CINCO ESCAÑOS DE ORO
JUAN
TORTOSA
La ex secretaria de
Estado para la Agenda 2030, Lilith Verstrynge (2i) y la secretaria general de
Podemos, Ione Belarra (1d), en el
Congreso de los Diputados, a 28 de noviembre de 2023.- Europa Press
Lo que más me gusta
de la existencia de Podemos es su capacidad para poner de los nervios al
personal, para hacer que se remuevan inquietos en sus sillones quienes desean
que la vida fluya sin sobresaltos. Nunca fui de Podemos, pero desde que
nacieron se ganaron mi simpatía. Agitaron el patio y continúan agitándolo. En
el gobierno o en el grupo mixto, con setenta diputados o con cinco, son siempre
el imán que atrae todas las indignaciones.
Me fascina esa habilidad para crispar a los biempensantes, para sacar de sus cabales tanto a los militares con veleidades golpistas como a los "socialistas de toda la vida". Con un arco de enemistades tan amplio y colorido, ¿es necesario, desocupado lector, entrar en más detalles para sacar conclusiones? Estarán ustedes conmigo en que hagan lo que hagan, van a por ellos. Si se van porque se van; si se quedan, porque se quedan...
Cuando eran muchos
había que liquidarlos, a Podemos ni agua, era y continúa siendo la consigna en
los altos despachos donde anida la madrileñidad tóxica. Ahora que parece que
son pocos continúa abierta la caza y captura: solo falta que coloquen por las
esquinas carteles de "Se busca" con la foto de los cinco
irreductibles. Me encanta continuar escuchando a los tertufachas poniéndoles a
parir sin descanso como llevan haciendo desde el primer día, hace ya casi diez
años. No saben cómo acabar con ellos y mira que lo intentan. El bipartidismo
quiere volver a vivir en paz y no hay manera.
Hasta que Albert
Rivera -¿se acuerdan de él?- no le dio calabazas aquel verano del 19, Pedro
Sánchez nunca quiso tener nada que ver con Podemos. De no poder conciliar el
sueño por su culpa pasó a compartir la misma cama con ellos. Haciendo uso de
sus propias palabras, convirtió "la necesidad en virtud", pero aquel
matrimonio de conveniencia nunca le hizo feliz. Cuando ahora, gracias a su fiel
Yolanda, el peligro parecía haber pasado, hete aquí que, ¡alé, hop!, llega otro
divorcio y vuelta a tener problemas para conciliar el sueño.
Adolfo Suárez
siempre lo mantuvo: a veces con pocos escaños se manda más en España que con
muchos. Felipe González le dio la razón cuando decidió apostar por Jordi Pujol
en el 93 y se olvidó de Julio Anguita. Así ocurrió también cuando el siempre
malhumorado Aznar confesó hablar catalán en la intimidad. En 2023, décadas más
tarde, cuando parecía que Puigdemont iba a ser el último sapo que Pedro Sánchez
tendría que tragarse para afrontar esta legislatura, llegan los cinco de
Podemos y le amargan la navidad.
A juzgar por la
reacción de los pocos medios presuntamente afines con los que cuentan los
socialistas –el editorial de El País el pasado jueves 7 de diciembre no tenía
desperdicio, como tampoco lo tienen según qué homilías mañaneras de Barceló- en
el Gobierno de coalición light no saben cómo demonios sacudirse esas cinco
pulgas que acaban de desgajarse de una coalición que siempre estuvo cogida con
pinzas. Son cinco escaños nada más, pero cinco escaños que valdrán su peso en
oro mientras dure la legislatura.
Buena parte de
quienes se integraron en Sumar saltando de oca a oca y tiro porque me toca
pretenden desacreditar ahora a los cinco diputados de Podemos llamándolos
tránsfugas. Hace falta tener poca vergüenza. Resulta divertido escuchar estos
días a bastiones de la derecha como, por ejemplo, Carlos Alsina o alguna
tertuliana de El Español actuando de abogados defensores de los diputados de
Podemos y enumerando todos los avances sociales que, gracias al empeño de las
ministras del anterior Gobierno de coalición, salieron adelante. Que Yolanda
parece haber entendido que eso significa que ahora van a por ella, lo reflejaba
su semblante el día de la Constitución, cuando no daba pie con bola para
valorar ante los micrófonos la marcha al Grupo Mixto de Belarra y los suyos.
Tanto su cara como la del resto de ministras de Sumar que la arropaban era todo
un poema.
Como decíamos al
principio, hagan lo que hagan, van a continuar yendo a por Podemos a muerte.
Pero la caza y captura de Yolanda y los suyos ya ha sido también decretada. El
bipartidismo pugna por regresar cuanto antes a la casilla de salida, a la zona
de confort en la que se encontraba antes del 15M, la que tanto le gustaba a
Felipe y Rubalcaba, al ahora emérito, o a Florentino, Villar Mir, Botín y
compañía. Inventaron Ciudadanos y no les valió de nada, tampoco Vox, a los que
pronto se quitarán de en medio. Y las aguas volverán a su cauce: socialistas y
peperos con sus muletas nacionalistas de siempre. Ese es su sueño húmedo.
Por eso molesta
tanto que Podemos se resista a desaparecer, por eso han vuelto a saltar todas
las alarmas cuando anunciaron que se desgajaban de ese triste invento llamado
Sumar. Alguien más de esta coalición (o álguienes) acabarán también más pronto
que tarde en el Grupo Mixto. Al tiempo. O en el PSOE del tirón. Verán ustedes
qué risas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario