“EL ARRORRÓ DEL CABRERO”, de Víctor Ramírez
POR
MARCELINO BETANCORT
Diario de Las Palms, 8 de julio de 1999
Es una novela que acaba de salir al mercado. Novela que, pasadas
las dos primeras páginas, deseas acabar, leerla. Novela, de difícil
construcción –construirla. Novela para estudiantes de Lengua y Literatura.
Novela que uno no puede dejar de transcribir, de la misma, lo siguiente:
-“Uno de mis
remordimientos, indeleble, el tal vez más doloroso de mis remordimientos, es
precisamente ése y ya sin remedio: el saber cuánto me quería la pobre tití
Elena y el no haber hecho con ella las paces, aunque fueren fingidas. No
consigo perdonarme, no, el permitir que la desdichada anciana muriera
convencida de que yo, su sobrino preferido, la odiaba y sin comprender la
infeliz, sí, a ciencia cierta, el motivo”.
Novela, que
recuerde, de la más enigmática de la Literatura Canaria que trate de los
parientes o árbol genealógico, con esa dulzura y vivencias positivas y
negativas Según como se contemple –lo negativo y lo positivo- de las actitudes
del personaje.
Posiblemente sea VR de los autores influenciados por la
narrativa de los autores hispanoamericanos. O sea, la influencia de costumbres de Hispanoamérica importada a
las islas.
Pero es una literatura, la hispanoamericana, que, debo confesar,
no me gusta casi nada, tomando como ejemplo “Cien años de soledad” y
toda la literatura en este momento. No me gusta y punto.
Volviendo a “El arrorró del cabrero” (“creía yo por aquel tiempo, que los
verdaderos canarios no debíamos ser ricos, sobrino, debíamos ser pobres siempre
y dejar la riqueza para los de fuera. Imagina mi tollez: pensar tal tontería”).
Esto tiene que ver con algo (que ya he escrito) sobre el “ser económico”.
Me hubiese gustado más diálogo con los personajes y
descripciones del paisaje. Pero VR, que maneja muy bien el idioma adquirido,
sus razones tendrá. Tiene madera para que ésta no sea su mejor novela. Y como
se decía en el estreno de una buena película: “¡No se la pierda, cristiano
nuevo!”… Hasta pronto.
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