jueves, 24 de octubre de 2024

UN AMOR DEDUCIBLE

 

UN AMOR DEDUCIBLE

Gentes amargadas no saben que las relaciones amorosas, las verdaderas, las que practican Isabel y Alberto, deberían celebrarse con deducciones fiscales en este mundo lleno de envidia

GERARDO TECÉ

Alberto González Amador, a su llegada al Tribunal Superior de Justicia de Madrid. Mayo de 2024. / YouTube (RTVE)

En una mítica escena de Pretty Woman, la prostituta Vivian, encarnada por Julia Roberts, se enfada cuando, después de pasar varios días junto al millonario Edward Lewis (Richard Gere), éste le deja un fajo de billetes sobre la mesilla de noche. Qué te has creído que soy, le pregunta enfurecida sin que el atontado de Gere se hubiese percatado de que lo que empezó siendo una relación comercial había derivado en otra cosa. No parece ser el caso de la relación entre Isabel Díaz Ayuso y el tipo que lidera la lista Forbes en la categoría de técnicos sanitarios. No si tenemos en cuenta que, como hemos sabido, Alberto González se desgravaba como actividad empresarial las vacaciones con su novia. Presentar en el modelo 303 conceptos como atardecer en la playa es una forma de romanticismo como otra cualquiera. Pero coincidirán conmigo en que es una forma más curiosa que otras.

El amor surge a veces de un cúmulo de casualidades que acaban configurando las dinámicas de lo que será esa relación. Y la casualidad quiso que fuese el exitoso comisionista hermano de la presidenta madrileña quien presentase a los tortolitos. Isabel, este es Alberto; Alberto, esta es Isabel. Él haciendo fortuna mediante suculentos negocios pandémicos con el mismo Grupo Quirón al que ella mimaba con contratos públicos. No me digan que Cupido no tiene buena puntería algunas veces. Los maseratis, pisos de lujo, testaferros y salas de autoridades reservadas en vacaciones con dinero público del votante neoliberal llegaron con la misma naturalidad con la que llegan al estómago las mariposas del amor.

Toda historia romántica tiene sus detractores, y la de Isabel y Alberto no iba a ser menos. Los haters llegaron y pusieron en la diana a los Romeo y Julieta de la Puerta del Sol desde el primer momento. Que si una presidenta no debería vivir en un piso pagado de forma ilícita, que si los servicios de la Comunidad de Madrid no deberían utilizarse para defender mediante bulos los delitos cometidos por un ciudadano particular, que si las obras ilegales del piso a nombre de un testaferro, que si la trama Quirón, que si la abuela fuma en vacaciones. Como dijo en su momento Belén Esteban y ahora se repite en sus adentros la presidenta madrileña, no sin alguna reserva: ni que hubiera matado yo a nadie. Si 7.291 veces acusan a Díaz Ayuso de que algo huele mal en su relación, 7.291 veces asegurará que todo es de lo más normal y que nada de esto debería ser usado para desviarnos del verdadero asunto central de este tiempo que vivimos: ETA está más viva que nunca. Como para no tomar la precaución de ponerse a salvo en salas de autoridades.

Gentes amargadas y desconocedoras de las dinámicas del amor pretenden que las relaciones sentimentales de los que han sido tocados por las flechas doradas de Cupido sean tan tristes como las suyas. Retrasos y esperas en aeropuertos, pisos de 60 metros que se comen los ingresos mensuales, coches de segunda mano que se estropean o declaraciones de la renta que nunca jamás acabarán en millones de euros brincando felices en la cuenta corriente. Si de estas tristes almas dependiera, los coches alquilados por Alberto e Isabel para sus vacaciones, las cenas y hoteles supondrían un gasto personal y no una oportunidad para desgravar rascándole unos euros al Estado opresor. Si por ellos fuera, Isabel y Alberto deberían pedir licencias para reformar sus áticos de lujo o incluso, los hay así de retorcidos, vivirían en pisos acordes a sus sueldos que deberían conseguir con esfuerzo y madrugones en lugar de comisiones. Se llama rencor y odio. Lo practican quienes no saben que el amor real, el verdadero, el que practican Isabel y Alberto, debería celebrarse con deducciones fiscales en este mundo lleno de envidia

 

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