LA VIOLENCIA RACISTA QUE NO CESA
DESIRÉE BELA-LOBEDDE
Era mayo de 2020 cuando nos echábamos las manos a la cabeza después de presenciar cómo a George Floyd se le iba la vida bajo la rodilla de un agente de la policía de Minneapolis. El "I can't breathe", las últimas palabras que Floyd llegó a pronunciar se nos quedó a muchas personas grabado en la memoria y, ante esta nueva muestra de la brutalidad policial estadounidense, las protestas no se hicieron esperar, y no solo fueron localmente, sino que un nuevo movimiento tomó forma en muchas otras ciudades del mundo.
La respuesta masiva
de rechazo hacia este crimen también tuvo reflejo en las redes sociales, donde
una cantidad ingente de personas expresaban su repulsa por ese crimen,
escribían —en muchos casos por primera vez— que Black Lives Matter y hacían
aparecer un cuadradito negro en su parrilla de fotos de Instagram.
Parecía que la
muerte de George Floyd marcaba un antes y un después en la conciencia
colectiva, y que el impacto de la violencia de ese asesinato proporcionaba un
mayor entendimiento de cómo el racismo estructural, en forma de brutalidad
policial, puede terminar con la vida de una persona negra.
El asesinato de
George Floyd no será el último caso de muerte de una persona Negra a manos de
un policía que, además, está en libertad a la espera de un juicio que no se
celebrará hasta marzo de 2021, tras pagar una fianza de más de ocho cientos mil
dólares. Habría que hablar también del apoyo que ha recibido esta persona para
poder abonar esa fianza, y de lo que significa que haya conseguido ese apoyo;
pero eso, otro día.
Los días fueron
pasando y otras vidas negras corrieron una suerte similar a manos de la
policía. En Estados Unidos, en Brasil, en España, en Colombia, donde el abuso
policial se lleva las vidas de las lideresas y líderes sociales afro. El último
caso, aunque no se haya tratado de un asesinato, ocurría en Madrid, hace apenas
tres días. En el barrio de Abrantes, la Policía Nacional detenía a una mujer
negra que, tal y como se puede ver en este vídeo, no oponía resistencia a su
arresto en ningún momento. Uno de los agentes, agrede a la mujer mientras la
esposa y, mientras ella llora y dice «estoy embarazada», el mismo agente le
asesta un puñetazo en la cara y una patada mientras la llama «puta».
Voy a marcarme yo
misma el #notodoslospolicías antes de que venga alguien a hacerlo por mí. Está
claro que no todos los policías actúan de esta forma. Y está claro que habrá
cantidad de agentes de las fuerzas de seguridad que, al haber visto estas
imágenes, no hayan dado crédito. Lo sabemos, y es verdad.
Lo que también es
verdad es que esto sucede. En mi opinión, hay gente violenta y racista dentro
de esos cuerpos de seguridad extralimitándose en el cumplimiento de sus
funciones y poniendo en riesgo la vida de las personas negras. ¿En qué momento
se hace necesario agredir tan brutalmente a una mujer esposada y embarazada?
A principios de año
ya hablé del recrudecimiento de la violencia policial que se estaba dando desde
el confinamiento; pero parece que la violencia policial racista no cesa y el
tema es, cuanto menos, preocupante.
Quisiera hacer, a
modo de cierre, un par de reflexiones. A saber:
No sé cuál será la
postura de la Policía Nacional, como institución, frente a este caso. No sé qué
acciones llevarán a cabo, más allá de lanzar un mensaje, como siempre
equidistante, de que el cuerpo nacional de policía está en contra de y condena
todo tipo de violencia.
Me resulta
preocupante que, cuando se dan hacen públicas este tipo de imágenes, nunca haya
otro agente parándole los pies al agente agresor. Porque, quien no está a favor
de la violencia pero tampoco la impide cuando la presencia, sigue contribuyendo
a que suceda.
Ahí lo dejo
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