miércoles, 5 de octubre de 2011

ARTICULO DE VICTOR RAMIREZ SOBRE EL LIBRO "MAPUCHES Y GUANCHES PUEBLOS VIVOS"

LITERATURA COMO RESISTENCIA: EL LIBRO CANARIO DE UN MAPUCHE

Por Víctor Ramírez


Ha querido la casualidad que compartiera la lectura de “MAPUCHES Y GUANCHES: PUEBLOS VIVOS” con la relectura de –entre otros- “PSICOANÁLISIS DE LA SOCIEDAD CONTEMPORÁNEA”, de Erich Fromm. Y tengo que reproducir unas pocas palabras de este libro porque muestran, por así decir, la clave del espíritu resistente de Miguel Onofre Huenchual Colipe a lo largo de sus textos.

“Nuestra impotencia actual ante las fuerzas que nos gobiernan se manifiesta de la manera más aguda en las catástrofes sociales que, aunque consideradas como accidentes lamentables cada vez que ocurren, nunca han dejado de ocurrir hasta ahora: las crisis económicas y las guerras. Esos fenómenos sociales parece como si fueran catástrofes naturales y no lo que realmente son: cosas hechas por el hombre, aunque sin saberlo ni quererlo. Esta anonimidad de las fuerzas sociales es inherente a la estructura del modo capitalista de producción. Esto fue escrito en 1995, y su vigencia –como todo lo expuesto por el también resistente Erich Fromm, continúa impertérrita.

Y recurro a esta cita porque, precisa y nítidamente, el libro del mapuche-canario Miguel Onofre deviene resistencia frente al capitalismo colonial –tiranía plutocrática- que sufren su nación y la nuestra. Pugna él por la humanización de sus compatriotas de origen (los mapuches) y sus compatriotas de adopción (los canarios), es decir “pugna él por la capacitación de vivirte y convivir como humano y no como objeto para ti y para los demás –exclusiva finalidad del capitalismo”; y esto, a lo largo de su libro, es lo que, en esencia, defiende, consciente o no, Miguel Onofre.

El capitalismo cuantifica, abstrae, cosifica todo –principalmente lo humano; es decir: enajena, despersonaliza al desnaturalizarnos, al convertirnos en artificios de nosotros mismos y de los demás. Valemos sólo como elementos comerciales (eres “bueno” como mecánico, médico, escritor, albañil, científico… tan sólo por los rendimientos dinerarios que puedes aportar). Es lo inherente, lo natural, del Sistema Capitalista en que hemos nacido y criado: todo lo contrario a cuanto defiende en sus manifestaciones Miguel Onofre.

Si, esto lo ha captado nuestro amigo mapuche: aprovechando él, para denunciarlo, la publicación de su libro a cargo de Ediciones Aguere-Idea. Según lo expuesto por Miguel Onofre, al igual que otros intelectuales –minoritariamente, cierto-, la recuperación de la humanidad, de la naturalidad humanista, en nuestras naciones mapuche –emancipándose del imperio capitalista chileno- y canaria –emancipándonos del imperio capitalista español sólo será viable tras la independencia de nuestros respectivos países.

No hay otro modo para dejar de cosificarnos, para recuperar la humanización individual y social –según él-, más que la conversión de la Nación Mapuche y de la Nación Canaria respectivas naciones soberanas; sin dejar, por supuesto, de continuar la resistencia ante la enajenación impuesta por el capitalismo –verdadera ideología, conciencia política, que se nos ha impuesto desde la cuna y se nos sigue imponiendo hasta la muerte. Otros intelectuales resistentes (me acuerdo del tunecino Memmi cuando afirmaba, más o menos, que el exclusivo objetivo del Imperialismo es cosificar al colonizado; me acuerdo del caribeño-argelino Fannon cuando afirmaba, más o menos, que entre los colonizados sólo puede ejercer de persona –es decir, tener memoria, entendimiento y voluntad vivificantes responsables y no esterilizadas sumisas- quien se rebela, quien procura la soberanía de su nación) pugnaron por lo mismo.

He manifestado en otras ocasiones que el personaje medular de cierta novela mía –aún en gestación- la comienza diciendo: “Cada quien comprende y aprende según sea su capacidad intelectiva, siente según sea su sensibilidad y evalúa –enjuicia- según sea su conciencia –su escala de valores”. Luego ese personaje –llamado Sebastián Alí- desarrolla esta apreciación ajustándola a nuestra habitual manera perraria de ser (VOSOTROS, LOS PERRARIOS se titula la novela).

Es evidente que nuestras respectivas capacidad intelectiva, sensibilidad y conciencia son plenamente capitalistas, agravadas por el colonialismo imperial-católico-hispano tanto en la Nación Mapuche –con los continuistas chilenos- como en la Nación Canaria: algo imposible de superar en situación nacional de sometimiento absoluto. Y Miguel Onofre hace con sus palabras publicadas lo único digno que puede y –según su aún no alienada del todo capacidad intelectiva, según su aún no momificada sensibilidad, según su aún no pervertida conciencia- debe: resistir biófilamente manifestando lo que ha captado, y proponiendo el modo de vencer la cosificación del humano, su enajenación suicida: volvernos elementos naturales –no elementos artificiales mercantiles.

El lenguaje que en este libro emplea Miguel Onofre (Arauko) es sencillo, directo, emotivo, como en debate respetuoso entre amigos o como afectuosa carta admonitoria a familiar querido. No puede evitar él del todo –ni yo, por supuesto- esa tremenda carga de ignorantación, de amedrentamiento y sumición que -desde ya desde antes de nacer, en los genes de nuestros antepasados- y desde todas partes –principalmente en los llamados “centros docentes”- sufrimos los colonizados (en muchísima mayor proporción que los pertenecientes a Naciones soberanas).

Pero él resiste, oponiéndose a esa sumisión impuesta, como único dignamente puede y se atreve: con la palabra libertaria cual fosforito encendido que te ayuda a apreciar menos sombríamente tu entorno para, al menos, no colaborar en su potenciación –como suele ocurrir en casi todas las manifestaciones literarias de una Nación colonizada. Suelo exponer, al comenzar mis libros de reflexiones periodísticas, que el triple objetivo que me trazo es el mismo que he captado en autores queridos: iluminar el entendimiento, conmover solidariamente la sensibilidad y dejar testimonio honesto –veraz- en el asunto a tratar. En este entrañable libro de Miguel Onofre capto ese triple objetivo: orientado éste –por supuesto- por su capacidad intelectiva, su sensibilidad y su conciencia.

Otro personaje novelesco mío dice que “en mundo como éste la Verdad no nos hace libres, pariente; la Verdad sólo nos puede hacer tristes”. Lo dirá no añadiendo –como sí lo hago yo- que “aunque no haya un solo motivo para la esperanza siempre habrá motivos para la dignidad, y la dignidad de un sometido es pugnar por su liberación”. Pues, frente a la implacable tristeza que puede producirte el descubrimiento de una Verdad tan deprimente como la de constatar el sometimiento colonial de tu Patria, puedes asimismo practicar la rebeldía de intentar mejorar tu entorno –y a ti como parte de éste-, mejora que en Patria colonizada sólo es posible pugnando por su soberanía. Es lo que, por fortuna, advierto que procura el amigo mapuche hacer con sus palabras publicadas.

Queramos o rechacemos, lo asumamos o desdeñemos, lo sepamos o ignoremos, a fin de cuentas el verdadero poder distintivo eficaz entre los humanos ha sido y es la Palabra, tanto para someter como para liberar, tanto para ignorantar como para iluminar, tanto para amedrentar como para estimular. De ahí que lo primordial de todo poderío imperial sea la de imponer su lengua, su idioma: haciéndole único vehículo socialmente oficial –es decir, eficaz para la subsistencia, eficaz para el sometimiento. Eso ha ocurrido, ocurre y ocurrirá.

Por lo que aprovecho para recordar algo leído en el breve –pero muy benéfico- trabajo LOS PODERES DE LA LENGUA, del lingüista francés Claude Hagege: algo, sí, que ratifican el valor de resistencia que encuentro en MAPUCHES Y GUANCHES: PUEBLOS VIVOS, de Miguel Onofre (Arauko) Huenchual Colipe (Colipi). Dice así Claude Hagege:

“En realidad, los regímenes políticos que se apoyan en cierta manera de manipular la lengua son una suerte de logocracias, es decir sistemas que fundan su dominación en el poder de las palabras”. (Y en nuestra Patria el dominio absoluto manipulador de esa lengua impuesta es completamente ignorantador, amedrentador y enajenante, aumentando ese absolutismo con los “estudios académicos realizados; a los mapuches, en cambio, no se les ha extirpado del todo esa sustancia energética del alma que es su lengua).

“En la práctica, abundan las logocracias: con diferencias de grado, todo poder político se siente tentado a emplear la fuerza de las palabras despojadas de su verdadero sentido y transformadas en clisés para enmascarar la realidad”. (El gran logro imperial hispano-católico aquí ha sido la del dominio absoluto de la lengua que practicamos; ningún canario se ha liberado de ese poder. Incluso, para rebelarnos, tenemos que emplearla –soportando, sí, toda la fuerza aherrojante obnubiladora de que dispone: principalmente para quien nos escucha o lee).

Vemos pues que, ya se trate de la presión que ejerce, desde su nacimiento, sobre las representaciones mentales de quien la habla en su medio natural, y cuyos pensamientos modela, ya de la utilización que puede hacerse de la lengua en ejercicio, es decir del habla o palabra hablada, con fines de dominación, los poderes de la lengua son manifiestos”. Muy cierto: aquí son omnímodos esos poderes (tanto en los politizadísimos festejos “religiosos” como en los sectarísimos eventos “deportivos”, tanto en las obnubilantes barras de tascas como en los castradores altares de la erudición, tanto en…) con las pequeñísimas fisuras que algunos –poquísimos- aprovechan para practicar la única dignificación en Patria Sometida: perseverar en la búsqueda de su liberación. Mas, si algo enseña la Historia, es de sus insospechados vaivenes, de sus imprevistas resoluciones; y sólo con palabras –insisto- se forman las conciencias: tanto sometiendo, como emancipando. Y las palabras utilizadas por el mapuche canario Miguel Onofre (Arauko), en este libro, pertenecen a la Resistencia.

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