miércoles, 1 de febrero de 2023

EL PADRE FEIJOO DESDE EL ORATORIO DE SAN FELIPE NERI

 

EL PADRE FEIJOO DESDE EL ORATORIO 

DE SAN FELIPE NERI

La lectura de la obra de su homónimo puede ayudar al presidente del PP a reconsiderar sus posiciones y reflexionar sobre sus disparatadas palabras

JOSÉ ANTONIO MARTÍN PALLÍN

Alberto Núñez Feijóo presentando sus propuestas políticas

en el oratorio de San Felipe Neri (Cádiz).

El oratorio de San Felipe Neri es un edificio ubicado en la ciudad de Cádiz, construido en estilo barroco entre los años 1685 y 1719. Fue en este lugar donde se firmó la primera Constitución española, la Constitución de 1812. En este edificio eclesiástico, el pasado día 23 de enero, con el retablo barroco de fondo, Alberto Núñez Feijóo hizo público un documento dirigido a todos los españoles. Les anunciaba la buena nueva de una serie de medidas que, a su juicio, contribuirán a regenerar la calidad democrática de nuestro país que, según su opinión y de multitud de voceros políticos y mediáticos, está viviendo bajo una dictadura.

 

Según los datos que he conseguido, en el marco de este histórico edificio se llevan a cabo dos veces al año, el día de la Inmaculada y el de San Juan, las solemnes investiduras de nuevas Damas y Caballeros de la Real y Benemérita Institución de los Caballeros Hospitalarios de San Juan Bautista con su estricto protocolo y singular ceremonial desde 1807.

 

El entorno eclesiástico del que se aprovechó el líder del principal partido de la oposición no me parece el más apropiado para difundir propaganda política, pero pienso que sería el adecuado para conocer y reflexionar sobre los escritos y el pensamiento del Padre Feijoo, poco conocidos, e incluso reprobados por el pensamiento reaccionario que siempre ha rechazado a los ilustrados como personas ajenas a nuestra cultura tradicional. Ocasión habrá para analizar las exhaustivas propuestas políticas regenerativas, solemnemente anunciadas bajo el altar por Alberto Núñez Feijóo. No sé por qué, pero su segundo apellido me ha impelido a rememorar la ingente obra del Padre Feijoo, un erudito que se incorporó como rara avis a la cultura de la Ilustración. Su obra es enciclopédica y reconozco que no la he leído en su integridad, pero sí he buceado en algunos aspectos que gozan de perenne actualidad. Un oratorio era el escenario perfecto para difundir la obra y la figura de un insigne paisano y homónimo del Sr. Feijóo, en lugar de despacharse con un mitin político.

 

Benito Jerónimo Feijoo y Montenegro (1672-1764) fue un religioso benedictino, ensayista y polígrafo español. Según los estudiosos, junto con el valenciano Gregorio Mayans, constituye la figura más destacada de la primera Ilustración española. 

 

Uno de sus más famosos escritos no puede estar de mayor actualidad. Se trata de Defensa de mujeres (1726). Ha sido considerado como el primer tratado del feminismo español. En él realiza un largo recorrido por la historia, citando ejemplos de mujeres eruditas en un entorno que, por razones obvias, no puede equipararse a los tiempos presentes. Con una visión de futuro anticipa conquistas que ahora está viviendo el feminismo. Menciona el caso de una campesina italiana acosada por un soldado que no solo se resiste, sino que consigue su condena. Un claro precedente del ‘solo sí es sí’. Merece la pena leerlo en su versión original: “Es la vergüenza un insigne preservativo de ejecuciones exteriores, mas no de internos consentimientos; y así, siempre le queda al vicio camino abierto para sus triunfos, por medio de los invisibles asaltos, que no puede estorbar la muralla del rubor”.

 

Desde 1725 el Padre Feijoo comenzó a publicar sus obras, casi todas ellas en forma de opúsculos que levantaron polémicas entre los pensadores de su época. Tuvo la brillante idea de titularlos Discursos. Lamentablemente, en los tiempos presentes se confunde el discurso con el mitin desaforado y oportunista. El discurso, según el diccionario de María Moliner, es una locución o exposición del pensamiento que hace alguien en público con fines persuasivos. El discurso exige discurrir previamente, es decir, hacer funcionar la inteligencia para encontrar la manera de hacer una cosa o la solución de algo. Su obra en este género está integrada, por una parte, por ocho volúmenes (118 discursos), más uno adicional de su Teatro crítico universal, publicados entre 1726 y 1740. El comportamiento teatral se puede aplicar a las acciones efectistas exageradas que se realizan para causar un cierto efecto.

 

Para los estudiosos de su obra, el título Teatro ha de entenderse con la acepción, hoy olvidada, de “panorama” o visión general de conjunto. En pocas ocasiones se puede defender lo acertado de esta acepción, ya que la visión panorámica que el Padre Feijoo tenía sobre su mundo se completa con sus Cartas eruditas y curiosas (166 ensayos, más cortos), publicadas entre 1742 y 1760. A estas obras hay que agregar también un tomo extra de Adiciones, que fue publicado en 1783, y su copiosa correspondencia privada, que continúa inédita hasta el día de hoy. Como se ha dicho, los temas sobre los que versan estas disertaciones son muy diversos, pero todos tienen el vigoroso afán patriótico de acabar con toda superstición y un empeño en divulgar toda suerte de novedades científicas para erradicar lo que él llamaba “errores comunes”.

 

Su libertad de pensamiento era insobornable. Una muestra: “Yo, ciudadano libre de la República de las letras ni esclavo de Aristóteles ni aliado de sus enemigos, escucharé siempre con preferencia a toda autoridad privada lo que me dicta siempre que no me distraigan la experiencia y la razón. Aunque mi intento solo es proponer la verdad, posible es que en algunos asuntos me falte penetración para conocerla y en la más fuerza para persuadirla. Lo que puedo asegurarte es que nada escribo que no sea conforme a lo que siento”.

 

Por cercanía a lo que ha sido y sigue siendo mi profesión y mi pasión, termino el elogio a su persona con un pasaje de uno de sus discursos, La balanza de Astrea o la correcta administración de la justicia. Sus reflexiones me parecen de perenne actualidad: “Podemos también por la virtud, que llaman Epikeya, minorar, y aun omitir en varios casos las penas que decretan las Leyes. Tampoco esto es benignidad, sino justicia; porque estamos obligados a seguir la mente del Legislador, antes que la letra de la Ley. Por eso Aristóteles, que entendió muy bien la naturaleza de las cosas que pertenecen a la Ética, señaló la Epikeya como parte de la Justicia”.

 

Los acontecimientos me obligan retornar a la actualidad que preside nuestra vida política. Alberto Núñez Feijóo debió evitar el escenario del Oratorio para proclamar sus propuestas políticas. Sin embargo, sus manifestaciones recientes sobre los orígenes del crimen de Algeciras podrían tener encaje en un ámbito religioso integrista. Sus palabras demuestran su profundo desconocimiento de la Historia y, en boca de una persona con altas responsabilidades políticas, suponen una provocación temeraria e injusta: “No verá usted a un católico o un cristiano matar en nombre de su religión; en cambio hay otros pueblos que tienen ciudadanos que sí lo hacen”. Como es lógico, incluso una gran parte de sus seguidores se han escandalizado. 

 

No creo necesario recordar la trayectoria del cristianismo desde las cruzadas hasta nuestros tiempos.  Hoy vive usted en un país en el que un levantamiento golpista contra la democracia de la que ahora disfruta fue calificado como una cruzada. Repase la carta de los obispos españoles encabezada por el cardenal Isidro Gomá. Es muy larga y repetitiva, por lo que me permito recordarle alguno de sus pasajes: “Por esto la Iglesia, aun siendo hija del Príncipe de la Paz, bendice los emblemas de la guerra, ha fundado las Órdenes Militares y ha organizado Cruzadas contra los enemigos de la fe. En descargo de tantas víctimas, alucinadas por ‘doctrinas demonios’, digamos que, al morir, sancionados por la ley, nuestros comunistas se han reconciliado en su inmensa mayoría con el Dios de sus padres”.

 

La lectura de parte de la inmensa obra de su homónimo el Padre Feijoo le puede ayudar a reconsiderar sus posiciones y discurrir, es decir reflexionar, sobre sus disparatadas palabras.

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