¿EN QUÉ PIENSAN LOS
VOTANTES DEL PP?
ROSA MARÍA ARTAL
Las encuestas
preelectorales, aun con sus abrumadores errores de bulto en los más recientes
comicios, siguen dando un notable porcentaje de votos al PP. En Galicia, una
tercera mayoría absoluta. Cuesta entenderlo incluso con la apasionada
contribución a la causa de gran parte de la prensa convencional. Esa fidelidad,
dadas las circunstancias que concurren, siembra en numerosos ciudadanos
reacciones que van desde estupefacción, alarma, irritación y escándalo a
resignación y desencanto. Son muchos años, siglos incluso, bajo la égida de la
derecha para sorprendernos. Y no la más presentable derecha. Hace trampas muy
gruesas, visibles aunque se pongan gafas de cemento.
Como en la exitosa
película protagonizada por Mel Gibson y Helen Hunt ¿En qué piensan las mujeres?
Un accidente, muy grave, un atropello traumático del calibre de haber soportado
el gobierno del PP en España cinco años ya y en numerosas comunidades autónomas
más tiempo, nos permite hacernos una idea de cómo es su votante en la
actualidad. Ni siquiera precisamos poderes extraordinarios: nos lo cuentan a
diario sus protagonistas, en privado y en los medios a través de distintas
portavocías. Lo peor es que hay más visceralidad que argumentos y éstos
adolecen de abultadas lagunas.
A Rajoy, el fiasco
de Soria para el Banco Mundial le ha supuesto un importante traspié, pero no lo
suficiente para acomplejarle. Ni a él ni a sus seguidores, al parecer.
Iniciamos semana con su apoyo expreso a Rita Barberá al nombrarla vocal en dos
importantes comisiones del Senado: Constitucional y Economía. Encausada por el
Supremo por blanqueo de capitales del PP de Valencia, la poderosa dirigente
popular se bajó en Cuenca del tren que la conducía a Madrid y se dio la vuelta,
mientras el PP le mantenía sus puestos en la Cámara Alta. Supimos que la mayor
empresa de Sanidad Privada hace su agosto con nuestra sanidad pública, en
especial la de Madrid. Y nos enteramos de que un comisario que ha prestado
grandes servicios al ministro Fernández Díaz ficha por Prosegur, otra empresa
privada gigante en este caso de la Seguridad. Es quien fue acusado de presionar
a los investigadores del Caso Gürtel o de montajes contra Pablo Iglesias y
Podemos.
El martes nos trajo
también a Bárcenas retirando su denuncia contra el PP por el borrado de sus
ordenadores. A Jaume Matas intentando pactar con la Justicia, según El Mundo,
para no ir a la cárcel a cambio de contar la corrupción del PP, sus sobres y
amaños. Un informe secreto de Agricultura que duplica el saqueo de Acuamed. Al
denunciante de De la Serna contando a Moragas, jefe de Gabinete de Rajoy, sus
comisiones en Argelia y Panamá, meses atrás. Rajoy lo incluyó en las listas del
20D sabiéndolo. Cada día así. Y a la espera de nuevos capítulos.
Apenas caben
mayores abusos a la población y ahí siguen resistiendo varios millones de
votantes del PP. Un periódico muestra la foto de niños entrando en barracones
escolares en Murcia, y enseguida hay quien opone que en Andalucía hay 317
colegios así. El consabido consuelo del mal de muchos. Se está encontrando
comprensión incluso para la medida que los gobiernos conservadores del Reino
Unido quieren imponer: el Sistema Público de Salud retrasaría las operaciones
de fumadores y obesos. La gente que "no se cuida" ha de ser
castigada. Las afecciones de enfermos "culpables" han de pagarse al
margen, por lo privado. No se expresa ni una queja a quienes hacen negocio con
nuestra salud y "ahorran" en atendernos. A unos y a otros.
Precisamente, desde
Londres avisan que su Sistema público de Salud. NHS, está dando los estertores.
Es difícil sobrevivir a un cuarto de siglo de desangrarlo con las políticas
ultraliberales que inició Thatcher y continuaron otros colegas Tories y los
laboristas de Tercera Vía, los precursores de eso tan moderno que llaman
socioliberalismo. Los británicos siguen votando esas medidas que les agreden,
sin relacionarlas con el candidato que les gusta. En España, también ocurre el
fenómeno. Tú rompes una botella llena y se derrama el líquido, pero para los
fanáticos son fenómenos independientes.
Aquí, hay gente
convencida de que Mariano Rajoy no es corrupto o de que la economía la gestiona
mejor la derecha –la economía de todos, se entiende–. Hay quien cree que Ciudadanos es de centro,
incluso que es una "fuerza del cambio". Multitudes son ya los convencidos de que
Pedro Sánchez tiene la culpa de que no haya gobierno, como antes les
persuadieron de que el díscolo era Pablo Iglesias. O quien piensa que es
informar el objetivo de los programas en los que se sienta un Noble con pocas
luces, periodistas faltones, machistas o que, dedicados a intoxicar, se
inventan directamente las noticias. O utilizan métodos fuera de la deontología
profesional para obtener sus pistas.
Hay personas capaces
de mirar para otro lado cuando nos asegura el gobierno que no van a rescatar al
sistema bancario, sino que le ayudan por nuestro bien. Y luego les entregan del
dinero de todos 51.303 millones de euros, aseguran que el Estado recuperará
todo, y al final apenas pillamos la pedrea del 5% (2.686 millones) del premio
que siempre se llevan los mismos, y alguna promesa de que podría ser algunos
millones más, ni de lejos todo. Asisten impertérritos a la venta de nuestro
patrimonio o al destrozo de paraísos naturales como está ocurriendo ya en
Doñana.
No necesitamos
poderes para saber en qué piensan. Todos hemos vivido experiencias en las que
escuchamos atónitos cómo vuelven las realidades del revés y aseguran, por
ejemplo, que sin el PP ya no tendríamos sanidad pública o pensiones. Sin
reflexionar en el proceso que ha ido canibalizando el Estado del Bienestar,
mientras engordan las cuentas de los beneficiarios de ese destrozo. Cuál es el
futuro que cabe esperar a tenor de la trayectoria. Llegan a declarar en televisión
que los hijos han tenido que emigrar, que están tristes por no verlos, pero que
seguirán votando al PP, "a ver si lo arregla". Hasta el aumento de la
mortalidad he escuchado defender "por lo bien que el PP trata a los
ancianos" y alguna vez se tienen que morir. Ante los datos responden con
firmeza que no se los creen, sin más. No ven manipulación sino serenidad en las
tertulias de RTVE que se lleva a toda la Caverna junta a opinar. "No
discuten, dejan hablar", dicen. Claro, están todos de acuerdo.
Les parece muy
bonito y muy español, torturar y matar animales para divertirse, se divierten
de hecho con el sufrimiento de un ser vivo, cuando esos atavismos fueron
abandonados hace siglos por otros pueblos que los practicaban. Llegan al punto
de votar al PP porque, "a pesar de todo", defiende los valores
religiosos, cuando en conciencia apenas respeta ninguno, como no sea el de
formas y decorados. Es imposible que no sepan que poca caridad cristiana tiene
quien roba a sus semejantes en abuso de poder, o daña con sus recortes a tantos
seres humanos.
Hay muchas personas
–algunos millones de hecho– que aceptan las imposiciones, los errores, y hasta
las traiciones, de su grupo político –y no solo en el PP– porque estiman más
importante la fidelidad. O que no gane otro. Sobre todo eso. Las hay incluso
que saltan con furia como si fueran abejas a quienes acaban de destruirles el
panal contra un político del que solo saben que no les cae bien. O del que les
han dicho una serie de aspectos que temen y que no se han molestado en
consultar o reflexionar. Que perdonan los hechos y penalizan los supuestos. Hay
incluso quien muerde la mano de quienes les quieren ayudar.
Muchos de ellos
piensan que, en este país, "católico y decente", con solo unas pocas
trampas que "se han hecho toda la vida" y "todos hacen",
nos convertimos todos en emprendedores mil millonarios como Amancio Ortega. Y
nuestros hijos y nietos –castigados con una ley de educación retrógrada–,
sabrán jugar al fútbol y "nos sacarán de pobres". Y, como seres
cuidadosos y obedientes, las empresas que se lucran con nuestra salud, no nos
castigarán. O nos tocará la lotería porque en ella residen nuestros sueños,
como dice el anuncio pergeñado por la Administración del PP.
¿En qué piensan los
votantes del PP? En ellos mismos de una forma extrema, desde luego.
Categóricamente no en la justicia social o el bien común, ni en limpiar esta
pocilga y reconstruir lo dañado como sí hacen otros. Una cosa es votar derecha
y otra al PP. El PP no es solo un partido conservador, aun siendo de derechas en alto grado. Son sus anomalías
las que convierten su sostén, tal como está, en un problema.
Seguir apoyando a
este PP, corrupto y agotado, supone degradar la vida de muchas personas,
dificultar sus aspiraciones, convertir sus sueños en pesadillas. Muchos de sus
votantes las padecen también y lo saben. Pasará factura. Tanto daño no puede
ser inocuo. Se ha roto el Compromiso Social en asuntos fundamentales y lo
lógico es que tenga consecuencias. Una juventud, muy vapuleada, que ya no lee
sus periódicos, ni ve a sus oráculos en sus televisiones, y pasa de sus ritos,
tomará las riendas consciente de que se les ha perjudicado mucho.
Harán bien todos en
ir pensando que las cosas han cambiado, o van a cambiar. "Todo esto no es
gratis, todo esto acabará creándole problemas", decía este lunes Rajoy a
voz en grito desde las pantallas de las televisiones en su permanente presión
hacia el líder del PSOE Pedro Sánchez para que le dé el gobierno. Aplíquese el
consejo. Los jóvenes no piensan precisamente en su PP. Muchas personas de todas
las edades no piensan en su PP sino para dolerse. De hecho, en un Parlamento
fragmentado, la mayoría de los españoles no quieren a su PP.
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