JUGANDO A LOS CHINOS
DAVID TORRES
Ayer nos enteramos
de que el gobierno español había comprado los tests rápidos de coronavirus en
el chino de la esquina, pero no en el chino de la esquina de aquí (porque los
chinos de aquí vieron venir la movida antes que nadie y chaparon por su cuenta
y riesgo) sino en un chino de China, lo que tiene mucho más mérito. Hay un
barullo bastante importante entre las autoridades chinas, que dicen que habían
proporcionado una lista de empresas homologadas entre las que no se encontraba
el chino de la esquina, y las autoridades españolas, que afirman que no
compraron los tests directamente a una empresa china, sino a un proveedor
español del que no quieren dar el nombre por si la gente decide aplaudirles
justo en la cara cada día a las nueve de la noche. Entre eso y los dos aviones
procedentes de China con material sanitario valorado en 23 millones de euros
que Ayuso dice haber perdido, puede decirse que nos han engañado como a chinos.
Hubo varios
momentos en los que el pleno extraordinario del miércoles para prorrogar el
estado de alarma parecía estar, efectivamente, en chino. Uno de los mejores
tuvo lugar cuando Casado se levantó a proclamar que mantenía su lealtad al
gobierno en medio de esta dramática emergencia sanitaria para a continuación
decir que Sánchez no está a la altura, que envía a pelear a médicos y
enfermeros sin protección ninguna, que ha dejado el personal de los hospitales
abandonado a su suerte y que lo de España, más que un estado de alarma, era un
estado de excepción encubierto. Las acusaciones son muy serias, sobre todo
viniendo de un partido que considera la sanidad pública un chiringuito donde
forrarse.
De la lealtad
proclamada en chino mandarín Casado pasó a solicitar una serie de medidas
excepcionales en chino cantonés, entre las que se incluirían banderas a media
asta en recuerdo de los fallecidos por el coronavirus, un funeral de estado por
los que han muerto y por los que vayan a morir, y el proyecto de un monumento
funerario que podía erigirse en Madrid, al lado de la noria gigante de
Villacís. Todo muy urgente, muy necesario y barato a más no poder, igual que
las banderas compradas en los chinos. Como la lealtad pronunciada en chino
suena un poco distinta, Casado también recordó que Sánchez había pedido la
dimisión de la ministra de Sanidad, Ana Mato, por su gestión en la crisis del
ébola, aunque se le olvidó señalar que el ébola no era una pandemia mundial
extendida por todo el mundo sino un regalo importado del Congo que Mariano nos
hizo a todos los españoles para satisfacer el deseo de un cura moribundo.
Más chino y más
barato todavía resultó el discurso de Abascal, a quien no le importó haber
afeado a Pablo Iglesias por saltarse la cuarentena y acudir al congreso cuando
no estaba contagiado, mientras él, gracias a los anticuerpos españolazos de
Ortega Smith, consiguió el milagro médico de superar la enfermedad en una
semana y pasar del positivo al negativo sin el período de reclusión obligatorio
de quince días, como el que pasa una semana en la playa. Hablando de pasar,
Abascal aprovechó que el Yangsté pasa por Wuhan para reclamar a Sánchez que
aplicara el artículo 155 en Cataluña, una prioridad aquí y en Pekín, ya que los
virus se cuadrarían de inmediato ante el desfile de los tanques por las
Ramblas.
Por último, ya en
pleno arrebato de oratoria, pidió que aprovecháramos las lecciones de esta
crisis para convertirnos en "un país avanzado científica y
tecnológicamente, y que brillen con la ayuda de Dios la confianza en nosotros
mismos, la ciencia y la investigación". Puede sonar paradójico viniendo de
alguien que reivindica Atapuerca, los Tercios de Flandes y el Concilio de
Trento como principales valores científicos, pero no hay que olvidar que uno de
los cerebros grises del partido es Rocío Monasterio, arquitecta por la gracia
de Dios, la cual firmaba proyectos años antes de obtener la titulación por simple
ciencia infusa. El parlamento resonó con un eco del sargento instructor Hartman
en La chaqueta metálica: "Esta noche el capellán Charlie os va a decir
cómo el mundo libre vencerá al comunismo con la ayuda de Dios y unos pocos
marines". Seguramente Abascal no cayó en la cuenta de que el coronavirus
también es una criatura de Dios, pobrecito.
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