LOS VERDADEROS PATRIOTAS EN CRISIS
DAVID BOLLERO
La crisis sanitaria
que estamos viviendo con el coronavirus ha puesto a todos los países en
situaciones límite. Hablar de país no es referirse únicamente a sus gobiernos,
sino también a su empresariado, al conjunto de la ciudadanía. Son momentos en
los que se pone aprueba eso que se llama patriotismo y que, por lo general,
quienes más se erigen como patriotas menos lo son.
En tiempos de
crisis es cuando se demuestra realmante la pasta de la que estamos hech@s. Es
en los momentos difíciles cuando realmente las personas saben con quiénes puede
contar y con quiénes no. Seguramente les habrá pasado en algún punto de su
existencia, en el que tras recibir un varapalo de la vida han comprobado cuántos
amig@s tenían realmente. Exactamente lo mismo es lo que está sucediendo en
España con la crisis del coronavirus.
La única forma de
superar esta pandemia es confiar en nuestro gobierno, encomendarnos a su
criterio, a sus decisiones. Únicamente el gobierno cuenta con una radiografía
completa de lo que está sucediendo en el país. Ese dibujo íntegro no lo tiene
ningún presidente o presidenta autonómic@, ningún partido de la oposición,
ninguna persona confinada en su casa.
A pesar de ello,
vemos cómo se tacha a Pedro Sánchez de sepulturero, se acusa al gobierno de
privar conscientemente a los hospitales de material sanitario, de lo que parece
sugerirse que a este Ejecutivo le interesan los miles de muert@s que
registraremos en esta crisis. ¿Qué rédito político puede haber en eso?
Sorprendentemente, las redes sociales y los balcones se llenan de personas que
creen que sí, que cuestionan a las únicas personas que pueden salvarles.
Durante estos días,
he asistido a la indignación de periodistas veteranos que, incluso y en contra
de su proceder habitual, respondían a líderes de la oposición o a energúmenos
de redes sociales -a veces se dan ambas cualidades en la misma persona-,
intentando desmentir con datos objetivos las mentiras que están circulando por
Twitter, Facebook... Es inútil, porque no se trata de una cuestión de
desinformación, sino de mala intención, de egoísmo y de, como dirían quienes
más adoptan esta mezquina postura, de antipatriotismo.
A lo largo de esta
crisis vemos a demasiadas personas queriendo dar la vuelta a unos resultados
electorales a costa de vidas humanas, del dolor, del sufrimiento. Lo vemos en
los atriles y cuentas de Twitter de un buen puñado de politicuch@s, y en los
balcones. Mientras, las comparecencias de Pedro Sánchez huyen de todo eso: en
todo momento ha reclamado la unidad, ha evitado el enfrentamiento que buscan
desde PP y Vox, fundamentalmente. Como indica él, el gobierno no tiene tiempo
para esas pataletas pueriles que, además, no aportan ni una sola solución; por
el contrario, nuestro gobierno se encuentra a la vanguardia de Europa a la hora
de tomar medidas de contención del virus.
El coronavirus
reafirma el retrato que teníamos de muchas personas y, además, desenmascara a
otras tantas. Durante estos días me he acordado mucho de quienes se envolvían
en la bandera española y recriminaban que automáticamente se les considerara
fachas. Tenían razón en ese reproche, no tienen porqué serlo; incluso tenían
razón en mirar a EEUU a la hora de indicar que allí se luce con orgullo la
enseña nacional -quien la quiera lucir, porque soy de los que detestan
cualquier bandera-. Ahora, esas personas ya no miran a EEUU, ya no adoptan su
concepto de patriotismo que pasa, inevitablemene, por confiar y seguir a su
comandante en jefe, como llaman allí a su presidente. Ya no. Ahora, en mitad de
la mayor crisis de nuestra democracia optan por minar y desgastar cuanto puedan
al Ejecutivo, por añadir altas dosis innecesarias de presión.
Ojalá rectifiquen
todas esas personas. Van a tener mucho tiempo para hacerlo. Mientras, el
gobierno no rehuye la transparencia, con ruedas de prensa diarias de los
expertos respondiendo largo y tendido a las preguntas de los medios de
comunicación, con comparecencias de Pedro Sánchez como líder de la nación,
olvidando siglas y colores político y siempre con la mano tendida, a diferencia
de la oposición.
Rectificar, confiar
en la gestión del gobierno, no significa que no haya lugar al análisis
posterior, pero a un análisis justo. Terminaré el artículo haciendo un símil
con la Transición, con la que siempre he sido especialmente crítico. A sus
defensores a capa y espada, a esas personas que dicen que no se puede juzgar
aquellos hechos con los ojos de hoy, les concedo que se hizo lo que mejor que
se pudo, pero eso no es óbice para admitir que es muy mejorable.
Sinceramente, creo
que cuando esta crisis haya pasado, el ejercicio a realizar será similar: con
esta situación tan compleja, se está haciendo lo mejor que se puede, pudiendo
haber sido mejorable. Ojalá en algún momento sepamos dar ese paso para atrás
para ni convertirnos en hinchada incondicional del gobierno, pero tampoco en
esa jauría rabiosa que estos días inundan redes sociales y balcones.
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