sábado, 7 de diciembre de 2019

VÍCTOR RAMÍREZ: LA NARRATIVA Y EL LABERINTO DEL LENGUAJE


VÍCTOR RAMÍREZ: LA NARRATIVA Y EL LABERINTO DEL LENGUAJE
POR JOSÉ LUIS GALLARDO NAVARRO (1)
Donde tantos se pierden irremediablemente ofreciéndonos, con el nombre genérico –ahora tan desvalorizado- de novela, auténticos tostones indigestos, unos pocos, muy pocos, son capaces de abrirse camino.

En estas islas hispano-africanas –pese a quien pese- somos propensos a entusiasmos momentáneos y a prolongados desalientos.
Florecen mitos. Se fabrican “booms”. Funcionan -a maravilla- capillitas, clubs –de bombos mutuos- de amigos. Hace estragos el fetichismo, sobre todo el de la letra impresa (aquello que se escribe en los periódicos es lo que queda).
Pese a todo, soterrado –en el magma- lo auténtico subsiste, permanece. Y de vez en cuando aflora: con fuerza. Este –para nosotros- es el caso de Víctor Ramírez y sus recién publicados CUENTOS COBARDES (Nº 7 Colección BibliotecaCan. Taller ediciones JB. Madrid 1977, 198 pg. Ed. De bolsillo)

*
En esta decena de relatos cortos que ahora nos presenta, unos pocos -“CADA CUAL ARRASTRA SU SOMBRA”, “LA ESPERANZA HECHA PIEDRA”, “EL ARRANQUE”, “NOCHEBUENA”- nos eran conocidos; el resto es novedad.
Todos ellos nos ganan desde el primer momento por el mismo lado, por la perspectiva del hablante, por el habla.
Meterse así de rondón, sin más prejuicios ni preámbulos en el laberinto o selva del lenguaje, es el mayor y más arriesgado mérito del V.R. narrador. Igual o parecido fonómeno –éste a nivel de las complejas estructuras del relato fantástico- sucedía con el malogrado Félix Francisco Casanova y su “Don de Vorace”.
Esta manera valiente de afrontar el hecho narrativo define al autor. V.R. no confía en otro maestro que en el lenguaje popular, seguro de que esta elección no le hará errar el camino (caer en el localismo, por ejemplo).
Para ello va provisto de dos cosas principales: sobriedad y sinceridad. Esto de ser sincero –en el arte- hay que tomarlo con pinzas.
El arte es por definición artificio. No obstante funciona aquí una ecuación, no por contradictoria menos real: a mayor artificio más sinceridad, cuando el a veces engañoso sentido común nos está diciendo lo contrario.
Existe –eso sí- una única condición: en función o en beneficio de qué o de quién se opera este artificio. Es decir: que nos encontramos ante un problema de contenido.
Porque –efectivamente- de lo que se trata en  una novela (pero sobre todo en un cuento) es de contarnos algo. En este caso son varias estructuras las que se sobreponen y entrecruzan: la lingüística, la narrativa, la psicológica, etc.
El secreto de V.R. consiste en ir otorgándole las respectivas y sucesivas jerarquías a cada una de ellas, subordinándolas todas a las exigencias de la trama y a la invariante fundamental del cuento (sin la cual éste dejaría de serlo para convertirse en una simple anécdota o boutade); a saber: la salida o la sorpresa final, que consiste en el súbito desvelamiento de un espacio (una nueva perspectiva) que se encontraba operando en el relato sin nosotros cabalmente percibirla: algo así como un juego con los umbrales de la percepción del lector virtual.
Los recursos utilizados en este sentido son potencialmente infinitos, como nos lo han demostrado –por referirnos solamente al cuento moderno- Diderot, Jorge Luis Borges, Gabriel García Márquez, Onetti y la larga lista de cuentistas hispanoamericanos.
En reciente conversación con nuestro autor, éste nos decía que sus modelos preferidos eran precisamente hispanoamericanos; y esto fundamentalmete porque su contexto tiene muchas afinidades con el nuestro.
Nosotros pensamos que aquí subyace un error. El contexto, el entorno, la realidad de Canarias es sustancialmente diferente de la hispanoamericana en el conjunto, aunque hay que admitir ciertas afinidades: sobre todo las que se derivan de la constante corriente migratoria entre el Nuevo Continente y las Islas Canarias y el paralelismo  (con prelación por parte de Canarias) de haber históricamente nacido al mundo de la cultura occidental bajo los mismos presupuestos del Imperio de Isabel y Fernando.
*
En realidad, lo que ciertamente en V.R. ocurre es que escribe diferente de cómo explica lo que escribe. No se justifica la desnuda autenticidad de sus “CUENTOS COBARDES” con respecto a la realidad profunda canaria si su autor escribiera pensando en modelos extralingüísticos, en contextos lejanos lejanos y exóticos.
Pensamos que no ocurre nada de esto. V.R., consciente o inconscientemente, está haciendo una original cala en eso que tan ligera y gratuitamente por algunos se trata de negar, la idiosincracia, el modo o manera, de ser GENUINAMENTE CANARIO.
Aunque esto no lo sea todo y ni siquiera lo más importante, V.R. escribe cuentos y lo demás le viene por añadidura.
*
Veamos algunos de los rasgos más sobresaliente de estos cuentos que nosotros, más que cobardes, llamaríamos valientes.
V.R. sustenta –en su concepción del cuento- el lema balzaciano de que “nada hay de una sola pieza en este mundo: todo es un mosaico”. Esta fragmentación la lleva Víctor tanto a la realidad exterior –espacial y temporal- como a la interior de los personajes.
Ello le conduce a acercarse a la estructura especular borgiana de distintos espejos colocados en espacios y tiempos diferentes que multiplican –atormentándolas- hasta el infinito las conciencias de los protagonistas.
Por otro lado V.R. –en numerosas ocasiones- fundamenta el relato, no precisamente en cambios de escenario, viajes, aventuras, sino mejor en transformaciones de sentido.
Es decir: el protagonista puede permanecer anclado incluso en una única habitación mientras se va operando las transmutaciones que llegan a convertir una existencia apacible en un infierno… o viceversa.
También ocurre que las paredes oyen. Las puertas tienen rendijas, agujeros por donde se espía, se ve. Las ventanas están con visillos y persianas para observar sin ser vistos, etc… o bien los muros son espesos, las puertas opresoras como rejas… los muebles se tornan pesados, burdos… la atmósfera pegajosa, asfixiantes.
El protagonista asume entonces la materialidad que llega a ser repugnante de un cuerpo sucio, obeso, torpe, como prestado (aquí vemos un poco la influencia existencialista), que significa su propia y diluida historia, igualmente cochina, miserable, de una existencia jalonada de engañosas sensaciones –atracciones-, repulsiones, deseos, fijaciones, sueños; y sin embargo una lucecita de esperanza nunca se apaga allá a lo lejos.
*
Otras veces será una experiencia que viene de fuera, del exterior del “yo” confuso y desasistido, y que comienza a ordenarlo todo, a limpiar, barrer, arreglar la casa para que las cosas continúen igual y aunque todo cambie.
De la mano de V.R. paseamos por un carrusel en el que nuestra propia vivencia de la isla (de las islas, de todas las islas) es puesta en cuestión. Y todo por la maravillosa magia del lenguaje (del habla), de los cambios de perspectivas, de los diferentes puntos de vista, hasta arribar al tú misterioso con que V.R. nos insinúa poner el dedo en nuestras propias llagas y confesar lo cobardes, lo indecisos que somos, lo marionetas en que nos hemos convertido en manos del omnipotente sistema.
Este laberinto del habla que es nuestra forma de pensar el mundo contiene –en fin- en el artificio de V.R. las claves, los símbolos necesarios y suficientes para pasar de una situación particular (o particularizada) a una general, sin caer en la vacuidad de los prototipos “inventados” en que suelen terminar siempre los que pretenden estar instalados en un “universal” desclasado y cosmopolita.
V.R. parte simplemente de un “lado de acá” en el que el hombre de cualquier latitud se encuentra inmerso y auténticamente comprometido.
Solamente a partir de ahí nos vemos inducidos a un proceso de aprendizaje gramatical hasta familiarizarnos totalmente con el lenguaje y sus situaciones verbales.
Esto, ni más ni menos, es lo que ocurre (no conozco otro ejemplo reciente en Lengua Española y no Sudamericana) en “Ágata Ojos de Gato”, de Caballero Bonald.
De este modo el interés del lector no decae en ningún momento. Lo que nos lleva a aventurarnos a afirmar que –a poco que se lo proponga- V.R. es el gran novelista canario que estábamos hace tiempo esperando.
----------------
NOTA salida al final del artículo: (1): “Víctor Ramírez: CUENTOS COBARDES. Nº 7 Col. BibliotecaCan. Taller ediciones JB. Madrid 1977. 198 pp. Edición de bolsillo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario