miércoles, 4 de marzo de 2020

CÓMO CUENTA VÍCTOR RAMÍREZ


CÓMO CUENTA VÍCTOR RAMÍREZ
JUAN JOSÉ DELGADO
Víctor Ramírez (1944) es autor de varias novelas y de un número considerable de cuentos recopilados en diversos libros: "Cada cual arrastra su sombra" (1971), "La esperanza hecha piedra" (1975). Prosigue con los libros "Además lo primero" (1978) y "La piedra del camino" (1980), que sumados a una docena más de cuentos conformarán el libro "Diosnoslibre" (1984); en 1990 publica "Arena Rubia y otros relatos".
En ese universo narrativo, los cuentos sitúan recurrentemente a un personaje con voz narradora. Se enfatiza aquí la idea de voz porque la narración se caracteriza por una anécdota mínima a la que va envolviendo en círculos los silenciosos pensamientos del narrador.

Quiere decirse con ello que el relato renuncia a las fórmulas codificadas de la escritura y adopta los tonos y maneras de un diálogo dirigido a sí mismo.


Es una estrategia, un simulacro. Porque el autor ha de controlar absoluta y rigurosamente cada palabra del discurso con el propósito de obtener un relato que, perteneciendo realmente a la escritura, reacciona contra ella y simula ser un neto producto del habla, una oralidad fingida.

A los personajes les afecta una  "panverbalización", en el sentido de que su vida se halla sostenida por el lenguaje; viven en cuanto hacen, de su conciencia, verbo.

Pero un discurso lineal es un mal conductor de las electrizantes descargas de la conciencia. Descargas que va jalonando por el texto una voz silenciosa, un "hablar interior" que se inicia y acaba en el sujeto: un soliloquio, a pesar de la apariencia comunicativa que proporciona el texto narrativo. Diálogos imaginarios en una realidad fingida.

El narrador los imagina, o los supone próximos, porque los necesita; y los necesita porque el discurso silencioso ha de presentir un destinatario que conviva con él en un espacio que acaso sea ficticio, o, acaso, un lugar propio y mental desde donde se procede a la comunicación de las experiencias subjetivas e intersubjetivas.

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Hay autores que si adoptan fórmulas experimentales y renovadoras es porque su actitud y su idea del mundo y de la literatura los arrastran hacia imprevisibles procedimientos de escritura.

Virginia Wolf escribió que para que una idea no se le evaporara debía depositarla a borbotones en el papel. Un autor -también decía la novelista de "Al faro"- "no puede aspirar a decir la verdad" aunque le conceda a la ficción la posibilidad de contener más verdad que la fijada realidad. "Saldrán mentiras de mis labios -escribe- pero probablemente habrá en ellas también algo de verdad".

La alusión a la escritora inglesa es mera coincidencia; coincidencia con Víctor Ramírez en dos puntos que han sido anotados: forma de expresión y filosofía narrativa.

El escritor canario no admite dudas al respecto: la realidad no es que sea el continente de lo verdadero, sino que es trampa con que engañar. La realidad es impostora.

Y por eso le confía al "cuento" -vocablo muy usado en sus relatos para referirse al mundo levantado por la imaginación o la soñarrera- la tarea de desenmascarar las falsedades alojadas en el seno social.

En el mundo de la realidad se construyen falsas verdades; el mundo de la ficción se lanza al proceso de descubrir las auténticas. El cuento "HEDOR DE ESQUIROLA" comienza así: "Esta historia, como todas, también mentía. Pero no engaña -masculló Ruano Betún."

Ese camino, que es creación personal y exclusiva de un sujeto, puede dar con una verdad que enlace a todos, a toda una colectividad, propietaria de particularidades específicas: mundo suburbano y deprimido en tierra de nadie: vestigios rurales avecindados en la ciudad.

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Víctor Ramírez emplaza a sus personajes en un espacio de relación. Tierno Galván define el término como un ámbito en donde se producen contactos entre el medio que se toma como referencia y el mundo exterior.

Es un punto de intersección de dos mundos, de dos funcionamientos económicos, de dos culturas. De ahí que los personajes se manifiesten apegados a sistemas sociales que mantienen en vigor los prejuicios propios del subdesarrollo en un sistema que persigue penosamente el desarrollo.

Lo atávico frente a lo nuevo. No cabe conciliación. Vidas estancas que se mueven girando sobre sí mismas.

De esas vidas mana el flujo de voz, a través de un singularizado personaje que va desvelando las amenazas y temores que afectan por igual a todos. Amenazas de donde salen los miedos comunales que la misma sociedad alimenta. Y de los miedos, las actitudes y el ánimo cobardes.

Este adjetivo dio calificación y título a sus "CUENTOS COBARDES"; cobardía, un tema de su narrativa, que se enseñorea de numerosos personajes taciturnos pero confesores de sus miserias.

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Usa a un narrador personaje con doble carácter y función; como narrador dispone de todos los registros a su alcance: cuenta, describe, lleva al texto frases sentenciosas y proverbiales como para que representen verdades perpetuables y como puños.

Por el contrario, en otro plano, el personaje se ata a las circunstancias, al temor, a la mentira, a la ignorancia. La pesante degradación moral, que habita en territorio concreto, es lo que le impulsa a corretear por los tejados de lo imaginario.

Los ojos confirman la cerrada y pringosa realidad, mientras la imaginación alza las piedras para ver si encuentra bajo ella lo que no sucede. Y anhelando sucesos, como el sacar de las piedras la esperanza, continúan las voces entremezclando ensoñaciones con recuerdos, fabulaciones con el peso muerta de la enrarecida realidad del presente.

Y de la confrontación dialéctica entre lo concreto y lo imaginario, entre fábula y realidad, el personaje va "contrahaciéndose", zafándose de los mentirosos valores que, enmascarados, guían la vida y la conducta social.

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El cuento "LA ESPERANZA HECHA PIEDRA", por ejemplo,  es una prueba de que el conocimiento se logra mediante una enseñanza fuera de programa, una enseñanza vital que se halla en pugna con la moral farisaica dominante.

La figura del padre maestro enseña "una alegría sin fe", una esperanza sin esperanza, "ejemplos sin luz". La verdad sólo puede manifestarse en acto, nunca en lección. Una verdad que no conduce a otra parte que no sea el desengaño; desengaño, en su más precisa acepción: conocimiento de la verdad, con que se sale del engaño.

El narrador ha de salir del engaño, activamente, con una conciencia en sordina, a tientas y verbalizando los recuerdos, las ensoñaciones, los miedos y las vivencias.

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El lenguaje propio, que viene de la conciencia y del subconsciente, es el que delata las falsas doctrinas que una sociedad impone mediante un convenido discurso. Cuando el individuo acata y, pasivamente, asimila y reproduce el discurso, éste se interpone como una venda que no deja ver la auténtica realidad.

En contraste, el individuo, a solas, con su caótico monólogo, emprende la tarea de abrir camino al habla propia, en donde están depositadas las verdades que el poder oculta o disfraza. Porque no hay objetividad; es ilusoria, la percibimos asentada a través de una conciencia que, en el fondo, desconfía.

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A veces apuntará situaciones que mostrarán una total incertidumbre. Las observaciones del exterior se filtran en la conciencia del sujeto, que las devuelve en forma de un psiquismo con apariencia rudimentarias.

Pero es con la vida interior del personaje, cargada de determinantes de índole naturalista, con que se va construyendo los fundamentos del relato.

Estos rasgos anotados muestran que individuo y sociedad discrepan y entablan una confrontación a la que, terminológicamente, se le ha puesto nombre: realismo dialéctico.

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¿Qué realidad y cómo la construye el narrador? Recurre al arte para que la provea del discurso desencajado que brota de una conciencia en torrentera y aparentemente desprovista de capacidad orientativa.

El autor recurre y esparce por todas las narraciones ese planteamiento discursivo, que se vuelve paradigmático en la generalidad de su obra. El orden programado por el discurso social encubre el mantenimiento de una falsedad.

En cambio el personaje, que habla hasta por las coyunturas del discurso, va articulando en un corto trecho de renglones las palabras que mueven y desplazan planos de diferente registro: lo narrativo nace y puede morir al siguiente instante para dar paso a un destello descriptivo, que se aparta de inmediato, dejando hueco a la voz del personaje.

Las cuestiones sobre la verdad o la mentira afectan no sólo al mundo de la ficción; también al de la realidad. Quienes así opinen -y no han sido pocos- no aceptan una realidad que se fundamente en verdades definitivas y convenidas. Ponen en crisis el modo en que la verdad debe revelarse.

La realidad ha de encontrarse como si fuera un tesoro oculto; esto es, ha de descubrirse mediante acciones y esfuerzos personales.


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