NAVIDADES, VIEJAS Y NUEVAS FORMAS
DE EXCLUSIÓN Y SOLEDAD
SANDRA C. TEJADA
Que la llegada de
las navidades incrementa la experiencia de soledad es un hecho que parece
innegable. Cada año las cifras nos recuerdan que son muchas las personas
afectadas por el mero hecho de vivir solas, por encontrarse lejos de sus
familias o por estar en la calle. Pero no solo estos perfiles experimentan la
soledad. Según el reciente estudio de la Fundación ONCE y Fundación AXA “La
Soledad en España”, casi 4 millones de personas se sienten solas
frecuentemente, y aunque el género, vivir solo, no tener pareja y contar con
escasos ingresos económicos son factores determinantes, dicho estudio revela
que al menos la mitad de las personas que viven con su pareja o su familia también
sienten ese tipo de soledad no deseada. Lo que estos datos nos vienen a decir
es que cualquier persona, en cualquier momento, podemos llegar a experimentar
dicha soledad, aunque no siempre lo verbalizamos.
¿Qué está detrás de
la soledad no deseada que convierte las Navidades en una experiencia llena de
malestares para muchas personas y, para otras, en un incremento de su
experiencia de aislamiento? La mayor parte de los y las autoras coinciden en el
fuerte componente relacional y en la evaluación negativa que la persona hace de
las relaciones que tiene y las que esperaba tener, lo que lleva a una sensación
de vacío, abandono, melancolía o dolor fruto de esa carencia percibida. No es
una cuestión de falta de habilidades sociales, tiene que ver más con la
sensación de no sentirse identificado con una serie de valores, con no sentirse
vinculado con una serie de grupos o con sentir que no se encuentra un espacio
de seguridad y simpatía emocional. Si además se forma parte de un grupo social
leído como no capaz, no productivo o no deseable, el número de malestares se
multiplican. Sentimientos como el miedo, el rechazo, la percepción de
vulnerabilidad, la desesperanza, la desconfianza, la culpa, el hastío o al
aburrimiento nos llevan a caer en la soledad no deseada.
Por supuesto, como
apunta Javier Yanguas, director científico del programa de Mayores de la
Fundación Bancaria “la Caixa” no se puede hablar de soledad no deseada sin una
perspectiva temporal, siempre necesita tiempo y contextos en los que fraguarse.
Y las fiestas navideñas son otro momento más dentro del año que multiplica los
retos que el paradigma cultural dominante impone a la población haciéndose en
consecuencia, más visibles las brechas de acceso, las desigualdades y las
pobrezas sociales y no solo económicas para todas las personas.
¿Cómo satisfacemos
nuestras necesidades en Navidad?
Como nos recordaba
Max-Neef en su libro “Desarrollo a Escala Humana” (Icaria, 1994) las
necesidades humanas son pocas, delimitadas, clasificables y similares en casi
todas las culturas y periodos históricos. Lo que cambia es la manera en que
cada cultura, en cada momento político, social y económico, satisface esas
necesidades y crea un conjunto de satisfactores determinantes en el bienestar
de las personas y las sociedades.
Para el caso que
nos toca, la Navidad es un período donde se alimentan las necesidades de
relación, pero la manera de satisfacer estas necesidades es a través de una
serie de satisfactores atravesados por un estándar de normalidad capacitista y
productivista (poder comprar regalos, reencontrarse con toda la familia y las
amistades, ser capaz de responder a una norma de belleza, de vida en pareja y/o
celebrar un tipo de comidas y no otras).
Tener que responder
a este reto siempre es generador de malestares propios de la soledad no
deseada, ya que es muy fácil sentir ausencia, máxime si se te ha muerto un
familiar o persona cercana, si estás en situación de desempleo, si eres una
persona divorciada, si no llegas ni a mitad de mes, si eres migrante, tienes
diversidad funcional o si estás pasando por una situación de conflicto con tu
entorno. Por supuesto, la Navidad nos ofrece un conjunto de estrategias o
recomendaciones para cubrir esa ausencia, pero la mayor parte están destinadas
a personas en situación de aislamiento o exclusión social (mayores en
domicilios o residencias, personas sin hogar, menores sin familia, por poner
algunos ejemplos) y siempre desde un enfoque de ayuda puntual y asistencial.
¿La sostenemos, la
negamos o la resituamos?
Podemos, por tanto,
sentir soledad no deseada en Navidad del mismo modo que podemos contribuir a
través de las Navidades al sostenimiento y desarrollo de nuevas soledades.
Acabar, por tanto, con la soledad no deseada en estas fechas no es acabar con
ellas, sino con la base sobre las que se sostienen. Negarlas, retirarte o
esperar a que acaben te lleva a un proceso de aislamiento e incomprensión del
que “solo tu eres responsable”, según los demás. Intentar alcanzar sus
objetivos en muchas ocasiones es incompatible con las condiciones materiales o
bienes personales de los que disponemos. Cambiar las condiciones sobre las que
se sostiene o reconocer la diversidad de satisfactores que se pueden poner en
marcha para cubrir necesidades básicas, ofrece por el contrario la posibilidad
de reducir malestares cotidianos.
Si la meta en
Navidades es el encuentro entre las personas, lo importante son las personas y
no los objetos destinados a embellecer o enriquecer dicho encuentro. La
relación no puede estar determinada por el tipo de cena o la cantidad de
regalos, sino por lo que las personas somos capaces de intercambiar o crear
durante el encuentro que además genere cierto bienestar o satisfacción duradera
en el tiempo (desde apoyos básicos hasta ofrecer un rato de distracción).
Desafortunadamente, en muchas ocasiones las Navidades acaba convirtiéndose en
un ejercicio de subordinación (tener que) o discriminación (no ser capaz de
responder a) y por tanto, de soledades no deseadas.
Siguiendo con la
afirmación anterior, si con las Navidades se busca procurar el bienestar y el
sentido de comunidad, no se pueden sostener dentro de un modelo de consumo que
provoca largas cadenas de producción y explotación de personas, animales y
otros recursos naturales. Satisfacer nuestra necesidad de relaciones en Navidad
a través de un modelo como el actual provoca múltiples soledades no deseadas en
aquellas personas que trabajan miles de horas en las tiendas, en las fábricas,
en los campos o en otro tipo de servicios vinculados con las Navidades.
Tener en cuenta
todo esto puede ayudarnos a resituarnos en estas fechas desde un enfoque de no
daño que ponga en el centro la idea de sostenibilidad, diversidad e
interdependencia y, por tanto, generador de bienestares y vínculos duraderos en
el tiempo.
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