ROMANCE JURÍDICO DE PABLO
IGLESIAS
Pablo Iglesias, Pablo
Iglesias,
mejor no salgas de
casa,
dicen que te andan
buscando
dos togados de la
causa,
guardias civiles con
mazo,
justicieros por
España,
magistrados sin
fronteras:
Marchena, el juez, y
Navajas,
también llamado fiscal
desde las altas
instancias,
te están buscando las
vueltas,
la coleta y las
entrañas,
porque un
vicepresidente
debe ser, como Soraya,
impecable y
reluciente,
que limpie lo que haga
falta
de la corona los
brillos
y de Mariano la barba.
En Galapagar te
quieren
entre insultos y
pancartas
bien lejos, y te lo
gritan
con una cacerolada:
"Coletas, vuelve
a Vallecas
que es barrio de clase
baja,
que no queremos
paguita,
ni mugre, ni
garrapatas,
ni diputados
abstemios,
ni señores sin
corbata.
Vuelve debajo de un
puente
a dar ejemplo de
casta,
que ibas a asaltar los
cielos
y te has caído en las
cloacas".
"Por culpa de una
tarjeta
telefónica y chivata,
te ves en editoriales,
en opinión y en la
página
de esquelas te vas a
ver
con obituario y
lápida,
sentenciado antes de
tiempo
incluso en los
crucigramas
como no dimitas
pronto,
de ser posible,
mañana".
Mira, Pablo, que te aviso
que está la cosa muy
mala,
que la justicia este
otoño
anda muy encabronada,
que el otro día
soltaron
a Acebes y a media
Bankia,
cuatreros de limusina,
bandoleros por la
patria,
con los desfalcos
intactos,
y a Rato el de la
campana.
Ya lo dijo Alfonso
Guerra:
que había estirado la
pata
Montesquieu, aquel
franchute
que hizo del poder
tres patas,
que sería muy filósofo
y no sabía que en
España
las tres patas son del
banco:
legislativo a la
carta,
el ejecutivo en
cheques
y el judicial por la
banca.
También dijo que no
iba
a conocer esta España
la madre que la parió
y la conocen de
espaldas,
en verano y en
invierno,
sin etiqueta y en
bragas,
con mascarilla y con
guantes,
en Pekín y hasta en
Uganda.
Anda, anda, Pablo
Iglesias,
no me seas
republicana,
cuídate del juez
Marchena
y de ese fiscal,
Navajas:
con esos nombres
parece
que salieran de una
banda
de
Leone, el de los western
que nunca se
terminaban,
o de un romance de
Lorca,
otro que también
cantaba.
¿Qué pensabas, Pablo
Iglesias?
Pero tú ¿qué te
pensabas?
¿Que iban a mirarte
igual
que a los papeles de
Bárcenas?
¿No ves que aquí todo
el mundo
oye a Ana Rosa
Quintana,
que escribe novelas
rosas
en blanco y negro y
erratas?
¿No ves que adoran a
Amancio
Ortega, señor de Zara,
porque les gusta la
ropa
china y deslocalizada,
con mano de obra
infantil,
libre de impuestos,
barata?
¿No ves que aquí las
mujeres
siguen la moda
eclesiástica
y nos gusta que a los
toros
vayan con la
minifalda?
¿Qué pensabas, Pablo
Iglesias?
Pero tú ¿qué te
pensabas?
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