domingo, 20 de octubre de 2024

“LO CARGA EL DIABLO”

 

“LO CARGA EL DIABLO”

QUICOPURRIÑOS

          Ayer fui , bien acompaño de mi querida amiga Lucy Cova, al Cine Víctor para la entrega del premio de  CIFF Market- Sociedad de Desarrollo de Santa Cruz de Tenerife a “Chano Alvarez”, Director de la Productora Canaria “Volcano Films” por su  trayectoria y contribución al mundo del Cine. Se presentaba también, la película  “Lo Carga el Diablo”, dirigida por el Director valenciano Guillermo Polo e interpretada por Pablo Molinero, Mero González y Antonia Sanjuan entre otros, donde un escritor frustrado tiene que transportar desde Asturias a Benidorm el cadáver de su hermano en un Opel Senador de los setenta. Lo que ocurre en el camino es una sucesión de situaciones, bien hiladas y con un humor sobresaliente que mantiene al espectador pegado a la butaca de principio a fin de la cinta. Es de esas películas que agrada ver, que te hacen pasar un tiempo pendiente de la pantalla, dejándote envolver por el lenguaje cinematográfico, por la acción, por el guión, por una maravillosa interpretación de los actores y con una música acorde a lo que estás viendo. La risa está garantizada y es que es muy atractivo el tema que plantea, transportar a un muerto de forma clandestina en el portaequipaje de un coche que hace aguas, manteniendo el cadáver fresquito, conservado, a base de bolsas de hielo o polos de distintos sabores si no se encuentra lo primero en la gasolinera de turno. Hay que ver la imaginación de los guionistas, el ingenio que derrochan, imaginar esa situación impensable de trasladar de esa manera a un muerto de un lado a otro del territorio nacional. Lo que es la ficción. Pues de eso nada.

          Ya nos habían esbozado por donde la peli durante la presentación y entrega del premio a su productor, cuando recordé lo que le pasó a mi amigo Bernardo, del que no daré más datos, por aquello del derecho a la protección de datos y/o de revelación de secretos. Me contaba un día, con la gracia que le caracteriza, un hecho ocurrido en su familia que les había marcado un tanto, por la difusión que tuviera en los medios, la ocurrencia de un pariente. Al parecer, un tío viudo suyo, ya jubilado y que vivía en Madrid, decidió pasar unos días en Valencia donde residía una hermana a la que hacía tiempo que no visitaba, por lo que cogió su coche y se desplazó a la ciudad del Turia, a rencontrarse con esa parte de la familia, disfrutar de ellos unos días y de paso comerse una buena paella, o quizá el orden fuese al revés. Fuera la emoción del reencuentro o quizá el exceso gastronómico, el caso es que al pensionista viajero le dio un paro cardiaco y al dejar de latirle el corazón pasó lo que tenía que pasar y que se acabó lo de respirar, produciéndose el óbito del pariente en el domicilio de la hermana valenciana. Lío armado por el consiguiente trastorno y papeleo que la situación les presentaba. Acordose  entonces doña Vicenteta ( digamos que se llamaría así la fallera pariente de mi amigo) que su hermano Borja tenía un íntimo amigo médico en Madrid, al que no dudó en llamar sobre la marcha, aunque en el reloj de la cocina dieran las dos de la madrugada y al que sin anestesia ni preámbulo alguno le dijo que tenía a su amigo muerto, tumbado sobre la alfombra del salón de su casa, y que siempre  le había dicho que querría ser enterrado, cuando le llegara el momento, no antes, en el nicho a perpetuidad que tenía en el Cementerio de la Almudena, para reposar eternamente junto a su difunta esposa Paloma. El médico, sabedor de que dadas las circunstancias del óbito ello requeriría la intervención policial, la oportuna investigación judicial con autopsia incluida, más luego el traslado de los restos, en un ataúd habilitado al efecto, llevado a cabo por una empresa funeraria debidamente registrada lo que supondría un evidente retraso de días para poder enterrar al amigo junto a su adorada y añorada Paloma, además de los considerables gastos que les reportaría, indicó que, de haber muerto en Madrid, él mismo habría certificado su muerte natural, evitando así todo el papeleo y posibilitando que su amigo Borja recibiera cristiana sepultura a las 24 horas de la hora plasmada en el certificado médico expedido por él al efecto, despidiéndose seguidamente no sin antes darle sus condolencias a doña Vicenta con el ruego de que las hiciera extensivas al resto de los familiares presentes. Ni diez minutos tardó Vicenteta en llamar a su marido para decirle: ¡Mira Tonet, lo del entierro en Valencia de mi hermano, es un lio y un gasto que no estoy dispuesta a soportar!. Por lo que, ahora mismo, con tu hijo mayor, bajas al muerto al garaje, lo metes en el coche bien tapadito con una manta en la parte de atrás del Seat-1430 amarillo, coges la carretera para Madrid que a estas horas no hay tráfico alguno y en cuatro o cinco horas estas llamando al Doctor Martínez-Almeida desde la casa de mi hermano de la calle Fuencarral para que firme el dichoso certificado y de ahí pa´ la Almudena, que yo en un rato voy telefoneando a los del Ocaso para que lleven un ataúd acorde con la posición social de Borja y cuando lleguen me llamas y me cuentas. Puso Tonet obediente rumbo a Madrid, tras haber posicionado adecuadamente al difunto en la trasera del coche, con su mantita encima y una pequeña almohada para dar más realismo a la situación, y efectivamente, como había sentenciado su esposa, la carretera se encontraba vacía, por lo que devoraban kilómetros y kilómetros sin interrupción. Tan contestos marchaban, al verse solos en la ruta y que el destino se les antojaba cada vez más próximo, que decidieron hacer un alto en el camino, pa´ estirar las piernas, echarse una meada y de paso tomar un cafecito y un soberano que la noche estaba fresca, se hacía larga y los ojos parpadeaban ya más de la cuenta. Pararon en una gasolinera, de las que tienen un área de servicios, y aparcaron junto a unos camiones que se dirigían cargados de naranjas al “Mercamadrid”, dejando el Seat-1430 amarillo reposar un rato, con su muerto dentro como debe de ser, dirigiendo sus pasos, padre e hijo, hacia el Bar, que estaba bastante concurrido a pesar de la hora, tomándose el café y un  primer soberano , luego la penúltima y,  ya puestos, un bocadillo de serrano cada uno que había gazuza y la arrancadilla después mientras compraban a un lotero, que por allí andaba vendiendo la suerte, un décimo de navidad, no sea que toque aquí y nos quedemos con las ganas y todo ello antes de emprender el último trecho hasta el destino en la calle Fuencarral. Al salir el frío les golpeo en la cara a la vez que despuntaba el día y se hacía más claro, había más luz pero del Seat-1430 amarillo ni rastro. Tú estás seguro que lo dejamos allí, preguntaba una y otra vez Tonet a su hijo, pero por más que miraban, nada de nada, llegando a la conclusión de que los amigos de lo ajeno lo habrían tomado prestado. No les quedó más remedio a los parientes de mi amigo que llamar a la Guardia Civil y explicarles, no sé cómo lo harían, lo del robo, lo del viaje exprés Valencia-Madrid y lo de los  efectos y consecuencias de la paella ingerida por Borja. Solo puedo decir que la labor de búsqueda de la Benemérita resultó de lo más eficaz, pues tras una curva y a escasos doscientos metros de la zona de descanso de la estación de servicios, hallaron al Seat-1430 amarillo con el motor en marcha, las cuatro puertas abiertas, con un señor mayor durmiendo plácidamente en la parte trasera, que apoyaba su cabeza en una almohada y  que estaba tapadito con una manta paduana.

          Dicho lo cual, hay que ver la imaginación que tiene los guionistas, porque lo que cuentan en las películas, está claro que es pura ficción, porque en la vida real no pasan esas cosas.-

                                                           quicopurriños

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