EL BOLO DE LOS EX
PRESIDENTES
DAVID TORRES
Siempre
que llega el verano, no falta la vieja banda de rock que decide aparcar los achaques
y salir de gira para sacar unas perrillas. Leemos la noticia con nostalgia, a
veces con simpatía, otras con estupor, como si fuese un telegrama amarillento
de nuestra propia juventud. Pero ¿todavía se leen telegramas? Pero esos tipos
¿siguen vivos? Creíamos que estaban muertos y enterrados, aunque el concierto
tampoco nos saca de dudas. Con esa misma incertidumbre, Sylvester Stallone ha
amasado la penúltima franquicia de su carrera, reuniendo un montón de
antiguallas del cine de mamporros e intentando que no se le desmonten ni caigan
en coma entre hostia y hostia.
The
Expendables, que así se denomina el engendro, tiene dos títulos en español, Los
indestructibles y Los mercenarios; ambos sirven a la perfección para la cumbre
que reunió a los tres ex presidentes vivos de la democracia española, una
cumbre que más bien parecía una fosa común. Los tres fueron enemigos acérrimos
en su juventud, cuando se enfrentaban en las urnas o en el parlamento, pero el
tiempo ha ido limando las diferencias hasta dejarlos prácticamente
intercambiables. En realidad, si uno repasa en detalle la trayectoria de este
trío de artistas, se da cuenta de que las diferencias venían impuestas por el
guión de la película y que lo único que contaba era el final feliz, cuando
consiguen el sillón. Umbral dijo una vez que un académico es un señor que se
convierte en sillón; puede decirse que un ex presidente es un sillón que da la
chapa.
Felipe
prefiere la denominación clásica de “jarrón chino”, aunque en su caso sería más
bien japonés. La ventaja de convertirse en sillón es que por mucho que se rompa
o se desgaste, siempre puedes tapizarlo: cada uno está parcheado con sobras del
anterior. De momento la gira de los sillones parlantes ha contado con un único
bolo y se ha circunscrito a un solo tema, la independencia catalana. Era lógico
que, mientras que Felipe tocaba la guitarra y Jose Luis agitaba las maracas,
Jose Mari llevase la voz cantante, ya que uno de sus grandes números en
aquellos ocho años en que copó las listas de pelotazos fue “España se rompe”,
una canción que desbancó a “Váyase, señor González” y a “Mire usté”, y que
acabó sustituida por el hit internacional “Armas de destrucción masiva” junto a
Los Panchos de las Azores. Jose Mari estaba en su salsa, desmelenado, y no le faltó
más que salir a rapear, pero Felipe se esforzó en darle la réplica y cantó un
tema nuevo, “Incitación a la sedición”, que suena fenomenal como título de un
álbum de punk hispánico. Jose Luis andaba bastante perdido el hombre, quizá
porque no recordaba bien la letra de su gran éxito, “El Estatut”.
A
mitad del concierto, el público, loco de emoción, ya había sacado los mecheros,
reclamando uno de los himnos del trío, “Venezuela, Venezuela”, que interpretan
siempre que pueden no sólo porque les interesan mucho los derechos humanos sino
porque Arabia Saudí, Birmania, Mauritania o Camerún no tienen rimas tan
fáciles. Venezuela, en cambio, rima perfectamente con francachela, con
triquiñuela, con mortadela, con sanguijuela, con duermevela, con cantinela, con
zarzuela, con telenovela y con Gas Natural. Cada vez se hace más difícil
distinguir quién es quién no ya porque cantan lo mismo sino porque cada uno es
el remake del anterior.
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