacó el tema de las cifras de la tragedia en Madrid porque a El
Hormiguero uno va a divertirse. Casi siempre. Aún recuerdo aquel día en el que
Pablo Iglesias, todavía sin haber ocupado cargos de responsabilidad, pasó a
divertirse por el programa y a Pablo Motos sólo le faltó pedirle explicaciones
por los planes quinquenales de la URSS. A pesar de los grandes disgustos
derivados de la pandemia, como haber sido criticada, Ayuso declaró sentirse
“muy afortunada por haber podido estar en el lugar y el momento oportunos”.
Desde casa, los espectadores entendimos que lo que podía parecer una
frivolidad, dado el resultado de su gestión, se enmarcaba en realidad en ese
espíritu inocentón ‘Paulo Coelho’ que irradia Díaz Ayuso desde su espectacular
victoria electoral. Eso sí: echamos de menos que explicase si “gestionar
pandemia de forma chachi” estaba en la lista de cosas buenas que le habían
pasado últimamente.
Con Toni Cantó
comentando con entusiasmo en Twitter el programa de su jefa y con Ayuso a punto
de dar paso a Trancas y Barrancas, Pablo Motos retomó por sorpresa su papel de
entrevistador y le lanzó de repente la única pregunta incómoda de la noche para
sorpresa del espectador, que creyó haber sintonizado sin querer La Tuerka. Me
sorprendió que no apoyaseis investigar lo que ocurrió en las residencias, le
dijo, y en la cara de Díaz Ayuso se instaló el gesto que se instala cuando de
repente tu amigo le da la razón en algo a tu ex. Por supuesto, a la hora de
responder, la presidenta madrileña se fue de excursión por los cerros de Úbeda
y a Motos le tocó cargar con la cantimplora.
Con la llegada de
Trancas y Barrancas acabó el monólogo propagandístico y la quedada de amigos en
Casa Motos pasó a los juegos –Ayuso es capaz de adivinar una canción española
de los años 80 y 90 sólo con escuchar el primer acorde– y los chistes de las
hormigas. En este tramo, encontramos a una Ayuso obsesionada con mostrarse como
una persona normal contando anécdotas –esa gente que repite lo normal que es–
como que de pequeña rebobinaba las cintas de casete con un boli bic. ¡Háyase
visto! Cuando los juegos con las hormigas y la apología de la campechanía se
agotaron, Ayuso decidió cerrar la noche en la que presentó El Hormiguero con un
speech sobre la libertad, por supuesto, simbolizada en los bares. “El bar nos
iguala a todos, a ricos y pobres, porque la vida son instantes…”. Qué
oportunidad perdida por Estrella Damm para, como hacía Porcelanosa tras las
campanadas de nochevieja, colar en ese momento el anuncio del barco. Aunque
Ayuso, más madrileña que el oso y el madroño juntos, hubiese preferido la
Mahou.
El día que Ayuso
presentó El Hormiguero confirmó que al frente de la Comunidad de Madrid hay
alguien que –para bien o para mal, según se vea– es lo que nos parece ser. El
día que Ayuso presentó el Hormiguero dejó tras de sí una buena faena ideológica
con Pablo Motos de espectador privilegiado y también un titular morboso en mitad
de su particular guerra interna contra el liderazgo de Pablo Casado: no es que
tenga vetado a García Egea, es que ella usa dos móviles, explicó, uno para los
asuntos importantes, en el que lo tiene bloqueado, y otro móvil, el que tiene
todo el mundo, en el que no está bloqueado. Si esta explicación la hubiera dado
cualquier otra persona del panorama político español, podríamos asegurar que
estamos ante una genialidad, una sutil a la vez que contundente forma de
ningunear, en directo y en prime time, al secretario general de su propio
partido. Siendo Díaz Ayuso la protagonista, lo del ninguneo está claro, pero no
si se trataba de sutil genialidad o puro desmelene incontrolado, como en otros
tantos asuntos. Vaya usted a saber.
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