JM AIZPURUA
Volver al origen, a
la esencia de 1978, es hoy en 2019, importante, demasiado importante. Buscar
las cosquillas al oponente, entonces y ahora, es demasiado fácil, provocador e
inútil por lo que debe ser erradicado del campo político. Aportar algo mejor,
fue, y sigue siendo el buen camino. Los “montapollos naranjas”; son la hez del
Sistema.
El proyecto de 1978
fue el armisticio de las Dos Españas (en realidad muchas más) y la legalización
de todas sus formas de expresión para una armónica convivencia. Desde el golpe
de Tejero esta voluntad se apagó y dio paso a un PPSOE que reinterpretó la
Transición y la desnaturalizó con un GAL inasumible. El 15M denunció el fraude
y una nueva esperanza se adueñó de la península y su colonia.
En Cataluña, en el
paro, en la deuda, en la monarquía, en las Comunidades Autónomas; nos hemos
dado contra la pared. Nuestro Sistema78 no sirve ya para lo que se concibió.
Su Constitución78
ha resultado obsoleta en pocos años.
Y los partidos,
base del Sistema se han transformado en plataformas para que los más osados caraduras
encuentren un oficio seguro, y algunos de ellos un modo de enriquecimiento
ilícito entre corruptelas y favores. Ello ha tenido el efecto del abandono de
las siglas de sus personajes carismáticos y los que en base a su convencimiento
ideológico proponían alternativas eficaces para el progreso social.
Un análisis
sociológico, nos refleja una sociedad peninsular con cuatro naciones históricas
y asentadas: Castilla, Euzkadi, Cataluña y Galicia. El continuismo pseudohistórico
de origen medieval hace a Castilla una nación supremacista, represora y
camuflada de españolismo que altera la realidad histórica con un relato
falsamente español, donde la existencia de las otras tres naciones queda regionalizada.
El ESTADO, el
moderno sistema de organización social de los territorios, que permite la
federación y confederación de los diferentes territorios, es tergiversado por una
España como “Estado-Nación Castellano” vulnerando la esencia nacional de las
otras tres naciones, que, hoy tienen su derecho a decidir su futuro en base a
los DDHH, la Democracia del siglo XXI, y el sentido común para armonizar
territorios.
La estrategia
represora del actual Estado, basada en la existencia de españolidad en las tres
naciones, ignora que en su mayoría es producto de oleadas de migración
económica que en nada modifican el derecho natural de los habitantes autóctonos
y que nos colocan ante el “ius solis et ius sanguinis” hoy superado y sin
actualización convincente. Haití y R. Dominicana sufren este conflicto, que en
su isla crearon franceses y españoles con fronteras artificiales: se la
repartieron como si fuera un chorizo.
No es fácil la
solución, pero si es imprescindible en el Estado español acostumbrado a resolver
con la represión lo que se debe resolver con la convicción. “Venceréis, pero no
convenceréis” es la histórica maldición que ha traído a la mediocridad al “Imperio”.
El unionismo
españolista (nada de constitucionalismo), la confederación de naciones, la
independencia nacional, son posiciones políticas que, en base a su búsqueda de
una mejor armonía social, son ética y políticamente admisibles para el contexto
sociopolítico del siglo XXI peninsular en la UE. Vade retro, Torquemada.
Las Leyes deben
respaldar la posibilidad legal de acceder a ellas sin condiciones
inalcanzables, y sin trampas censales territoriales. El Referéndum siempre será
para los que les incumbe directamente, si no, podríamos caer en el absurdo de
eliminar la Playa de La Concha por referéndum español.
No me olvidé de
Canarias, pero es que ella es harina de otro costal, colonial.
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