GÉRARD DEPARDIEU Y LA COMPAÑÍA CÓMPLICE
ANA
BERNAL TRIVIÑO
El
actor francés Gérard Depardieu. / Kay Nietfeld (EFE).
Estas semanas atrás se ha publicado en la prensa francesa la noticia de que trece mujeres han acusado al actor Gérard Depardieu por violencia sexual entre 2004 y 2022. Afronta, entre ellas, tres denuncias por violación. Dos son de actrices francesas, y otra de una periodista española. Todas relatan el mismo modus operandi en los rodajes: tocamientos sin consentimiento y comentarios obscenos, como algo habitual y normalizado en su comportamiento.
Quienes criticaban a estas mujeres por decir que lo inventaban, escucharon no hace mucho al propio actor en unas grabaciones con declaraciones como: "A las mujeres les encanta montar a caballo. Sus clítoris rozan la silla. Son unas zorras". En fin, un primor de hombre. Antes hubo otras que no encontraron apoyo. Detrás queda la sombra del suicidio de Emmanuelle Debever hace unos años, tras compartir una agresión sexual del actor en otro rodaje, a la vez que la televisión francesa emitía un reportaje sobre otras mujeres afectadas por el reconocido actor.
¿Pero cómo sigue la
historia? Pues ya se pueden imaginar porque aquí nadie aprende. Es que es
Depardieu, actor venerado e intocable dentro y fuera de su país. Por ello,
otras no denunciaron. Por la protección a su figura. Porque cuando quisieron
hacerlo escuchaban que no, que él "era Gérard". Porque sabían que no
las creerían. Porque sus carreras acabarían para siempre. O porque los delitos
estaban prescritos.
Pero, ¿qué no
prescribe nunca en estos casos? La reacción. Primero, de él. El actor ha negado
en diversas ocasiones todas las acusaciones, afirmando en una carta que
"hacer daño a una mujer sería como patear a mi propia madre en el estómago".
Ya sabemos. El comodín de la madre siempre es útil. Las madres siempre sirven
para todo.
Por otro lado, el
entorno. Y aquí, destacan dos. Uno, el sector. Ya se sabe, el cine es industria
y dinero. Y ahí aparecieron varias personalidades de la cultura (entre ellas,
cómo no, también mujeres) que firmaron un manifiesto titulado No borren a
Gérard Depardieu. Hablan de presunción de inocencia y de que sin él se acaba el
arte en Francia. Pero el asunto no quedaba aquí. Nos quedaba la opinión del
mismo presidente francés, Emmanuel Macron. Dijo ser un gran admirador del actor
y, añadió, "hay una cosa en la que no me verán nunca, y es en las cacerías
al hombre. Lo detesto".
Pues ya está.
¡Bingo! Ya tenemos lo de siempre: la
caza de brujas. Lo mismo que se dijo con Harvey Weinstein, con Plácido
Domingo, con Dani Alves... y así, muchos casos más. Y una se pregunta a estas
alturas si, dado que con Weinstein se demostró que ellas no mentían y si con
Domingo él mismo confesó su responsabilidad tras la investigación del sindicato
americano que demostró los casos de acoso, ¿aún nadie ha aprendido a dejar de
idolatrar ante las acusaciones? Porque esas reflexiones con las que pretenden
defenderse siempre quedan fuera de toda lógica.
Si cada vez que las
víctimas rompen el miedo se las acusa públicamente de dañar la presunción de
inocencia, entonces, ¿qué hacen? ¿Se quedan calladas para siempre? ¿Cuándo les
viene bien a toda esta gente que las víctimas hablen? ¿De verdad esta gente sigue pensando que una,
dos, tres, cuatro o decenas de mujeres quieren ponerse en la diana solo por
destacar cuando saben que van a ser humilladas públicamente por hablar y que
muchas personas van a defender a su agresor, cargado de poder? ¿Quizás esos
manifiestos que surgen tan acelerados tienen que ver con que hay más casos que
ese entorno sabe o quizás es que esos firmantes sabían de estas situaciones y
tienen cuestiones delicadas que callar? Todo sea por salvar a Gérard Depardieu.
En contra de todo
esto se ha quedado la ministra de Cultura francesa, junto con otras personas de
la cultura que firmaron otro texto. Entre ellas también ha tenido un papel
importante la anterior exministra de Cultura, que ha señalado cómo la
ultraderecha francesa está detrás de esta complicidad con Depardieu. Y recuerda
que el promotor de un manifiesto en favor del actor publicado en Le Figaro es
un artista próximo a Éric Zemmour, candidato ultraderechista al Elíseo en 2022.
Y es que, cómo no, la ultraderecha siempre está al acecho de todas estas
situaciones para aprovechar el filón. Lo que sorprende es cómo, incluso
personas lejanas a la ultraderecha, se alían con sus planteamientos y acaban
haciendo de romper el silencio un acto de política contra las mujeres. Una
muestra más de que el machismo es tan universal que en todos lados la reacción
es la misma, sea de donde se sea y se piense lo que se piense.
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