¿EL FUTURO DE NUESTROS NIETOS?
BOAVENTURA DE SOUSA SANTOS
«Un
holocausto no justifica otro», dice el cartel de un manifestante en una marcha
contra el genocidio perpetrado por Israel en Palestina.
Desde que comenzó la guerra en Ucrania, he dedicado muchos textos al tema de la guerra. La eclosión de la fase más reciente de la guerra colonial de Israel contra Palestina expresó con mayor intensidad mi repulsa por la destrucción masiva de vidas humanas, por el horror de la impunidad, por la duplicidad de criterios basada en la jerarquía entre vidas patentadas (y por eso, protegidas) y vidas no patentadas (y por ello, desechables), por la indiferencia arrogante, por la ceguera malévola, por la abrumadora banalización de la continuidad entre la solución final que los colonos europeos impusieron a los pueblos colonizados, la que los nazis impusieron a los judíos y la que Israel impone a los palestinos.
Frente a este
panorama, algunas de las personas que me leen me han preguntado, con cierta
ansiedad: ¿cuál es el futuro de nuestros nietos? La pregunta presupone un
«nosotros» cuyos nietos son «nuestros». ¿Quién es ese «nosotros»? La pregunta
conlleva una dramaticidad propia de alguien que nunca antes había planteado tal
pregunta y que ni siquiera había pensado que alguna vez tendría que hacerlo.
Ese alguien no es
la humanidad en su conjunto, sino un pequeño rincón del mundo (esparcido por
todo el mundo) al que podemos llamar Europa & descendencia blanca. El
«resto» del mundo, es decir, el mundo que fue invadido por los europeos a
partir del siglo XV y que a finales del siglo XIX constituía aproximadamente el
90% del territorio del planeta, desde hace mucho tiempo se hace esta y otras
muchas preguntas. Esta pregunta contiene una multiplicidad de presupuestos.
Tiempo y calidad de
vida. Al centraros en vuestros nietos, asumís que la suerte de vuestros hijos
es tan problemática (o no) como la vuestra. Esto solo es cierto en países donde
la esperanza de vida es bastante alta, como sucede en dicho pequeño rincón del mundo,
Europa & descendencia blanca.
En países donde la
esperanza de vida es considerablemente más baja (por ejemplo, en los países
africanos), el futuro de los hijos es mucho más apremiante que el futuro de los
nietos, salvo cuando los padres mueren muy jóvenes a causa del sida y son los
abuelos quienes cuidan de los nietos. Asumiendo que Europa & descendencia
blanca no son genéticamente superiores, tendréis que preguntaros por qué
existen diferencias tan grandes en la esperanza de vida y, sobre todo, por qué
está tan desigualmente distribuida en el planeta Tierra.
¿Europa &
descendencia blanca viven más tiempo porque los «otros» viven menos tiempo?
¿Tenéis una deuda temporal con ellos? Si está claro que Europa &
descendencia blanca viven en promedio más tiempo, no es tan evidente que su
calidad de vida sea incondicionalmente superior a la calidad de vida de
aquellos que viven menos tiempo. Una de las atracciones de cierto tipo de
turismo está relacionada con la visita a lugares y a comunidades que simbolizan
una calidad de vida de la cual los turistas sienten cierta nostalgia por no
haberla experimentado nunca. Son formas irresponsables o superficiales de
concienciación. Basta pensar en la huella ecológica que estas visitas suponen
para conocer lugares y formas de vida atractivas sin agredir el medio ambiente.
Condiciones de
vida. Al observar las desgarradoras imágenes de la destrucción de Gaza en estas
semanas, de la masacre de Wiriyamu en Mozambique en diciembre de 1972, de la
masacre de My Lai en Vietnam el 16 de marzo de 1965, o incluso del bombardeo de
Dresde en Alemania en febrero de 1945, se hace evidente que la pregunta de los
abuelos en esas circunstancias no sería la misma que me hacen a mí.
El futuro de los
nietos estaba en los brazos ensangrentados de los padres y abuelos sin saber si
llegarían a un hospital o si este ya había sido bombardeado. Solo la
estabilidad relativa del presente permite plantear la cuestión del futuro. Las
preguntas incómodas siempre se hacen desde cierto confort para que no se
vuelvan destructivas.
¿El futuro de
quién? El futuro de vuestros nietos será su presente, no el vuestro, y la
opinión que ellos puedan tener sobre vuestro presente (su pasado) puede ser muy
diferente de la que tenéis. Vuestros nietos prescinden de vuestra preocupación
sobre su futuro, que solo ellos vivirán como presente.
Podrán, como
máximo, y con cierta condescendencia, entender vuestra preocupación como el
resultado de una cierta resignación vuestra en no rebelaros con relación a
vuestro presente. Les transferís un problema que es vuestro y solamente
vuestro. Al asumir que su futuro puede ser peor que el vuestro, os estáis
separando de todos los demás habitantes de la tierra cuyos futuros fueron
destruidos para garantizar el vuestro.
¡Hasta ahora! Aquí
yace la raíz de vuestra angustia. Por primera vez en la historia, sentís que
todos estáis en el mismo barco y que los botes salvavidas no alcanzan para
todos. Sin embargo, ¿realmente sentís que estáis en el mismo barco, o solo en
el mismo mar? Al preguntar por el futuro de vuestros nietos, estáis
presuponiendo que vuestro presente, si no es bueno, es el mejor posible o el
mal menor. Vuestra previsión es que, de aquí en adelante, el futuro empeorará.
Sin embargo, nadie
seduce a nadie con esa postura que tiene tanto de resignación como de
imprudencia. Vuestros nietos saben que el presente es horrible para la mayoría
de la población. Solo vuestra inconformidad ante la continuidad de la
separación entre el «nosotros» (Europa & descendencia blanca) y el
«nosotros» (humanidad), puede devolver alguna credibilidad a vuestra
preocupación.
Vuestros nietos
están preocupados, pero sus preocupaciones tienen poco en común con las de sus
abuelos. Las preocupaciones de los abuelos son más reveladoras sobre las ansiedades
de los abuelos que las de los nietos. Creo que algunos abuelos y abuelas no
aceptan esta realidad y deciden hablar con sus nietos.
Si lo hacen con el
propósito de enseñarles algo, ese será el primer paso en falso. Hablar solo
tendrá sentido si el aprendizaje es recíproco. Pero para eso tendréis que
desaprender mucho de lo que les fue enseñado. Vuestros nietos tienen otras
prioridades, piensan que lo que os pudiesen enseñar sería irrelevante para
vosotros, si es que lo entenderíais, y, en el peor de los casos, no imaginan
que podáis aprender algo. Aun así, tienen mucho que enseñaros sobre vuestro
presente porque son, al fin y al cabo, vuestros contemporáneos.
Quizás ni siquiera
digan nada, y es precisamente por su silencio, el aislamiento, la soberbia o
las peticiones de ayuda que pueden haceros pensar. Este es un diálogo que, para
no ser un diálogo de sordos, debe llevarse a cabo con la misma paciencia con la
que crecen los árboles.
Ocasiones para
conversar. Entre los pueblos indígenas es común escuchar que los abuelos, y
especialmente las abuelas, son la fuente de la sabiduría. En las largas noches
de invierno, en las fiestas, mientras se trabajaba en el campo, siempre hubo
tiempo para contar una historia, aprender un nuevo poema o una nueva técnica.
En el pequeño rincón de Europa & descendencia blanca, o los abuelos dejaron
de saber contar historias o sus nietos dejaron de quererlas oír.
Los abuelos de este
pequeño rincón del mundo son máquinas de uso manual para transportar a sus
nietos, sintonizar la tableta, dar comida precocinada y responder con
monosílabos para no perder el hilo de la telenovela. Son extremadamente útiles
para los padres. Hacen perder poco tiempo a los nietos, por lo que ellos mismos
pierden el menor tiempo posible. Pero admitiendo que una conversación sería
posible, menciono dos temas posibles, uno en el que los abuelos serían más
maestros que alumnos, y otro en el que ocurriría lo contrario.
Lo que podéis
enseñar: mirar el futuro mirando el pasado. Las sociedades contemporáneas están
divididas entre quienes no quieren recordar y quienes no pueden olvidar. La
pregunta que me hicieron obliga a quienes la formulan a preguntarse de qué lado
están: ¿del lado de los que no quieren recordar o del lado de los que no pueden
olvidar?
Europa &
descendencia blanca han pertenecido al grupo de los que no quieren recordar,
mientras que los pueblos que estuvieron sujetos al colonialismo europeo han
pertenecido al grupo de los que no pueden olvidar. Debido a que esta
pertenencia duró tantos siglos, pasó a formar parte de “nuestra identidad”. No
existe un “nosotros” eurocéntrico sin olvido. Pero esto no es una fatalidad.
Desde hace muchos años he sostenido que las identidades son identificaciones en
curso.
Por lo tanto, la
respuesta a la pregunta que me fue formulada requiere que previamente se
responda otra pregunta: ¿estáis dispuestos a reemplazar el “nosotros” (Europa
& descendencia blanca) por el “nosotros” (humanidad)? Solo podréis esperar
enseñarles algo a vuestros nietos si la respuesta es positiva y si les ayudáis
a sentirse parte de un “nosotros” más amplio. La voluntad de ampliar el
“nosotros” significa una decisión existencial, un proceso de desidentificación,
de desaprendizaje y de reaprendizaje, que no es fácil ni está exento de riesgos
porque se lleva a cabo al borde del abismo.
Gran parte del
nihilismo que prospera hoy se basa en una mala solución de la
desidentificación, en estar a medio camino o perdido en las encrucijadas.
Desaprender el no querer recordar y aprender a no poder olvidar es un proceso
personal e histórico, psicológico y político, corporal y mental, material y
espiritual, inmanente y trascendente. Descolonizar la historia es fundamental,
pero no basta; es necesario descolonizar las mentes y los cuerpos, la sociabilidad
y la política, los sentidos y la imaginación. Lo que está en cuestión es
descentrarnos del mundo eurocéntrico y de las mil pruebas de superioridad
civilizatoria que nos fueron inculcadas desde pequeños, y empezar a pensar que
hubo y sigue habiendo otras civilizaciones con visiones diferentes del mundo y
de la vida, y que estar disponibles para el aprendizaje recíproco será un buen
comienzo.
Solo los vencedores
de la historia dan por cerrado el pasado porque ratifica su victoria. De ahí el
proverbio africano de que la historia de África siempre la ha escrito el
cazador y no el león. Reabrir el pasado es transformarlo en denuncia y tarea:
la denuncia reside en saber que el pasado no pasó, que lo que se consideraba
irremediablemente pasado (especialmente la parte más siniestra de ese pasado)
es parte de nuestro presente. Es una tarea difícil porque, más que una tarea de
resistencia, es una tarea de re-existencia. Si pudiereis cuestionar vuestro
pasado, podréis cuestionar vuestro presente.
Lo que pueden
enseñaros vuestros nietos: la naturaleza no nos pertenece; nosotros
pertenecemos a la naturaleza. Especialmente los jóvenes de Europa &
descendencia blanca están experimentando con intensidad la crisis ecológica.
Viven muy incómodos en vuestra mencionada zona de confort, y más de lo que
podéis imaginar. Para ellos, lo que está en juego es el fin de la humanidad
como especie, una especie entre los millones de especies que surgieron en el
planeta Tierra hace trescientos o doscientos mil años y que nada garantiza que
no se extinga. Como la vida humana representa el 0,01% de la vida total en el
planeta, es fácil imaginar que el planeta pueda seguir floreciendo sin la
presencia de los humanos.
Vuestros nietos
sabrán explicaros las consecuencias de la inminente catástrofe ecológica a la
que hemos llegado. Y seguramente concluirán con una cuestión que os silenciará
y os hará avergonzar de la pregunta que me hicisteis (y que no me ofendió):
¿por qué no se hizo nada para impedir que llegásemos a este punto?
Traducción de
Antoni Aguiló y José Luis Exeni Rodríguez
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