LA INTERNACIONAL FASCISTA
DAVID
BOLLERO
Milei se encamina a la Casa Rosada junto a
su hermana, en Buenos Aires, a 10 de diciembre de 2023.- REUTERS/Agustín
Marcarian
Seguramente no fuimos pocas las personas a las que este fin de semana se nos heló la sangre al ver a nuestro jefe de Estado, Felipe VI, sonriente y afable con el nuevo presidente de Argentina, el populista ultraconservador Javier Milei, defensor de la dictadura de Jorge Rafael Videla. Asistimos a un nuevo ascenso de la extrema derecha en esta suerte Internacional del fascismo ante la que pensadores como William I. Robinson ya reclaman una Quinta Internacional que movilice tanto a organizaciones y partidos políticos de izquierda como a los movimientos sociales.
La toma de posesión
de Milei ha vuelto a agitar los fantasmas de una de las peores lacras sufridas
por la humanidad en el siglo XX. Tal y como escribe Robinson en su último
libro, Mano Dura (errata naturae), "la creciente influencia, en todo el
mundo, de partidos y movimientos neofascistas, autoritarios y populistas de
derechas, simbolizada sobre todo por el trumpismo de EEUU, ha prendido la mecha
del debate sobre si el fascismo está de nuevo en auge". Y el inicio de la
presidencia de Milei fue un perfecto muestrario que lo confirma: desde mensajes
trumpistas, a populismo y deslegitimación de las instituciones, del mismo
Estado.
Mano dura analiza
el capitalismo global y sus crisis estructurales mundiales, que abren la
posibilidad de un cambio sistémico que están sabiendo aprovechar los
neofascismos. Robinson distingue entre las crisis cíclicas o recesiones, que se
producen cada diez años y suelen durar unos 18 meses, y las crisis
estructurales, que llegan cada 40 o 50 años y cuya salida es acometer una
reestructuración.
Tal y como explica
el autor, las nuevas tecnologías han jugado un papel esencial en este
reinvención del capitalismo: favoreció la globalización en la década de los 80
y está favoreciendo ahora, no sólo la automatización de procesos –que implica
desempleo- y la extensión del precariado con la mal llamada ‘economía
colaborativa’ y la uberización, sino también reprimiendo los efectos de la
trituradora social que puede llegar a ser el capitalismo. Según expone
Robinson, "la digitalización y el big data le allanan el camino al
‘capitalismo de vigilancia’".
La Internacional fascista
'Mano dura' analiza
la crisis del capitalismo y el auge de los neofascismos. – D.B.
Podría decirse que
el capitalismo se ha pasado de frenada: está dejando demasiada gente atrás, esa
población excedente expulsada de la economía productiva. ¿Cómo hacer frente a
esa inmensa población? Con una suerte de Estado policial global, explica el
autor, que oficiosamente ha declarado la guerra la migrante, al sinhogarismo, a
las personas pobres... En California, relata Mano Dura, hay 592 leyes que
prohíben a las personas sin hogar llevada a cabo actividades como estar de pie,
sentarse, descansar, dormir, acampar, mendigar o compartir comida en espacios
públicos. No hace falta cruzar el Atlántico, aquí en España ya contamos con
ayuntamientos que multan a las personas sin hogar si cogen comida de los
contenedores de basura.
La guerra contra
las personas migrantes es otra de las abiertas, a pesar de que es el propio
capitalismo quien está generando estos movimientos humanos. Si en 1960 había 75
millones de trabajadores y trabajadoras migrantes en el mundo, en 1980 ya eran
100 millones y en 2014 232 millones. La falta de empleo, las guerras, la
represión política o los efectos del cambio climático propician esta escalada
de la migración.
El capitalismo ha
incumplido la máxima de Gramsci que expone que una clase logra la hegemonía en
la medida en que es capaz de presentar sus propios intereses como el interés
general de la sociedad. Y eso es, en cambio, lo que está haciendo esa suerte de
Internacional neofascista con los Trump, Bolsonaro, Orban, Wilders o Milei, a
pesar de que son más neoliberalismo en vena. Robinson nos recuerda que, como
ocurrió en EEU con Trump, al llegar al poder Bolsonaro propuso la privatización
y desregulación indiscriminada de la economía... como ahora Milei, mientras los
capitalistas salivan ante las nuevas oportunidades de inversión.
Es en ese contexto
en el que Robinson aboga por que la izquierda mundial renueve con urgencia un
proyecto revolucionario y un plan para refundar el Estado, haciéndolo por
encima de las fronteras y con una perspectiva de socialismo ecologista
(ecosocialismo). Tal y como destaca el pensador, "un mes antes de su
prematura muerte [2018], el economista político Samir Amir instaba al
establecimiento de una Quinta Internacional global". Una Quinta
Internacional que, desde mi punto de vista, no debería olvidar al Sur Global,
porque éste va a jugar un papel fundamental en lo que nos depare el futuro.
Mano dura expone
con crudeza la depredación y la depravación del capitalismo, pero también abre
la puerta a esa nueva Internacional que plantee "un modelo de lucha
revolucionaria en el que los movimientos sociales desde abajo disfrutan de una
autonomía completa respecto a los partidos políticos y los Estados". Hay
margen de mejora, y mucho si no se replican las prácticas capitalistas porque,
como nos recuerda Robinson, "si la izquierda trata de controlar o frenar
la movilización de masas y los movimientos sociales autónomos desde abajo, si
reprime las demandas de las masas populares en aras de la ‘gobernanza’, el
pragmatismo o las estrategias electorales, estará traicionando lo que significa
ser la izquierda". ¿Les suena de algo
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