domingo, 24 de noviembre de 2019

EL VALOR DE LA VERDAD

EL VALOR DE LA VERDAD
EDUARDO SANGUINETTI,
FILÓSOFO Y POETA
Soy de aquellos para los que la verdad de este mundo es la vida: de aquellos que han elegido “ser”, obrando contra viento y marea, decididos a permanecer en estado de constante resistencia al poder de las bestias, suceda lo que suceda, a hacer siempre “como si” las mañanas que cantan fueran realmente mañanas… y en adelante los apocalipsis cotidianos, que nos presenta la denominada civilización occidental, formidable revelación de la inmundicia burguesa camuflada tras la hipocresía de humanitarismo, que desvía la mirada de las multitudes temerosas, que aplauden la ignominia cotidiana, traducida en censura sistemática a mi obra operada en la denominada cultura de este tiempo, en las más variadas expresiones, tránsitos que han sido valorados con premios en universidades, centros de arte y comunicación.


Me han disparado a quemarropa cual "blanco móvil", los mandarines y mandaderos de la cultura, la política bastardeada por mercenarios y arrastrados, los "atorrantes de siempre y sus crías", mercenarios accionando en las sombras, siempre en silencio y pactando con las mafias que todo lo controlan. Tienen nombre y apellido, aún, sé quiénes son, los denunció en este editorial pleno de sentido.

Ya sea por efecto de tendencias anestesiadas, por azar bajo presión o simplemente por canje fáustico, los medios corporativistas, pseudo-intelectuales oportunistas, locutores, cineastas, no encuentran otro motivo nada más admirable para proyectar sus magníficas obras nauseabundas, guionadas sobre la diferencia jamás aplicada, sobre el empoderamiento de los siempre marginados/as. Esta colonización imparable, opera con rigor y a paso firme como milicos en "pie de guerra" al disidente, al diferente veraz.

En la Argentina del desastre, este modo sin modo, de los mercenarios de todo espacio, incluidas creencias y descreencias de ninguna fe, se rodea de un poco de "guante blanco", pero no por demasiados días, pronto se mostrarán las cartas, pues los que den otro marco a la convivencia con el diferente será fusilado o en el mejor de los casos exiliado. Y el constructor de obras que antes de ser ideadas solo son ruinas, aparecerá publicitado desde los medios victimarios de la muerte del valor de la verdad, como superhéroes de la libertad negociada, admirados por la manada arrodillada, ¡cómo se debe!, ley jamás escrita pero aplicada según transcurrieron los siglo es implacable, y tantos temas que deben ser tratados siguiendo una liturgia de mentira y fraude, que nos llevaron a permanecer en un mundo donde el "acting" o "stand up" se asimilaron al modo de vida de pueblos que no desean investigar sobre la historia, el pasado, en vías de ser eliminados.

Y si a pesar de todo se elige vivir (o sobrevivir), se detesta la cobardía cotidiana, clavándola en un papel como un insecto, al menos nos alejamos del conformismo, modo de vida de pueblos condenados a la esclavitud: la “porquería universal”, donde reina el destripe, pues es peligroso dar prueba de amor o de dignidad y valor.

Por el contrario, para salvar la piel en este milenio de las grandes muertes, hay que mentir, reptar, robar, engañar y si es necesario asesinar. Un solo mandamiento rige la vida de millones de seres: “ser cobardes”.

Sin dudas soy irrecuperable para la burguesía, ya sea de derecha o de izquierda. Qué más da, sólo marcas registradas que arrojan olores fétidos de conformismos y conveniencias, de todo lo que sea conservar, incluso la literatura anarquizante, una de las coqueterías de la comunidad burguesa capitalista. A tal punto que existe, moda mediante, un conformismo del anticonformismo: muy deprimente, pues devienen efectos canallas de este sistema prescrito, de métodos taciturnos, criminales y mortíferos.

Quedan revelados los sentimientos concretos y reales de los parásitos dominantes, respecto a los “otros”, bajo cualquier régimen. Me doy cuenta y descubro, cómo el excluido se ha convertido en expulsado, siendo su valor “cero” en la tabla del debe y haber de los dictadorzuelos.

¡Sí! Soy molesto, pues sacudo y choco con realidades que no ameritan el más mínimo análisis de parte de los profetas sociológicos, de los alcahuetes de medios y de los funcionarios, que abren sus nalgas al poder de turno: me refiero a los genocidas corporacionistas, creo no lo ignoran quienes no se engañan y aún se mantienen en pie, sin entregarse al juego fatuo del mercadeo.

En un rapto de sinceramiento comento que intento asimilar la emoción y sensibilidad a la expresión inmediata, “hablada” de esa emoción y sensibilidad. De todos modos, un tanto decepcionado por una resistencia, que habiendo prometido la revolución, terminó en apenas una fingida democracia críptica. Esta estafa, hace me asimile a una desobediencia permanente a la “porquería universal”, que jamás abandonaré. Al menos hasta que se produzca el milagro del tan ansiado giro de 180 grados, de las revueltas indispensables para lograr arribar a ese “gran mañana”, que en mi sarcasmo vitriólico, manifiesto, con sonrisa sincera manifiesto: ya no aguardo nada de este sistema infecto.

No ignoremos que podemos ser emigrantes o inmigrantes ‘in situ’, ser, en razón de la pobreza, exiliados en nuestros propios países. Pero no olvidemos tampoco que las exclusiones oficiales poseen virtudes insondables, como las cloacas, convencen a los que no son afectados por ellas que son incluidos. Legitimidad ficticia a la cual se aferran los que creen “pertenecer” a la “porquería universal”.

Sabemos que hay “marginados” y “excluidos” cerca, lo vivimos y experimentamos nosotros mismos, rechazados por la denominada opinión pública, que no es ni más ni menos, que la opinión de los bocones de medios, pagados con dinero del Estado, en manos de ricachones groseros y sus bandas asesinas. Como corolario se los arroja al borde del camino, empantanados con ellos un número creciente de seres excluidos, de todas las razas y regiones.

Siempre podemos negar lo que está vivo, bastaría esperar algunos siglos para que la razón nos asista a quienes resistimos permanecer en la “porquería universal”, a quienes emitimos nuestro grito libertario, cual melodía esperanzadora, para quienes saben que lo peor no ha ocurrido.

(*) Filósofo y poeta

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