SÁNCHEZ ES UN PELIGRO PÚBLICO
JUAN CARLOS ESCUDIER
Lo del enemigo
común lo pusieron de moda los griegos en las Guerras Médicas frente a los
persas, que eran muchos pero tontos, e igual se les ahogaba medio ejército
cruzando un río que un puñado de espartanos les paraban los pies en un
desfiladero. Hoy día el enemigo común es Pedro Sánchez, en torno al cual se ha
suscitado una unánime animadversión y al que la prensa unida jamás será vencida
pide su cabeza por inconsistente, secuestrador de su partido, loco y
megalómano, que es como loco pero en plan pirámide de Keops.
El pecado del
sujeto, que tiene muy turbadas a las madres que le veían como el yerno perfecto
-¡quién lo iba a decir con lo alto y guapo que es la criatura!-, es plantear
que los militantes del PSOE decidan cuál es la voz que ha de representarles y
si están por intentar formar gobierno para echar al PP, como pretende el Jerjes
de Ferraz, o dejar que Rajoy siga decidiendo sobre las cortinas de la Moncloa y
la tapicería de la casa en general.
Su pretensión ha
sido juzgada como un disparate que pone en peligro a España, al PSOE, al
Mercosur y a la ONU, ya que es de dominio público que los afiliados de un
partido son gente poco preparada que no tiene conocimientos ni de geoestrategia
ni de geopolítica, y su misión en la organización ha de limitarse a pagar las
cuotas, pegar carteles, aplaudir en los mítines, dejarse besar si procede y,
sólo en el caso de los tecnológicamente más avanzados, poner tuits favorables y
complacientes. La militancia es un rebaño que ha de ser pastoreado porque tiene
menos lecturas que el manual de instrucciones de una Smart TV y únicamente
entiende frases cortas y con gracejo, estilo en el que destaca Susana Díaz, que
en este sentido es una lideresa inconmensurable.
A Sánchez le
quieren montar las Termópilas en el comité federal de este sábado y para ello
han dispuesto un equipo de fontaneros al teléfono para que no haya escapes en
las tuberías. Con el mono puesto están Juan María Cornejo y Máximo Díaz Cabo
por Andalucía, y Jesús Fernandez Vaquero, que es el operario de García Page,
por Castilla-La Mancha. Su misión, llave inglesa en mano, es convencer por lo
civil o lo militar a los indecisos de este órgano de que el partido es cosa de
los cuatro que conforman la aristocracia baronil que sabe lo que es bueno para
el populacho. Es de suponer que Ferraz tenga también trabajando a su propia
contrata, que en esto de los desagües hay una competencia profesional durísima.
La aritmética, como
ocurre con la formación de gobierno, es una ciencia complicada. Sánchez está
convencido de que tiene la mayoría para convocar el congreso y los amotinados,
para impedirlo, también lo creen, pero con dudas. De hecho, una de las bazas
que tienen sobre la mesa es presentar ante el comité federal la dimisión de la
mayoría de los integrantes de la Ejecutiva federal para forzar una gestora que
se lleve por delante al secretario general. ¿La duda? Pues que la mayoría del
comité rechace por extemporáneas las dimisiones o las acepte y monte una gestora
controlada por los sanchistas, que es un término recién acuñado y que refleja
que la marioneta que era el inconsistente le ha dado un tajo a las cuerdas para
convertirse en un peligro público.
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