NO TENEMOS AGUA PARA TANTO TURISTA
JOSÉ LUIS GALLEGO
España está
batiendo sus propios récords de visitantes año tras año. En los siete primeros
meses de 2016 el número de turistas que visitaron nuestro país aumentó más de
un 11% hasta alcanzar la cifra récord de 42,4 millones. Un porcentaje que se va
a disparar a la que añadamos los datos de este mes de agosto, que en algunos
destinos ha sido apoteósico. Así que lo más probable es que el anterior récord
histórico de turistas, alcanzado en 2015 con 68 millones de visitantes, se vea
superado incluso por encima de las previsiones oficiales del 3,8%.
Excelentes noticias
para un país donde el sector turístico es uno de los principales motores de la
economía: factura casi 125.000 millones de euros, representa el 11% del PIB y
acapara casi el 13% del empleo. Pero ¿hasta cuándo podremos mantener ese ritmo
de crecimiento? ¿Podemos llegar a gripar ese motor? Y la respuesta es sí: por
falta de agua.
Mientras batimos
récords de turistas el país atraviesa una de las peores sequías de los últimos
años. Aunque no salga en los telediarios, aunque no ocupe espacio en los
digitales ni se hable de ello en las tertulias de radio. Media España está en
alerta y las previsiones de lluvias a corto plazo no dibujan un panorama demasiado
esperanzador para las comunidades más afectadas, como Cataluña, Comunidad
Valenciana o Región de Murcia. Incluso Galicia, pese a no estar en alerta, está
sufriendo el verano más seco desde 1873.
La situación es tan
seria que incluso nuestro principal comodín, el del agua embalsada, podría
quedarse corto si tenemos que echar mano de él si no empieza a llover pronto y
de manera generalizada. Porque tenemos los embalses al 57%, en torno a la media
es cierto, pero por debajo del año pasado.
Con 350 embalses y
una capacidad de almacenamiento de 56.000 hectómetros cúbicos de agua, nuestras
reservas suponen aproximadamente la mitad de la suma total del caudal de
nuestros ríos. Tenemos pues una buena cantimplora. Pero hasta las cantimploras
más grandes se pueden quedar vacías si las usamos sin moderación. Y eso es lo
que hace el turismo: malgastar el agua de nuestra cantimplora.
Porque mientras los
españoles hemos alcanzado un alto nivel de ahorro de agua hasta situarlo en los
127 litros por persona y día, la media de consumo de un turista va de los 450
hasta los 800 litros diarios. Lo más acollonante es que ese mismo individuo, ya
sea holandés, alemán o sueco, consume en su domicilio incluso menos agua que
nosotros. ¿Dónde está la explicación? ¿Por qué los turistas tienen barra libre
para consumir agua en nuestros campings, hoteles o apartamentos?
La respuesta está
en la desidia y la falta de responsabilidad del turista de sol y playa al que
la situación del agua en España le importa un bledo. El retrato robot de esos
70 millones de turistas que nos llegan cada año es medioambientalmente
espantoso. Por eso deberíamos actuar de manera inmediata para atajar el alto
derroche de agua del sector turístico, y la mejor manera de hacerlo es la
aplicación de una ecotasa turística variable. Un canon como el que regula
nuestro consumo, donde el ciudadano ahorrador paga el agua más barata y el
derrochador la paga mucho más cara. Lo mismo debería ocurrir con los turistas.
La cosa es tan
simple como poner un contador por habitación y a la hora de saldar la cuenta en
recepción hacer los cálculos. ¿Qué el cliente ha demostrado ser un tipo
responsable y se ha ajustado al consumo medio? Hasta pronto, ha sido un placer.
¿Qué ha pasado de todo y ha tirado de grifo como si estuviera a orillas del
Amazonas? Zasca: a pagar.
O eso o esperar a
que nuestro modelo colapse. Porque las previsiones van a peor. El cambio
climático es un muro contra el que el sector turístico español va de cabeza y a
toda velocidad. Y lo peor de todo es que parece no verlo. Ni el retroceso de
las playas, ni el aumento de las temperaturas, ni la saturación: el mayor
obstáculo es que no tenemos agua para tanto turista, y menos para este tipo de
turistas.
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