¿CHANTAJE A LA CASA REAL?
EDITORIAL
Letizia Ortiz y Felpie VI. / Luis Grañena
Media España anda comentando en redes sociales y conversaciones privadas los mensajes que ha puesto (y luego borrado) Jaime del Burgo en la red social X, dando detalles e imágenes de la supuesta relación amorosa que mantuvo con Letizia Ortiz antes y después de que esta se casara con el actual rey de España, Felipe VI. El asunto puede parecer mero chismorreo y sospechamos que ese es el pretexto que están utilizando la mayoría de medios españoles para no mencionarlo, a pesar de que ha recibido amplia cobertura en otros países. ¿Debe CTXT seguir al resto de medios y pasar por alto la historia sobre las supuestas infidelidades de la reina con el que fue concuñado del rey? ¿Realmente callan los demás porque consideran que el tema no tiene relevancia, o hay otros motivos para no darse por enterados? ¿Estamos ante el enésimo intento de proteger la estabilidad de la monarquía? ¿Cómo es posible que toda la prensa, desde la más conservadora hasta la progresista, renuncie a hablar de una historia que circula por la sociedad?
Todo en este asunto
resulta turbio. Quien lanza la noticia sobre la relación es el periodista Jaime
Peñafiel, cuyo desprecio por Letizia Ortiz es bien conocido. El cortesano
octogenario afirma en su nuevo libro, Letizia y yo, que Jaime del Burgo fue
novio de Ortiz entre 2002 y 2004; que, después de que esta se casara con Felipe
VI ambos fueron “amigos y confidentes”, y que, entre 2012 y 2016, después de
que la reina presentara a su exnovio a su hermana Telma, fueron cuñados y,
según añade luego el propio Del Burgo, también amantes.
Jaime del Burgo es
hijo de Jaime Ignacio del Burgo, un conocido político navarro, que fue
presidente de la Comunidad foral, y dirigente primero de la Unión de Centro
Democrático y más tarde del Partido Popular. Que haya elegido el momento de la
investidura de Pedro Sánchez para contar que mantuvo una relación adúltera con
la reina no es casual. Los mensajes en X iban dirigidos a la Casa Real y al
presidente Sánchez y, en uno de ellos, explicaba que su motivación para actuar
de este modo era su disgusto por la formación de un Gobierno con apoyo de
Bildu, que Del Burgo asimila a ETA sin más. A su juicio, resulta intolerable
que Felipe VI haya consentido la formación de un Gobierno de esta naturaleza.
El silencio
atronador que la prensa mantuvo sobre las andanzas del anterior rey fue una
página de vergüenza para los medios y la democracia
Se mezcla, pues, un
posible intento de chantaje o desestabilización de la monarquía y del gobierno
desde la extrema derecha, con la difusión de supuestas historias privadas o de
bulos que afectan a la imagen y la reputación de la reina y la familia real.
Que el comportamiento de Peñafiel y Del Burgo sea una vileza, caiga de lleno en
la violencia machista y en un clasismo atroz y contenga elementos de venganza
personal y de resentimiento no quita para que el episodio merezca una reflexión
política.
Del Burgo es uno de
esos reaccionarios recalentados con la renovación de Pedro Sánchez como
presidente del Gobierno, y ha decidido utilizar munición del calibre más grueso
para hacer cuanto ruido sea posible con objeto de castigar a Felipe VI por
cumplir con sus obligaciones constitucionales. Claramente, ha intentado
chantajear, o al menos coaccionar, a la monarquía y debilitar al nuevo Gobierno.
Y esto no es un asunto privado, sino un problema político. Por un lado,
confirma el desprecio de la extrema derecha por las instituciones y por la
Constitución. Por otro, coloca al jefe del Estado en una situación de riesgo y
vulnerabilidad, puesto que no es descartable que el excuñado de la reina
tuviera acceso a informaciones, diálogos o imágenes que puedan poner en peores
aprietos a la institución.
Por eso no resulta
convincente que los medios miren hacia otro lado, ni tiene sentido alegar que
se trata de un simple bulo o de un asunto estrictamente privado. El silencio
atronador que la prensa española mantuvo sobre las andanzas sexuales,
económicas y fiscales del anterior rey fue una página de vergüenza para los
medios y la democracia española. El jefe del Estado fue chantajeable durante
muchos años, y de hecho hoy sabemos que fue chantajeado por Bárbara Rey y
demandado ante los tribunales por Corinna Larsen, y que los servicios secretos
movieron agentes, fondos reservados e influencias para proteger al exmonarca.
La reina tiene
derecho a que nadie airee su intimidad en público: sea verdad o mentira, es un
delito
Los medios que
callaron entonces tienen ahora el deber y el derecho de inquirir a la Casa Real
sobre los tuits de Del Burgo. No para confirmar o desmentir la presunta
relación adúltera de la reina, sino para saber si la jefatura del Estado ha
corrido o corre todavía riesgo de ser chantajeada. Y también convendría saber
qué maniobras han hecho el CNI y la Casa Real para intentar frenar la difusión
de la historia. No importa nada saber si Del Burgo ha sido un “entrañable
amigo” o un amante de Letizia. La reina tiene derecho a que nadie airee su
intimidad en público: sea verdad o mentira, es un delito. Ella es el eslabón
más débil, como mujer, y por eso Peñafiel y Del Burgo la atacan a ella.
Sorprende por cierto que la Fiscalía no actúe contra quienes intentan vejar o
difamar a la reina y a su familia desde la extrema derecha, mientras se aplica
toda la fuerza de la ley contra un rapero o una revista satírica por contar
hechos irrefutables.
Desde CTXT creemos
que la Casa Real debe aclarar este aparente intento de chantajear,
desestabilizar o coaccionar al jefe del Estado y a otras instituciones. Volver a guardar un nuevo silencio atronador
no servirá para mejorar la confianza ciudadana en los medios ni en una
monarquía que arrastra ya demasiados escándalos de toda índole y a la que le
sigue costando adaptarse a las demandas ciudadanas de transparencia, igualdad
ante la ley, neutralidad política y ejemplaridad en la rendición de cuentas. A
la espera de que la República llegue por su propio peso, una democracia
saludable debe ser capaz de debatir en público sobre las debilidades y los
riesgos que supone mantener lejos del escrutinio público a la jefatura del
Estado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario