MARIANO NOS DEJA EN RIDÍCULO
ANÍBAL
MALVAR
La verdad es
que Felipe VI, por primera vez en su vida quitando las novias, tiene un
problema. Nadie le afea que haya propuesto a la más entusiasta cheerleader de
los corruptos (“Luis, sé fuerte”) la formación de gobierno. Pero muchos lo
pensamos y la Historia lo recordará, creo yo. No habrá paz para los malvados.
Qué buen título y qué mal chiste. Un rey empeñado en perpetuar su fama de
incorrupto, incólume, inane y otros montones de ‘in’ le encarga al presidente
de un partido político imputado por una metástasis de corrupciones que se
adueñe del futuro de la patria. Se cavila poco sobre esto, pero guarda
desternillantes paradojas.
La mujer del
César no solo debe ser honrada, sino parecerlo, aconseja un sabio y algo
machista dicho. Y yo creo que en eso ha reparado poco nuestro espigado y
preparadísimo rey: encargar la formación de gobierno al líder de una banda de
delincuentes no estará bien visto en algunos pueblos de la futura España.
Estos tiempos
borrascosos nos han aventado la evidencia de que la monarquía no es solo un
adorno y un negociete. Tiene la potestad de encargar la formación de gobierno a
quien dicte su capricho. Y ahora ha degradado su imagen y su memoria
otorgándole ese honor a Mariano Rajoy y a lo que representa. Supongo que todos
estamos de acuerdo en que no se trata solo de sospechas. Bajo las alfombras que
ha ido pisando Rajoy durante toda su carrera política hay tanta basura y tantos
hilillos de plastilina que hiede Moncloa.
Joaquín Sabina
y otros más o menos fehacientes intelectuales acaban de firmar un manifiesto
proponiendo una pacto transversal con el PSOE como falo y Podemos y Ciudadanos
como testículos. La sola imagen provoca dolor de huevos. Podemos es la
antítesis de Ciudadanos tanto como la tesis del futuro PSOE. Es tan complicado
de decir que ni yo me entiendo.
El caso es que,
gracias al hediondo (alfómbricamente hablando) Mariano Rajoy, nuestros más
izquierdistas intelectuales están dispuestos a aceptar a Albert Rivera como
intermitente derecho del motor de España. Un político tan de derechas que
propone que los obreros, a través de sus impuestos, se paguen a sí mismos un
complemento salarial que permita al empresario ofrecer sueldos de miseria. Es
pelín esperpéntico, mis queridos intelectuales. Salvando distancias
poliédricas, es como sugerirle a Azaña un gobierno de salvación con Primo de
Rivera.
Aquí de lo que
se trata es de incorporar a la idea de gobierno (no al gobierno, si no quieren)
a las fuerzas nacionalistas o independentistas, y eso es algo que
incomprensiblemente da mucho miedo. El PP y ciertos sectores del PSOE han
alimentado el mito de que es más pernicioso dialogar con los rompedores de
España que con franquistas como Jaime Mayor Oreja, Manuel Fraga Iribarne,
Adolfo Suárez, Rodolfo Martín Villa y tal.
Con la
incorporación de Ciudadanos a su gran pacto, nuestros más o menos fehacientes
intelectuales cierran la puerta al diálogo con vascos, catalanes, gallegos y
españoles que quieren refundar, de una u otra manera, este griterío de jirones
al que llamamos España.
De la Monarquía
a la intelectualidad, la gran victoria de Rajoy es habernos dejado a todos en
ridículo. Es perverso y eficaz, siguiendo una larga tradición de nuestra
derecha. Nosotros somos quien somos, basta de historia y de cuentos. Gabriel
Celaya se refería a lo que nunca nos atrevimos a ser. Mariano Rajoy, sin haber
leído a Celaya, es quien mejor lo ha entendido.
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