sábado, 23 de noviembre de 2019

PALABRAS PARA LA PRESENTACIÓN DE LA NOVELA LA VIDA EN SILENCIO



PALABRAS PARA LA PRESENTACIÓN DE LA NOVELA
LA VIDA EN SILENCIO,
DE ANA GARCÍA-RAMOS DEL CASTILLO
(22 de noviembre de 2019.  
Salón de Actos del IES Cabera Pinto)
    A modo de salutación, debo expresarle a Ana García-Ramos del Castillo mi sincera gratitud por haberme dado la oportunidad de  presentarle su nueva novela, La vida en silencio (editada por Baile del Sol), que dejó en mis manos desde la amistad que nos une y que yo he leído desde una doble perspectiva: como amiga y como lectora amante de la buena literatura. Y en ambos casos he sentido la satisfacción de encontrarme ante un libro en el que haber sido escrito por una amiga no me ha apartado de mi visión objetiva sobre su lectura.

   Como resultado, debo decir que me siento muy orgullosa de Ana, de cómo ha sabido entretejer,  desde la humildad y sencillez que la caracteriza, una excelente novela que, como en el caso de su primera publicación, Tanto para nada (2017), demuestra ser una escritora consolidada en el panorama de la narrativa canaria actual, contando a su favor con dos requisitos que, particularmente, espero de todo escritor que se precie: seriedad y rigor en su trabajo. Y ambos están presentes en la obra de Ana García-Ramos del Castillo.  Con ella disfrutamos de la lectura, pero también aprendemos, porque Ana, lejos de ceñirse exclusivamente al hilo argumental de su novela, se esfuerza por ofrecernos retazos de nuestra Historia, de nuestras tradiciones y costumbres, de un pasado localizado a principios del siglo XX en el que Ana se adentra, no sólo para encuadrar a sus personajes, sino para dejarnos constancia del contexto histórico-social en el que se mueven  y, en consecuencia, el de la época en la que transcurre su novela, consiguiendo así que, a través de sus páginas, retrocedamos en el tiempo y nos identifiquemos con las condiciones sociales que  conforman su argumento.

    No resulta fácil hablar sobre La vida en silencio en pocas palabras. Se trata de una novela que ofrece múltiples situaciones, temas y contextos en los que podríamos detenernos y extendernos en  ellos en la medida que merecen, pero mi presentación pecaría de excesiva.
    Esta novela que nos ocupa y convoca esta tarde, tiene como protagonista a Paco, un personaje sordo que parte de la vida real para convertirse en artífice de una conmovedora historia que Ana va hilando con sumo cuidado, sin que el enfoque dramático que en ocasiones se deja notar en su historia se adueñe de su hilo argumental. Ana García-Ramos maneja a la perfección la situación de unos padres, Lázaro y Luisa, que se encuentran, de pronto, con la venida al mundo de un hijo que nunca podrá oír. Junto al dolor de este hecho, los padres de Paco se enfrentan, poco a poco, no sólo a un sentimiento de impotencia al que se encaran día a día, sino a la cruda realidad de una sociedad cerrada en la que la deficiencia de su hijo sería un estigma que le marcaría en el transcurso de su vida, especialmente en su aspecto sentimental y amoroso.
   Nuestra autora, siguiendo un estilo en el que la sencillez se viste de elegancia, nos va adentrando en las difíciles vicisitudes que van conformando la vida de Paco, desde el paso de sus primeros años en un entorno familiar, en Tacoronte,  hasta su estancia en Madrid durante diez años, tiempo en el que estuvo como alumno interno en el Colegio de la Purísima, donde pudo recibir un aprendizaje especializado  para su falta de audición, para terminar con el regreso de Paco a su isla, a su hogar, donde intenta, con total entrega y espíritu de superación, enfrentarse a una vida cotidiana que no le resultará fácil.
   En el mundo de silencio en que vive Paco, hay dos personajes que van de su mano y que, en cierto modo, compiten por alzarse como protagonistas de La vida en silencio: sus padres. Ambos, van aprendiendo de forma innata cómo acercarse y comunicarse con un hijo que no les oye, cómo conseguir que Paco vaya asimilando, desde sus primeros años, su condición de ser sordo sin que se sienta apartado de las mismas condiciones que definen a sus hermanos. Y aquí, en este punto de la novela y de la vida real, Ana García-Ramos nos traslada, con total acierto, al sentir de unos padres sumergidos en la impotencia, de la que sólo saldrán airosos valiéndose de un sentido poderoso y determinante: la intuición, que conseguirán trasladar a Paco. Y será esta valiosa capacidad la que predomine en el desarrollo de los acontecimientos que rodeen la vida de este personaje.
    Sin la intuición, Luisa, su madre, no hubiera conseguido que Paco se sintiera igual de atendido que sus hermanos, no hubiera hecho que mientras sus hermanos jugaban en un universo de sonidos, ella lo llevara a su habitación para jugar con él. Y como una ironía de la vida, Luisa le mostraba a su hijo una pequeña caja de madera de la que emergía, como por arte de magia, una bailarina que daba vueltas al son de la música. Sólo una madre sabe cómo hacer que su hijo sordo pueda escuchar la música. Y sólo Luisa supo cómo despertar en Paco su sentido de la intuición, viendo cómo su madre le daba golpecitos en la palma de su mano siguiendo el compás de la música. Y Ana García-Ramos también lo sabe, porque a través de su narración nos resulta muy fácil imaginar los sentimientos y frustraciones de Luisa y Lázaro, sus inquietudes y preocupaciones, su dolor y sus esperanzas. Resulta loable la cercanía y sensibilidad con que Ana nos lleva por las páginas de su novela, como si ella misma fuera un personaje más de su historia, un testigo fiel de lo que narra. Y eso es lo que hace de una novela un ingrediente perfecto para degustar su lectura.
   Decía, anteriormente, que no resulta fácil hablar de La vida en silencio en pocas palabras y también decía que abarcar todos sus contextos haría pecar de excesiva mi presentación, pero no quisiera terminar estas palabras sin dedicar un apartado especial al personaje de Lázaro, el padre de Paco, quien también hace de la intuición un modo ejemplar de hacer que su hijo entienda la vida sin palabras. “Su gran pena era no poder, nunca, contarle nada”, nos narra Ana refiriéndose a Lázaro, pero, en realidad, es una frase que sirve de acicate para que padre e hijo consigan entenderse, sin palabras, sin largas charlas, sin casi nada. Sólo cuenta con el inmenso poder de la intuición y ésta le salva del obligado silencio de su hijo.
   Resulta sumamente encomiable la forma en que Ana García- Ramos nos relata las pericias  que Lázaro ha de acometer a la hora de hacerle saber a Paco que han de partir hacia Madrid para quedarse como interno en un colegio. ¿Cómo explicarle a un hijo sordo de corta edad que ha de abandonar su hogar, su familia, el juego con sus hermanos, el paisaje que le rodea, para estar solo en un colegio lejano?  ¿Cómo explicarle que tendrá que hacer un viaje en barco para que le lleve a una etapa nueva en su vida, desconocida para él? ¿Cómo se las ingenia Lázaro para que su hijo comprenda la importancia de ese viaje y el porqué? ¿Qué hace Lázaro para hacerle entender, una vez que lo instala en el Colegio de la Purísima, en Madrid, que no le va a dejar abandonado a su suerte? ¿Cómo hacerle entender a Paco que un día volverá por él y regresarán a casa? ¿Cómo despedirse de su hijo sin palabras? ¿Cómo interpretar el duro lenguaje del silencio?
   Yo podría responderles a todas estas preguntas y  añadir las emociones sobrecogedoras que fui sintiendo como lectora de La vida en silencio en el transcurso de estas páginas tan plenas de sentimiento, pero Ana García-Ramos lo describe  de una forma excelente, así que  dejaré que sea ella quien les lleve, a través de su novela,  a todas estas respuestas e incógnitas con su magistral manera de narrarlo.
   Enhorabuena, querida Ana, por tan magnífica y entrañable novela y por hacer de tu historia un trabajo  digno de ser conocido y reconocido.



CECILIA ÁLVAREZ



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