LA GRAN MATANZA DE GATOS Y EL
MUÑECO DE FERRAZ
PABLO
IGLESIAS
La matanza del
muñeco de Pedro Sánchez por una turba de lunáticos de extrema derecha no es un
acontecimiento novedoso; por el contrario, este tipo de situaciones que después
se viralizan en las redes sociales y aparecen en los informativos son cada vez
más frecuentes
La gran matanza de gatos de Robert Darnton es uno de los clásicos de la historia cultural. La cosa es más o menos como sigue. Según el testimonio de un obrero en la imprenta de Jacques Vincent, en 1768 ocurrió en París el hecho más divertido que se recuerda entre los trabajadores de aquella imprenta: una matanza tumultuosa de gatos.
A partir de estos
hechos reales, Darnton hace una exploración antropológica de los ritos violentos
llevados a cabo por los artesanos parisinos del siglo XVIII ¿Por qué un grupo
de artesanos encontraba tan divertido matar a palos a todos los gatos que
encontraban? ¿Tenía algo que ver con la lucha de clases? Admitir la necesidad
de comprenderlo representó todo un corte epistemológico en la historiografía
que llevó a asumir metodologías de la antropología para entender la historia
social.
Algo parecido nos
ocurre a nosotros al ver al facherío que celebraba la Nochevieja frente a la
sede del PSOE en la calle Ferraz de Madrid, colgando, insultando y golpeando a
un muñeco que representaba a Pedro Sánchez. Observamos a estos especímenes
envueltos en banderas de España con la misma repulsión que miraríamos a los
artesanos parisinos matar, entre risas, a indefensos gatos. El problema es que
el grupo humano que nos ocupa aquí encarna hoy algo parecido a un nuevo
espíritu de época de una derecha que no sabemos si entenderá de antropología
pero que entiende que todo es guerra cultural. Y, por lo tanto, no nos queda
más remedio que tratar de comprenderlo.
Vivimos tiempos
distópicos en los que asistimos al genocidio israelí en Gaza en nombre de la
democracia, al éxito de creciente de derechas abiertamente ultraliberales en lo
económico e iliberales en lo político, … y todo ello contado y retransmitido
por unos medios de comunicación que recuerdan cada día más a los que se
representa en “Don´t look up” de Adam McKay
La matanza del
muñeco de Pedro Sánchez por una turba de lunáticos de extrema derecha no es un
acontecimiento novedoso; por el contrario, este tipo de situaciones que después
se viralizan en las redes sociales y aparecen en los informativos son cada vez
más frecuentes. No difieren demasiado de aquello que vimos cuando los
partidarios de Donald Trump asaltaron el Capitolio en EEUU o cuando los
seguidores de Bolsonaro hicieron lo propio en Brasil. Cada vez que vemos al
hombre de la motosierra que ha sido elegido presidente de Argentina (que no
deja de generar una enorme atención mediática) tenemos la misma sensación de
repulsión ¿Cómo es posible que la democracia produzca estos resultados? Quizá
porque las nuestras son, ante todo, democracias mediáticas.
Vivimos tiempos
distópicos en los que asistimos al genocidio israelí en Gaza en nombre de la
democracia, al éxito de creciente de derechas abiertamente ultraliberales en lo
económico e iliberales en lo político,
en cada vez más países de lo que se conoce como “Occidente”, a una guerra en
territorio europeo que no hace sino reforzar el peso de la OTAN y los EEUU en
los destinos de la Unión, a una competición geopolítica con China que augura
nuevas dinámicas de guerra fría. Y todo ello contado y retransmitido por unos
medios de comunicación que recuerdan cada día más a los que se representa en
“Don´t look up” de Adam McKay.
Esta es, a mi
juicio, la realidad con la que arranca un año 2024 con citas electorales muy
relevantes tanto dentro como fuera de España. No vienen tiempos fáciles pero
hay algo que, al igual que la matanza de gatos en el París del siglo XVIII, la
praxis del adversario nos demuestra constantemente: los terrenos cruciales de
las batallas políticas de este nuevo año serán ideológicos y culturales.
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