EN EL TIMO DE LA ESTAMPITA SOLO CAEN LOS LERDOS SIN ESCRÚPULOS
ROSA MARÍA ARTAL
El sonrojo diario
al ver las portadas de la prensa está llegando a niveles de patetismo en su
feroz defensa de un gobierno del PP. Coincidencia hasta en palabras (este jueves
tocó “portazo”) de sus titulares calificativos para atacar y conminar al líder
del PSOE, Pedro Sánchez, a facilitar la presidencia a Mariano Rajoy. Es quien
copa titulares y primeras páginas cuando en cualquier parte del mundo la
noticia sería que el presidente en funciones ha perdido la investidura por
mayoría absoluta y llevaría su foto. Apoyada la letra por la voz y la imagen en
muchos otros medios, el candidato cuenta con apoyos extraparlamentarios
abrumadores. De ahí probablemente la prepotencia que despliega, en tono verbal,
actitudes y en hechos.
La evidencia es
palmaria. A quienes se ocupan exclusivamente de los intereses del poder les
podía haber tocado apuntalar a una persona medianamente presentable, pero ha
sido Mariano Rajoy. También es mala suerte. Ese profundo deterioro del Estado
del Bienestar, de la equidad y la decencia durante su mandato es incuestionable
por muchas mentiras con las que se adorne. Cada día le nacen nuevos De la
Serna, Arístegui, Barberá, Rato y esa pléyade de saqueadores que nos presentó
el PP. O sabemos de las andanzas de sus jueces en amistad con imputados. La
gestión económica de la que presume Rajoy arroja la realidad de una deuda
pública desorbitada y en récord histórico o el mayor hachazo conocido a la
hucha de las pensiones y la seguridad social.
Pero es que además Rajoy lo complementa con una especie de desafío en el
que nos insta a tragar dos tazas si no queremos una. Y en esa línea mantiene
como ministro –y destacado- al impresentable Fernández Díaz o alza en
competencias a la socia de la Virgen del Rocío para tareas de empleo y ahora de
Sanidad e Igualdad, Fátima Báñez. Se atreve a proponer a ese mismo ministro del
Interior para presidente del Congreso –seguramente por su exquisita diplomacia
e imparcialidad- y nos coloca de servidor de coces parlamentarias a Rafael
Hernando. No caben mayores desatinos, es como si Rajoy quisiera quitar las
caretas de esa prensa que le sustenta y se queda con su mariano al aire. O al
Ciudadano Rivera y su séquito, aventajado alumno en la venta de lo invendible.
Perdemos demasiado
tiempo hablando de Rajoy, sin embargo. De Rajoy y sus acólitos. Cuando la
cuestión a dilucidar es cómo hemos llegado hasta aquí. Cómo es posible que
Rajoy sea candidato -y el más votado, aunque no con mayoría- a presidir el
gobierno y cuente con tales refuerzos en la prensa y en los partidos
-Ciudadanos y baronías del propio PSOE-. Cómo están dispuestos a triturar,
pulverizar, extinguir, a personas y
partidos que se opongan a sus fines.
España se ha movido
por unas sendas de corrupción a todos los niveles que dificultan el crecimiento
de tejido social sano y sin embargo ese existe. De hecho los resultados
electorales reflejan sin lugar a equívocos una sociedad muy dividida, sobre
todo entre quienes apuestan por la continuidad aunque hieda en putrefacción y
quienes, hartos, propugnan un cambio.
La principal
diferencia que se aprecia con otras épocas –y no solo en España- es el arraigo
de una nueva Era de la Ignorancia. Cuando más medios hay para informarse, más
se huye del conocimiento. En 2013, la
OCDE explicó, a través de un estudio, que los adultos españoles tienen el peor
nivel educativo de los países que componen el organismo: los más desarrollados.
En una especie de Informe PISA para mayores (de 16 a 65 años), encontró que
somos los últimos en matemáticas de 23 países, y los penúltimos en comprensión
lectora, solo superados por Italia. Junto a otros detalles que reflejan una
profunda desidia. Varios años más de
Indas, Marhuendas, Gatos al agua y Sálvames no habrán mejorado la media
precisamente.
Para asentar con
firmeza una obra hay que empezar por los cimientos: desactivar la conciencia
crítica de la sociedad ha sido su mayor logro. Voluntario o fruto de una suma
de circunstancias. El malestar entre la ciudadanía, la conciencia de la
disfunción, existe. De ahí que busque culpables. Pero yerra, a menudo, al dejarse guiar por
quienes le facilitan la tarea de pensar y decidir, llevándoles por caminos de
visceralidad irracional.
Estamos llegando al
punto en el que leer un artículo (no hablemos ya de un libro) es un trabajo tan
ímprobo como vaciar de piedras el cauce del Tajo. Así se han instalado dos vías
para formarse un criterio fácil: atender a la noticia en píldoras de titulares,
tweets, resúmenes de resúmenes y marear la perdiz en interminables tertulias
que abarcan todas las horas del día en radios y televisiones. La primera, evita
profundizar en ninguna idea, la segunda agota, machaca y disuade conclusiones,
sobre todo si se trata de espectáculos que incluyen fantoches revienta
argumentos.
Hace unas semanas,
Lluís Orriols, analizaba aquí las
“políticas del zasca” que “generan
atención e interés, pero atrincheran ideológicamente y fomentan el descrédito
de la política”. En mi opinión es el efecto buscado.
La consecuencia es
la que vemos. Un gran sector de la población no utiliza la razón para analizar,
todo es un inmenso partido de fútbol para desatar las pasiones. Para elegir
contrincante y apostar. Odian según instrucciones, creyendo a pies juntillas lo
que dicen personas sin credibilidad. Ahora a Pedro Sánchez, siempre a Pablo
Iglesias. Precisan culpables. Y así hay varios millones que, contra natura, se
fían de quienes probadamente les engañan. Entregan sus destinos, el de sus
familias y amigos, el de todos los demás conciudadanos a personas que les
mienten, les roban, cambian de opinión como de calzoncillos, sacan provecho de
sus trampas. A los que han echado a sus hijos y nietos del país por falta de
oportunidades, les obligan a invertir sus pensiones en ayudar a sus familias, a
pagar farmacia y salud, causan víctimas reales. Es como si no supieran
relacionar conceptos que es la esencia de la razón. Ni se tomaran un mínimo
trabajo de desbrozar lo cierto de la farsa. Aunque a estas alturas pocos son
los inocentes.
Esto no es tampoco
culpa de “las nuevas tecnologías”, imputación que anda tranquilizando a muchos.
Ya tienen al reo en la mesa, esposado. Atribuyen a Internet, un gran vehículo,
errores directamente achacables al diezmado de las redacciones, a la
precariedad, a la calidad de quienes dirigen los medios más atentos a los
intereses de sus empresas que al derecho a la información de los ciudadanos. Y
a que la opinión, es un medio barato y eficaz.
Hace muchos años, décadas, que se abusa de ella. Un papel mucho más
relevante en el estado de ignorancia lo tiene la televisión que ha contaminado
a la política tanto en los viejos como en los nuevos partidos. Sin un foco y un
micrófono parece que no se es nadie.
Tampoco entreguemos
a la prensa a la furia popular. Porque en esa línea de huir del pensamiento
complejo algunos ya han encontrado otro culpable al que increpar. Sin más que
increpar, sin actuar en consecuencia. Los receptores de la información son
seres adultos, no niños sin alcanzar el umbral del conocimiento. Ni siquiera es todo blanco o negro como
impone el maniqueísmo infantil. No todo el periodismo está contaminado, ni
mucho menos. Gracias a eso se están produciendo cambios notables en esta
sociedad contra la abrumadora marea dominante y sus coacciones. El Periodismo
sigue siendo una buena idea, el periodismo a pesar de todo.
Pero, por encima de
cualquier otra consideración, ha de
quedar sentado que cada persona es absolutamente responsable de lo que lee, oye
y ve, de lo que reflexiona o simplemente engulle, de lo que decide, de lo que
implican sus actos u omisiones. No echen culpas fuera. En el timo de la
estampita solo caen los lerdos sin
No hay comentarios:
Publicar un comentario