MACHOTES FRENTE AL CORONAVIRUS
DAVID TORRES
Hace muchos años
sonaba por televisiones y radios un rancio anuncio de colonia masculina cuyo
eslogan decía: "En las distancias cortas es cuando una colonia de hombre
se la juega". Al parecer era una colonia diseñada para esos hombres muy
hombres, de los que crían champiñones en ingles y sobacos. La proliferación de
gobernantes machotes al estilo de Trump, Bolsonaro y Boris Johnson ha puesto en
lo más alto ese tipo de masculinidad que consiste en hablar a voces, presumir
de incultura y decir lo primero que se le pasa a uno por la cabeza, ya sea un
muro para contener mexicanos o un muro para contener virus chinos, la penúltima
ocurrencia de Trump desde la Casa Blanca. Sí, se trata de esa clase de hombres
que, cuando les pica el culo, se rascan por delante.
Al otro lado del
muro, el presidente de México, López Obrador, demostró que no le va a la zaga
al mandatario estadounidense al soltar en mitad de una rueda de prensa que para
qué necesitaban los mexicanos toque de queda mientras enseñaba los periodistas
un par de amuletos que le servían personalmente de defensa. No se veía muy bien
lo que eran pero recordaban aquellos escapularios que llevaban algunos
legionarios en el pecho con la leyenda: "Detente, bala". Hay que
suponer que los coronavirus frenarían en seco ante el coraje del presidente
mexicano, capaz de desafiarlos a fuerza de amuletos, jalapeños y mariachis.
En un primer
momento, Bolsonaro y Boris Johnson también decidieron una estrategia de
resistir por las bravas, los brasileños a base de oraciones y los británicos a
base de anticuerpos, un brexit biológico en el que soportarían los embates de
la enfermedad con el mismo estoicismo con que resistieron los bombardeos de la
Luftwaffe. Johnson intentaba emular a Churchill, aunque no tanto al Churchill de
la sangre, el sudor y las lágrimas como al Churchill que provocó una hambruna
en Bengala en la que murieron millones de personas, uno de los episodios menos
comentados de este racista impertérrito.
Puesto que en las
distancias cortas es donde una colonia de hombre se la juega, Johnson, Trump y
Bolsonaro han reculado en sus consignas de chulería, quizá porque sus asesores
les han convencido por fin que a un virus no lo detiene un ladrillo y que dejar
morir a cien o doscientos mil ancianos a lo mejor les resta muchos votos. Sin
embargo, López Obrador, más chulo que nadie, se fue a comer ayer mismo a un
restaurante en Oaxaca para dar ejemplo y decirles a sus compatriotas que
siguieran saliendo de compras, viajando por ahí y haciendo vida normal, que él
ya les iba a avisar cuando toque acojonarse.
El primer disidente
que le salió a Boris Johnson cuando recomendaba la reclusión doméstica fue su
propio padre, quien advirtió la semana pasada que si tenía que ir al pub, pues
iría al pub y pediría dos pintas, sin importarle un pimiento lo que dijera su
hijo. Dado que el gobierno británico acaba de decretar el cierre de bares,
restaurantes, cines y teatros, y puesto que el padre de Johnson es contrario al
divorcio con la Unión Europea, ya ha iniciado los trámites para nacionalizarse
francés y que le den por saco al brexit. De momento López Obrador sigue en sus
trece, demostrando así que no hay nada más parecido a un tonto de derechas que
un tonto de izquierdas.
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