CARTA A LOS HOMBRES
CRISTINA FALLARÁS
Compañeros, tenéis
un problema, y es un problema gordo. Ruego que antes de sentiros profundamente
ofendidos por no escribir “algunos hombres” sino considerarlo general, sigáis
leyendo. Porque tenéis un problema que nos está matando.
La violencia
machista no es un problema de las mujeres, como hemos venido manejando y dando
por sentado hasta ahora. La violencia machista es un problema que tenéis los
hombres y sufrimos las mujeres. Así de simple.
Sí, los hombres,
todos los hombres.
El pasado 8 de
marzo, las mujeres, millones de mujeres de este país (y de muchos otros)
hicimos una huelga general y de cuidados y de consumo. También una enorme
manifestación que dejó al mundo con la boca abierta. Al día siguiente supe que
habíamos perdido. Que habíamos perdido en algo sustancial: vosotros.
Una de las
controversias de los días anteriores, sin duda la mayor, tenía que ver
precisamente con los hombres, con si vosotros “podíais” o “debíais” o no uniros
a la manifestación o a la huelga. Más allá de las opiniones a favor o en
contra, el resultado fue un desastre y para mí fuente de un desánimo profundo
que ha permanecido intacto hasta el momento en el que escribo esta carta.
Nosotras, las
mujeres, millones de mujeres, nos organizamos contra la violencia machista,
aquí y en el mundo entero, desde Nueva York hasta Manila, pasando por las muy
bravas argentinas. Nos manifestamos, hicimos huelga, contamos las agresiones
sufridas, gritamos un dolor común. Un grito amarguísimo que se dio de bruces
contra el muro de vuestra inacción, de vuestro pasmo. Nosotras gritamos con
todas nuestras fuerzas contra la violencia constante y estructural que sufrimos
TODAS, contra el hecho de cobrar sensiblemente menos por el mismo trabajo,
porque tenemos miedo, porque son cientos de miles solo en España las agredidas
física o psicológicamente, porque corremos el riesgo (como se ha vuelto a
demostrar) de que nos violen en cualquier lugar y en cualquier momento, y por
ello, de nuevo, tenemos miedo, un miedo todavía más salvaje, y modificamos
nuestras costumbres, y no podemos llevar la misma vida que vosotros.
Nosotras SUFRIMOS
ese problema. Somos la parte paciente. Por eso, las noticias se redactan
siempre en pasiva (Una mujer ES ASESINADA por…) en lugar de poner la acción
donde corresponde (Un hombre ASESINA a…). Con ese gesto se evidencia dónde se
ha querido colocar el sujeto del problema. El lenguaje es sustancial y retrata,
nunca es inocente. Pero el centro del problema no está en las mujeres sino en los
hombres. El eje no está en “ser asesinada” sino en asesinar.
Y por supuesto que
no todos los hombres agreden a las mujeres, qué bobada. Sin embargo, ¿dónde
están vuestras protestas? Algunos hombres aducís que queréis participar en
nuestras movilizaciones, a nuestras manifestaciones de dolor, pero que las
mujeres no os “dejamos”. Que por qué no os dejamos, etc. De nuevo, la pregunta
está descentrada, y eso tampoco es inocente.
¿Dónde las
manifestaciones o huelgas o plantes organizados por vosotros?
¿Por qué no
organizáis vosotros vuestras protestas?
¿Por qué no os
organizáis y salís a la calle contra la violencia constante y ya innegable que
sufrimos la mitad de la población, de una población que es vuestra población?
¿Por qué no sois
vosotros, como parte socialmente implicada, quienes convocáis manifestaciones,
huelgas, protestas públicas y masivas?
Sencillamente,
porque en el fondo consideráis que el problema es de otros, o sea nuestro, de
las mujeres.
Si una gran parte
de la población española (pongamos varios cientos de miles) trabajara en
régimen de esclavitud y ni más ni menos que la mitad de la población corriera
el mismo riesgo, por supuesto que os echaríais a la calle, organizaríais
grandes marchas, pediríais dimisiones, hundiríais gobiernos. De la misma forma
que cuando el terrorismo, ETA, asesinaba salíais a la calle todos a una. No
esperabais que fueran las víctimas quienes organizaran nada.
¿Qué sucede, pues,
con la violencia cotidiana y ESTRUCTURAL (por lo tanto, terrorismo: aquí la RAE)
machista? Debo pensar que se trata de las mujeres. Que no os manifestáis por
cuenta propia porque en el fondo consideráis que el problema es nuestro. De ahí
que manejéis en este campo las ideas de “solidaridad” y “apoyo”.
Estoy harta de oír
“me solidarizo con el dolor de las mujeres”. Harta. ¿Sabéis una cosa? Nadie se
solidariza con uno mismo, con un problema propio, “me solidarizo conmigo”. Uno
se solidariza con “otros”, o sea con el problema de otros.
Ahora se nos eriza
el machismo brutal de la derecha y el machismo irreflexivo e irresponsable de
cierta izquierda. Pueden hacerlo porque no hay una cantidad, ni suficiente ni
siquiera insuficiente, de hombres que les plantan cara en este sitio de
violencia. Porque no existe una cantidad activa de hombres que salen a
llamarlos violentos y a formar una barrera contra esa violencia que sufre la
mitad de la población, nosotras.
Espero haberme
explicado. Nosotras sufrimos un problema. Vosotros tenéis un problema,
gordísimo. Se llama silencio. Se llama inactividad. Se llama tolerancia con el
mal.
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