martes, 8 de octubre de 2024

UN AÑO RODEADOS DE ZOMBIS

 

UN AÑO RODEADOS DE ZOMBIS

Están luchando contra el terrorismo, repetirán estos fanáticos de la nueva religión que consiste en machacar al más débil, ya sea un tipo que viaja en patera, un niño extranjero o un palestino bajo las bombas

GERARDO TECÉ

Genocidio cómplice                La boca del logo

Preguntada Doña Isabel Díaz Ayuso por los más de 40.000 asesinatos de inocentes cometidos por Israel durante el último año en Gaza (11.000 niños incluidos), la presidenta madrileña tiró del más barato de los cinismos, especialidad de la casa: “No puedes ponerle fin a Hamás con flores”. Una respuesta coherente con quien gestionó las residencias durante aquella pandemia en la que, total, los viejos sin seguro privado se iban a morir igual. Como todos los adultos funcionales sabemos, entre combatir el terrorismo con flores y cometer un genocidio existe toda una gama de posibilidades, igual que debieron haber existido posibilidades diferentes a morir asfixiados y sin asistencia médica para aquellos 7.291 ancianos. Negar lo posible, abrazar el caos, lanzar toneladas de cinismo sobre los consensos humanos más básicos hasta destrozarlos y mentir como si no existieran ojos, teles y móviles son el signo de este tiempo que con tanto éxito encarna la presidenta madrileña.

Hace un año que comenzó el mayor genocidio del siglo y un año también desde que la sociedad se partió, definitiva y oficialmente en dos. A un lado quedaron los conservadores. Esos que nos mantenemos firmes en las posturas clásicas que dicen que quitar una vida inocente está feo lo haga quien lo haga. Somos gente previsible. Nos ponen por delante las imágenes de una víctima de los atentados terroristas cometidos por Hamás el 7 de octubre y se nos revuelve el alma. Igual que se nos revolverá, pero multiplicado por cien –simple cuestión numérica–, si nos ponen por delante los cientos de víctimas provocadas cada día por los atentados terroristas de Israel. Al otro están quienes, más atrevidos e innovadores, han decidido que la moral tradicional es un estorbo y que deben ser libres para abrazar la violencia a la carta como forma de nueva miseria moral. Una libertad que te permite llorar lágrimas de cocodrilo en el 30 aniversario de una víctima de ETA mientras justificas las matanzas contra niños cometidas hoy. Libertad, carajo.

Quienes pertenecen a este grupo no son necesariamente políticos cínicos profesionales, también son familiares, amigos, vecinos y compañeros de trabajo. Gente dispuesta a justificar el asesinato de niños en masa sin sonrojarse, ni sentir escalofríos, ni siquiera perder el sueño por la noche o percibir asco de sí mismos. Manadas de zombis capaces de ver cuerpos de niños reventados por las bombas o temblando de miedo y responder, robotizados, que se trata de luchar contra el terrorismo. Gente sin alma –no por ser vecinos, amigos o compañeros de trabajo hay que dejar de llamarlos por su nombre– a la que no parece removérseles nada cuando ven a soldados israelíes vejando cadáveres de niños o lanzando civiles heridos desde un quinto piso entre risas mientras lo graban el móvil. Están luchando contra el terrorismo, repetirán estos fanáticos de la nueva religión que consiste en machacar al más débil como forma de ética, ya sea este un tipo que viaja en patera, un niño extranjero o un palestino bajo las bombas. Gaza no es lo único que ha sido arrasado. La moral de muchos de quienes nos rodean es una auténtica escombrera.

 

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