UN RELOJ...
DUNIA
SÁNCHEZ
Un reloj. Pasos en
la sombra del estremecer del suelo. Ellos concentrados con el eclipsar de sus
miradas alrededor de una mesa. Se unen las manos, se unen las fuerzas del
cosmos para llamar a los espíritus andantes en horas cuando una luna redonda
llama sus energías. Una mujer que habla en nombre de ellos. La articulación de
sus palabras suena algo gutural, algo nacido de las entrañas de las paredes que
les rodean. Todos callan. La palidez conquista sus rostros, un sudor monótono
avista la detención de las luces. Todo es oscuridad con solo el quejido
infausto de la plateada y el temblor de los ocupantes bajo ese techo. Ella
calla. Un silencio desintegra cada estado elaborado en la helada mirada que
ahora eclosiona. Pero hay algo en la atmósfera que los atrapa ¿alguna energía
no ida aún? Ese algo toma los tonos del arco iris, toma la forma de los
humanos, toma el aliento de cada uno de los allí presente. Ella, la médium, no
entiende, la sesión ha terminado. Temerosos observan como estallan las luces,
como quiebra la mesa, como se destruye todo lo que los rodea. Estáticos miran
el techo que no más es un aliento de la luna blanca. Aquella sustancia
incorpórea se alarga y acoge en su pecho a todos los allí presentes. No dice
nada. Ella calla. Oscuridad. Todo se hace oscuro. La esfera blanca que los
vigilaba se ha ido. Solo, esa energía que impide el movimiento. El miedo se
larga, ahora, solo estrellas condicionan el exterior que los agarra. La imagen
desaparece como humo en espiral hacia el firmamento. Deja atrás un halo de
conciencia, de desgarradores fotogramas del mundo que hoy en día se vive. No
hemos evolucionado solo nos hemos vestido con diferente tono pero con el mismo
argumento. De repente pálidas tez resbalaba por cada uno de los presentes. De repente aquellas masas albas se elevaron y
desaparecieron bajo la ceniza de aquella forma humana del arco iris. La noche
seguía cantando al son de los grillos, de los perros, de las constelaciones y
de nuevo vino la blanca luna. Aún más perfecta, más bella…
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